Escudo de la República de Colombia
A- A A+
El alza en los arriendos y la falta de oferta de vivienda han generado debate sobre la gentrificación. Foto: El Colombiano.com - tomada de bit.ly/3Wmd3O5.

Se han tratado como un asunto esnob, coinciden analistas, quienes explican las complejidades que se configuran en la ciudad y que convergen, por ejemplo, en el incremento de los arriendos y en la disponibilidad de viviendas. La pedagogía es importante, y también, según algunos de ellos, la construcción de pensamiento y defensa social sobre el territorio.

En medios de comunicación fueron publicadas imágenes de carteles pegados recientemente en Provenza con mensajes como “el arriendo está impagable”, “la gentrificación es el nuevo colonialismo”, “gentrifyer go go”, o “todo está muy caro, detengan la gentrificación”, y así, en esencia, se empezó a generar debate al respecto. El tema incluso fue discutido durante una sesión plenaria en el Concejo de Medellín.

¿Hay o no gentrificación? Una primera perspectiva, la de Luis Fernando González Escobar, profesor de la Escuela de Hábitat de la Facultad de Arquitectura de la UNAL Medellín, es que no necesariamente todo lo que ocurre en la ciudad tiene que ver con la idea primigenia del concepto. La discusión que se ha generado, según él, es un asunto de neologismos, de la adopción “acrítica e indebida” de términos “de moda” como lo que ha sucedido también, ejemplifica, con la palabra “resiliencia”, y con ello se relativiza y banaliza.

El concepto, explica, se remonta a la década del 60, cuando la socióloga británica Ruth Glass señaló un problema que inició en la época en barrios obreros del centro y el pericentro de Londres, donde la “gentry” era considerada la clase media rural, y tenía casa tanto en el campo como en la ciudad. El profesor comenta que, cuando los obreros comenzaron a ser desplazados por los nuevos ocupantes, se utilizó el término para nombrar el fenómeno como gentrificación.

Dice él que empezaron a habitar barrios deteriorados, en crisis o de menor capacidad adquisitiva, por lo que se fue desplazando lentamente a la población, y que las casas victorianas e incluso las obreras de dos plantas, por ejemplo, fueron preservadas e intervenidas para ser ocupadas por los nuevos grupos sociales. En ese sentido, el fenómeno de la gentrificación comenzó a darse a medida que llegaron nuevos habitantes de mayor capacidad, y por el aumento de la renta se desplazaron los obreros.

Es, en esencia, la sustitución de poblaciones de menores por otras de mayores recursos. “¿Cuáles de esos fenómenos, con esas características, ocurren en nuestra ciudad o en Latinoamérica?”, se pregunta. Es por eso que, para el docente, lo que actualmente vive Medellín no es precisamente gentrificación, teniendo en cuenta, además que en el concepto original se mantenía el stock habitacional, lo que es una característica fundamental.

Al respecto, expone que, en casos de verdadera gentrificación se mantiene la vivienda y se remodela en su interior, pero mantiene su esencia. Lo que se da actualmente es renovación urbana, pues generalmente se demuele para construir en altura; es poca la preservación de vivienda”.

Hay otro concepto asociado: el de gentrificación simbólica, referida a la recualificación de centros históricos, en cuyo caso también se da la expulsión de pobladores. En Medellín, “pese a los intentos de habitarlo, se pauperiza más. Es tomado por la indigencia, la prostitución, la drogadicción, etcétera. El fenómeno de gentrificación simbólica al servicio del turismo es muy distinto y distante al de Ciudad de México, por ejemplo”.

¿Qué está pasando? Son varios los aspectos que han contribuido a que la situación que esté en boga de análisis en la ciudad. Las razones, de acuerdo con académicos, no corresponden exclusivamente a los nómadas digitales ni al turismo que puede ser impulsado por relatos del arte y de manifestaciones como el género urbano.

Turistificación

El mejor ejemplo para diferenciar turistificación de gentrificación es la Comuna 13, según Ledys Vianey López, subsecretaria de Turismo de Medellín*. Este concepto, expuso, tiene que ver con repensar el territorio hacia dinámicas inducidas o globales y comerciales. En ese sitio en específico, llamó la atención, ha habido auge de la actividad sin desplazar a los habitantes. Y si bien es una zona en la que cada vez se consolida más, el turismo ha llegado incluso a sitios en los que no se esperaba que se diera como en Guayabal, de acuerdo con la funcionaria.

De turismo, agrega, desde hace 12 años no se hablaba en materia de contextos normativos y de urbanismo. A las reflexiones ha llevado precisamente la relevancia que ha tomado, pues en 2022 se registró la mejor ocupación hotelera, “incluso por encima de Cartagena”, con más del 70%. En años anteriores no se superaba el 60%, y eso, comenta, “es indicio de que esta ciudad está en el radar del mundo” y de que hay puntos positivos como la generación de empleo.

Lo que se da alrededor del turismo, añade, obliga a las administraciones a atender situaciones para las que no estaban preparadas, y es que el turismo impone retos en el sentido en el que genera más cargas a los bienes públicos, por ejemplo, en recolección de residuos, mayor presión sobre los servicios públicos domiciliarios o procesos de segregación socio-especial en algunos casos. No obstante, enfatizó en que “no siempre la turistificación es negativa”.

Renunciar al turismo no puede ser una posibilidad, teniendo en cuenta los impactos económicos que genera, según Diego Javier Barrios Torrejano, economista y magíster en Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible de la UNAL Bogotá, quien reconoce que, en términos globales, la actividad “puede ser una bendición” y, a la vez, “una maldición”, teniendo que puede generar recursos para las ciudades, pero también en torno a él pueden darse procesos mediados por la ilegalidad, y en ese sentido, añade, el rol de los visitantes también debe ser activo en realizar turismo responsable.

Hacen falta viviendas, vocación de áreas habitacionales y uso del suelo ha cambiado

Lo que está contribuyendo al incremento del valor de los arriendos (un asunto que preocupa en la ciudad, según lo han divulgado medios de comunicación) es que no hay suficiente oferta de vivienda, lo cual tampoco sucede solo porque la mayoría de inmuebles se estén destinando para plataformas como Airbnb, sino porque  hay mayor cantidad de viviendas unifamiliares y porque la entrega de proyectos se retrasó con la pandemia por covid-19, de acuerdo con María Alejandra Pérez, directora jurídica de La Lonja*.

Acerca de las elevadas tarifas en los arrendamientos, añadió que no es una situación nueva, “es algo que ahora está tocando a la clase media, a los estratos 4, 5 y 6, y por eso ahora tiene prensa, por eso se está volviendo un tema viral. La falta de vivienda para suplir inmuebles en arrendamiento ya se estaba dando hace años en los estratos 1, 2, y 3, en los que la falta de control, regulación y el incumplimiento de los topes mínimos ha venido pasando y no había generado tanto interés como hoy”.

Por su parte, el profesor González Escobar tiene un término para explicar parte de la raíz del problema de la ciudad: “islas de globalización”, otro fenómeno que, plantea, comenzó a emerger en la década de 1980 que va mucho más allá del turismo y en el que también interviene el turismo sexual, la venta y consumo de drogas, y más recientemente lo que él llama la “airbización”, con lo que se refiere al aumento de viviendas turísticas ofertadas en plataformas digitales, como es el caso de El Poblado, Provenza y Laureles, los principales barrios sobre los que ha girado la discusión en torno a la gentrificación en la ciudad.

No es exclusivamente al turismo al que se le debe cargar toda la culpa, de acuerdo con Pérez, quien dice que de esa manera solo se estaría generando xenofobia. Enfatizó en que los usos del suelo van cambiando y en esa misma medida los habitantes de los barrios comienzan a generar nuevas dinámicas sociales: “Hay quienes dicen que antes en Provenza solo vivían familias, pero no fue el turismo el que hizo que allí se diera el comercio, fuimos nosotros”. Como efecto, según ella, la norma urbanística y los residentes se empiezan a adaptar a ciertas condiciones.

¿Se ha hecho planeación?

El docente González Escobar es crítico al decir que, lo que se está dando en la ciudad es la expresión de que el “modelo urbano de Medellín es un fracaso, porque solo está interesado en la renta del suelo urbano y en la plusvalía, no en los habitantes”, por lo cual hay que generar un debate importante sobre el Plan de Ordenamiento Territorial, pues hay protección a los moradores.

Un poco al margen de eso, Juan Sebastián Bustamante Fernández, coordinador del Centro de Estudios Urbanos y Ambientales (Urbam) de la Universidad Eafit, planteó que la planeación en la ciudad existe desde 1913, pero que la situación actual tiene asiento, entre otras cosas, en que los suelos donde se puede hacer esa renovación urbana, a lo largo del corredor del río Medellín, no están siendo tenidos en cuenta para esos fines, “y ahí tenemos el gran reto en generar mejor habitabilidad en el valle de Aburrá”.

Según el académico, en El Poblado, la Loma de los Bernal y San Antonio de Prado se están dando los casos más extremos de la densificación, principalmente de torres, que se extienden a las afueras y genera impactos negativos, cuando en sectores del corredor del río Medellín hay condiciones para construir en uno o dos pisos. Al edificar en las montañas “lo más fácil para un urbanizador es sacar dinero, hacer de esto un negocio inmobiliario”.

A su criterio, el propósito debe ser crecer hacia adentro, como una ciudad compacta que, aunque densificada tiene el desafío de incorporar altos estándares ambientales, de espacio público, movilidad sostenible y activa.

¿Es posible cambiar el rumbo de Medellín? Concluyó que, para él, es muy difícil cambiar esa realidad, “pero sí la Barcelona (España), turístificada, impulsó en esa globalización la venta de la ciudad hasta que la gente se empoderó y comenzó a presionar a las autoridades, es evidente que, a partir de pequeñas acciones, se pueden defender los territorios, y sobre todo la vida de barrio, la vida comunitaria, el entorno habitacional”.

* Los aportes de Ledys Vianey López, subsecretaria de Turismo de Medellín, y María Alejandra Pérez, directora jurídica de La Lonja, fueron tomados del espacio de reflexión ciudadana denominado ¿La tacita de quién?, gentrificación en Medellín, que organizó y desarrolló recientemente la Librería Exlibris en el barrio Carlos E. Restrepo.

(FIN/KGG)

29 de mayo de 2023