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Para algunos analistas las vulneraciones a los docentes también deben debatirse en las aulas. Foto: Colprensa / RCN Radio. Tomada de goo.su/gRA8G.

La Secretaría de Educación de Antioquia informó a finales de mayo sobre el traslado de 24 docentes tras ser amenazados en las subregiones de Bajo Cauca, Norte y Nordeste. En el departamento de Santander también se conocieron intimidaciones atribuidas al Clan del Golfo. Ante la situación, académicos analizan las implicaciones y desafíos para mitigar la violencia sistémica contra profesores, reconocidos agentes de mediación y construcción de sociedad.

Uno de los grandes problemas a los que se enfrenta cada día la sociedad es la violencia sectorizada que, para el caso del nivel educativo, se ha focalizado en el profesorado con manifestaciones muy particulares que conllevan a la pérdida del concepto civilizatorio, de acuerdo con John Muñoz Echavarría, sociólogo, licenciado en Educación y profesor en la Facultad de Arquitectura de la UNAL Medellín.

“A veces las escuelas son el referente o a través de ellas se generan espacios para visibilizar problemáticas de los maestros y maestras en el territorio, de las comunidades educativas de los niños, niñas y jóvenes, todo tipo de situaciones de violencia, cuestiones así involucran a los maestros y se genera conflicto”, lamenta Martha Rocío Alfonso Bernal, ejecutiva de la Federación Colombiana de Educadores (Fecode).

Para el magisterio colombiano ha habido históricamente un señalamiento y estigmatización, menciona, y a lo largo de los años han identificado que los docentes son vulnerables a la violencia, afirma ella, dado la participación activa de algunos en labores pedagógicas, sociales, sindicales o políticas que implican liderazgo y posiciones críticas. La situación es preocupante, llama la atención, porque en un año ha habido hasta 700 casos de amenazas a maestros, y no todos son denunciados por temor.


El valor del quehacer docente

En el análisis del tema, considera el profesor Muñoz Echavarría, es importante tener en cuenta un asunto relevante: los profesores son los que educan en una sociedad y, por tanto, deben ser unas de las figuras más importantes y valoradas, como lo han sido por ejemplo para los griegos y para la Europa de la posguerra.

Para él, la pérdida de valor hacia los docentes es también un asunto cultural: “Lugares como los nuestros, donde la sociedad pierde ese enfoque civilizatorio cada día, están mucho más erosionados por la violencia, y eso va muy de la mano con la pérdida de la estima por los profesores”. Ese es un fenómeno que se da tanto en las zonas urbanas como en las rurales.

La violencia no es, sin embargo, la única expresión de la pérdida de valor de los docentes, de acuerdo con el profesor, sino que también lo son las obligaciones que se les imponen incluso desde su oficio, que cada vez son más operativas, “cada día más recortadas en los aspectos mismos del conocimiento” y de la participación en tanto que expone que dejan de ser “esos grandes mediadores a nivel social”.


El trasfondo de la violencia

Si bien hay una violencia sectorizada, como mencionó antes el docente Muñoz Echavarría, los ataques a los profesores evidencian las vulneraciones en el reconocimiento y el respeto por el otro, la incidencia en la relación con lo humano, lo ético y lo social. En ese sentido las agresiones se vuelven colectivas.

El fenómeno de la amenaza a los profesores es un asunto histórico que trasciende los procesos de escolarización en Colombia. Ejemplo de ello es la Guerra civil española ocurrida entre 1936 y 1939 cuando se dirigió la mirada contra los profesores, según Edisson Cuervo Montoya, profesor de la Facultad de Educación y Pedagogía de la Universidad del Valle.

Acerca del contexto colombiano lamenta que, “al interior de las instituciones educativas el profesorado funge el papel de reflexionar, de pensar el mundo, de traer a colación el debate, la crítica, el análisis de las problemáticas, y acá eso no es de agrado para quienes ejercen prácticas violentas”.

La pérdida de valor de la que ha hablado el profesor Muñoz Echavarría pareciera ser progresiva, pues Alfonso Bernal, cuenta que, “a finales de la década del 90, cuando asesinaban a un maestro, (los demás) paraban. Eso puso en alerta a la sociedad y se lograron decretos para dar garantías a la vida de los docentes”.

Actualmente, añade, desde Fecode se están buscando reformas para la protección, según ella, porque han cambiado las formas de violencia, las víctimas y los victimarios, y aunque hay apoyos como los traslados otorgados ante el riesgo, —que considera que son garantías que se deben permanecer— las situaciones son complejas porque incluso llevan a fracturar la unidad familiar de los profesores amenazados.

En ese sentido, agrega, “se da un impacto en la educación, en la sociedad, en la ruptura del tejido, en extirpar una parte del ser social de los ciudadanos y sus derechos a participar, a opinar. Los controles que existen en los territorios no permiten voces o pensamientos distintos, y eso es muestra de la falta de democracia en el país”.

Los traslados son un ejemplo de protección, como lo menciona Alfonso Bernal. Las garantías, según Cuervo Montoya, deben darse en diferentes vías. El Estado, menciona, debe proveérselas en el sentido en que los maestros en zonas apartadas llegan a ser incluso su única representación. Cree que la no estigmatización debe ser una apuesta permanente y que, en casos de denuncias, sigue siendo pertinente la acción de entidades e instituciones como la Fiscalía General de la Nación y la Policía. Adicionalmente, llama la atención sobre la relevancia de poner el tema en el conocimiento público, como lo ha hecho, por ejemplo, Naciones Unidas con la generación de informes.


Reflexión sobre los desafíos

“Es importante destacar y mantener la vigencia de las áreas de saber que forman lo humano: las ciencias humanas, las artes como elemento fundamental de transformación, del manejo de lo sensible y evidentemente interactuar con la lógica racional, configurar un saber integral que permita conducir a la interdisciplinariedad y a la participación social”, dice el profesor Muñoz Echavarría.

Para él, las estrategias con las que se busquen mitigar la violencia contra el profesorado deben tener un trasfondo humano, “con incidencia en la construcción de nuevos mundos y en procedimientos civilizatorios. Es lo que va a permitir que cada día esos tipos de controles de la fuerza sean menores”. En la reflexión sobre las posibles soluciones considera que es primordial incluir también a padres de familia y los grupos comunitarios, además de generar conversaciones sobre el rol de los docentes en la sociedad para hacer consciente esa función.

Los docentes, no obstante, no tienen toda la responsabilidad en la formación de la sociedad, como lo indica Alfonso Bernal, para quien un desafío es generar ambientes de respeto, reconocimiento y democracia, tanto en las instituciones como, en general, en las familias, las comunidades y los territorios.

Las deliberaciones, cree Cuervo Montoya, hay que llevarlas incluso a las aulas, y para acercar también las situaciones de otras regiones del mundo como los fenómenos de violencia que han ocurrido en Myanmar —donde militares han ingresado a escuelas y han agredido a profesores y estudiantes— a fin de que se reflexione sobre la importancia del respeto por los demás.

(FIN/KGG)

26 de junio de 2023