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La población habitante de calle no está conformada en su totalidad por personas con adicciones como habitualmente se cree. Foto cortesía: Área Metropolitana. Tomada de: https://www.metropol.gov.co/.

Estos pobladores tienen su baño y cama a la vista de todos: aceras de colchón, cobijas improvisadas y paredes invisibles, a través de las cuales se evidencia la carencia de condiciones dignas, falta del cumplimiento de sus derechos humanos y la ausencia de empatía por parte de una sociedad que los etiquetó y aisló, y que aún los señala por hacer suyo lo público y habitarlo como su hogar.

El Ministerio de Salud y Protección Social de Colombia (MinSalud) señala que hay distintas poblaciones en esta situación que es necesario diferenciar. Las personas EN calle son aquellas para las que este escenario representa su supervivencia, como los trabajadores informales o vendedores ambulantes “pero cuentan con un espacio privado diferente a la calle donde residen, sea la casa de su familia, la habitación de una residencia o un hotel”.

Por su parte, las personas en situación DE calle, son “aquellas que hacen de la calle su lugar de habitación ya sea de forma permanente o transitoria (Ley 1641 de 2013), es decir, desarrollan todas las dimensiones de su vida en el espacio público”. En ese sentido, MinSalud advierte que ​las personas con riesgo de habitar la calle están rodeadas de factores “que determinan desigualdades para el ejercicio de derechos sociales, económicos, políticos y culturales que generan condiciones individuales y sociales de riesgo para la habitanza en calle, así como una reproducción de dinámicas sociales y económicas que perpetúan la desigualdad”.

Para el caso de Medellín, de acuerdo con la Secretaria de Inclusión Social, Familia y Derechos Humanos, el último censo actualizado sobre la población en situación de calle, (elaborado en el 2019 por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística, DANE), se registraron 3.214 habitantes de calle, de los cuales, 2.738 eran hombres y 476 son mujeres. Con respecto a los niños y niñas en situación de vulnerabilidad, no se presentan datos.

Frente a las principales problemáticas se ha identificado que “parten de la falta del cubrimiento de necesidades básicas, sin embargo, no se puede entrar en detalle sobre las particulares ya que estas tienen un seguimiento desde la atención psicosocial que brindan nuestros equipos de profesionales”, indica la Secretaría.


Más allá de la etiqueta

Durante sus investigaciones en temas de salud sexual y reproductiva realizadas con esta población, la magíster en Educación superior en salud y profesora de la Facultad de Medicina de la UdeA, Aracelly Villegas encontró que, “detrás de esto encontramos unas historias de vida, unos seres humanos que han sido maltratados casi que desde su génesis. En el contexto personal encontramos muchas personas que vienen de situaciones sociales de desplazamiento, de ausencia de una red de apoyo, chicos y chicas que no han sido formados en un proyecto de vida y que solo encontraron otras personas en la misma situación, buscando mitigar el hambre, sueño, el frío, la ausencia de calor humano, que los lleva al consumo de sustancias psicoactivas para llenar esos vacíos”.

Esta problemática es transversal a los derechos humanos, la salud pública y la seguridad ciudadana. Para el investigador del Grupo de Gestión y Políticas en Salud de la Facultad de Salud Pública de la UdeA, Camilo Noreña Herrera, la situación de los habitantes de calle de Medellín podría declararse como un problema de salud pública, que afecta a la sociedad en general.

“Primero es necesario reconocerlos y tratarlos como seres humanos, que están afrontando en algunos casos, por decisión propia, y en otros, por circunstancias sociales, una vida en la calle. Hay personas que están allí no porque quieren, sino como resultado de disfuncionalidades familiares, abuso y dependencia de las drogas, por migraciones forzadas u otros factores”, señala el candidato a Doctor en Salud Pública.

En este segmento de personas en situación de calle, de acuerdo con Noreña, se puede encontrar, población LGBTI, personas afectadas económicamente después de la pandemia, niños y niñas en situación de vulnerabilidad, entre otros.

“Hay un fenómeno migratorio que converge acá, estas personas viven del día a día y cuando no hay dinero para pagar las habitaciones, toca montar un cambuche en cualquier lugar. Esto es para hacer referencia a que este no es un problema que obedece exclusivamente a las personas que vemos en el espacio público consumiendo sustancias psicoactivas. En este momento la población en situación de calle es muy diversa y con estas características, no se puede tener una única respuesta, la respuesta tiene que ser diferencial”, señala Camilo Noreña, magíster en Ciencias de la Salud.


Hiperconcentración y cerramientos al espacio público

Los habitantes de calle no solo existen en Colombia, este es un fenómeno social mundial que además debe verse desde la perspectiva humana y los territorios. “En todas partes hay habitantes de calle, el asunto es cómo nos relacionamos con ellos y qué tanto consideramos que siguen siendo ciudadanos con derechos, a pesar de sus situaciones complejas. Lo que no existe en todo el mundo son esos niveles de discriminación, de acusación e incluso de vulneraciones que ellos sufren por estar habitando la calle. Nuestro contexto nacional es muy complejo y está relacionado con el tráfico ilegal de estupefacientes, y otras situaciones que los hacen más vulnerables”, añade María Clara Echeverria Ramírez, profesora emérita de la Facultad de Arquitectura de la UNAL Medellín y cofundadora de la Escuela del Hábitat.

Volviendo al caso de la capital antioqueña, estos factores que reconfiguran las dinámicas de las personas que habitan o están en situación de calle, han generado una atomización en diversos espacios de la ciudad. La Secretaria de Inclusión señala que las comunas que tienen mayor concentración de esta población son: La Candelaria (comuna 10), Laureles (comuna 11), La América (comuna 12), El Poblado (comuna 14), Guayabal (comuna 15) y Belén (comuna 16).

De acuerdo con Camilo Noreña, la hiperconcentración en la comuna 10 de Medellín, llevó a que esta población se redistribuyera en otros sectores. “La realidad nos muestra que no podemos meter en el mismo costal a los habitantes de calle, es un problema muy complejo que implica inteligencia de la política social y una capacidad de adaptación a todas estas características y lecturas de lo que pasa hoy día en Medellín”.


¿Qué más hacer?

Pese a que en Colombia el Decreto 1285 de 2022 Política Pública Social para Habitantes de Calle en marco de la Ley 1641 de 2013, se enfoca en los derechos y de deberes de esta población a partir de principios y premisas como la dignidad humana, el reconocimiento de las capacidades de las personas, la reducción del estigma y la discriminación hacia este grupo poblacional y la corresponsabilidad, entre otros, las acciones realizadas no son suficientes.

“Desde la Alcaldía de Medellín se cuenta con un Sistema de Atención al Habitante de Calle Adulto amparado por una política pública que busca brindar una atención integral a la población habitante de calle de la ciudad. Dicha atención comienza por una captación, sensibilización y derivación de ciudadanos a los diferentes componentes transitorios”, indica la administración municipal a través de su Secretaría de Inclusión.

De acuerdo a su cercanía con los habitantes de calle y los programas de manejo a esta situación, los profesores consultados coinciden en que se necesita un programa consolidado que ofrezca atención integral y permanencia, especialmente en temas de vivienda digna.

“Si no tenemos una entidad que tenga un programa serio, bien estructurado al cual se le permita continuidad, el cual tenga permanencia en el tiempo, no vamos a poder lograr nada. Si no se le entrega ese programa a una institución idónea e integral no vamos a hacer nada, porque aquí dependiendo del político de turno se le entrega a una institución y cuando esta está entendiendo la problemática, vuelve y brinca a otra.”, señala Aracelly Villegas.

Villegas agrega que el programa no puede estar segmentado, “debe ser integrado, quienes manejan los distintos componentes se hablen entre sí. La parte de atención en salud es para una entidad, la alimentación es para otra, la atención sicosocial otra, pero no se hablan entre sí”.

Por su parte, María Clara Echeverria enfatiza: "Lo paradójico es hablar de habitantes de calle y en calle pero que no hablemos del sentido de la calle, ¿qué pasa con ella?. Identificamos a estas personas, pero no hablamos de sus espacialidades, de sus territorios. Este tema parece preocupar más a las ciencias de la salud o a los trabajadores sociales, pero no parece preocuparle mucho a quienes manejan temas de ciudad y territorios”.

(FIN/JRDP)

17 de abril de 2023