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Recientemente la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) declaró la partería como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Además de que el hecho insta a la salvaguarda, es una oportunidad para reflexionar acerca del rol, el aporte y los desafíos que atraviesa. Académicos analizan el tema y hacen un llamado al respeto por los saberes ancestrales y al diálogo con el sistema de salud occidental alopático.

 

Colombia y otros siete países nominaron la partería para la Lista de Patrimonio Cultural Inmaterial. Foto: Andrés Felipe Velasco. Tomada de goo.su/AL3Ud


Son 40 años los que lleva María Sobeida Herrera Alegría acompañando a mujeres a dar a luz en Timbiquí (Cauca). La partería la aprendió de su tía. Ambas se embarcaron en canoas para llegar a los sitios donde fuera necesario atender partos, y así lo recuerda ella.

La partería tiene que ver con prácticas basadas en la evidencia, conocimientos en medicina tradicional y de plantas medicinales, en habilidades y técnicas aprendidas desde la observación y la interacción con el cuerpo humano. Su enseñanza se basa en instrucción oral, participación e intercambio entre pares, de acuerdo con la Unesco.

En Colombia se tiene referencia de la partería desde el periodo colonial en comunidades indígenas, y desde entonces hasta la actualidad ha sido practicada principalmente por etnias afrocolombianas e indígenas, según indica el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) que, en su publicación Análisis de la partería tradicional y su incorporación en las Estadísticas Vitales de Colombia, de 2023, expone la “creciente participación” en la atención de partos por parteras tradicionales.

Cifras de la entidad muestran que, entre 2015 y 2017 el 94% de los partos fueron atendidos en instituciones de salud y 5% en domicilios. Entre 2018 y 2019, el 73% en instituciones de salud y 26% en domicilios. Asimismo, expone que, de los 629 402 partos de bebés nacidos vivos en 2020, 12 111 fueron atendidos por partería, y de los 616 914 nacimientos en 2021, 11 449 fueron apoyados por partería tradicional.

“Si nosotros dejamos caer ese saber y ese aprendizaje que hemos logrado tener para salvar vidas, no sé qué sería del mañana de las nuevas generaciones que vienen naciendo. La partería abarca al mundo, en todo lado existe”, dice la partera Herrera Alegría, quien manifiesta que, si bien tienen el apoyo del Ministerio de Cultura y el reconocimiento de la Unesco, trabajan en legalizar la Federación Nacional de Partería y en la formación a nuevas personas para el ejercicio de la labor. Ella, por ejemplo, actualmente tiene siete aprendices.

El hecho de que la Unesco haya declarado la partería como patrimonio cultural e inmaterial de la humanidad es, de alguna manera, un llamado a la salvaguarda y protección por su riqueza cultural, pues cuando otorga estos reconocimientos es porque las prácticas o conjunto de saberes están en riesgo. La Unesco ha reconocido más de 10 de estas manifestaciones en Colombia, según la profesora del Departamento de Antropología y directora del Centro de Estudios Sociales de la UNAL Bogotá, Laura De la Rosa Solano.

La declaratoria era una deuda, considera Sonia Dabeiba Cárdenas Rubiano, enfermera y profesora de la Facultad de Enfermería y Rehabilitación de la Universidad de La Sabana. Para ella, la partería es un saber “muy especial” que se ha transmitido de generación en generación, y pese a ello, “es una labor que se toma muy a la ligera, incluso desde la superstición”. 

Dice que es generalizado que las garantías sobre el bienestar de las embarazadas estén sustentadas en la validez científica, el reconocimiento legal y social que se le han otorgado a las profesiones y especializaciones médicas, y que introducir la partería entre los patrimonios culturales e inmateriales representa un espaldarazo a la atención de los partos humanizados interculturales. 

Adicionalmente, para Carlos Alberto Montoya Marín, pediatra y profesor de la Facultad de Ciencias para la Salud de la Universidad de Caldas, representa una esperanza para la continuidad de velar por el bienestar social de las mujeres gestantes, para el reconocimiento de los saberes ancestrales, los derechos de las mujeres con la partería, la relación entre cultura y territorio, y para tener una mirada más respetuosa acerca de los saberes tradicionales.

Un acompañamiento genuino e integral 

La partería es mucho más que velar por el buen desarrollo del nacimiento. Así lo expone De la Rosa Solano, quien explica que esta labor es entendida tanto como un saber ancestral y cultural, como un sistema de salud en sí mismo que, además, genera relaciones sociales y un conjunto de conocimientos medicinales. Es una red de cuidado que garantiza los derechos sexuales y reproductivos de mujeres.

Las parteras o parteros, afirma, se constituyen también como líderes en las decisiones que se toman y en la orientación a jóvenes en asuntos de la vida sexual como consejos de anticoncepción o de cuidados colectivos durante el embarazo, por lo que se dan espacios de sororidad y empoderamiento. Hay quienes dicen, comenta ella, que en la medicina occidental hay violencia obstétrica que no se vive con las parteras porque tienen mucho conocimiento del cuerpo, del embarazo, hay un trato diferencial y se cuida la salud mental.

Lo sugiere también el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) que, en la Nota Estadística N° 3 de 2023, señala que la partería contribuye con el cumplimiento de la Agenda 2030, en relación a las metas e indicadores para el cuidado de las gestantes durante el embarazo, el parto, posparto y de recién nacidos, porque toma un rol preponderante en salud sexual y reproductiva sobre todo en territorios rurales donde pueden actuar en la disminución de muertes maternas, de niños menores de cinco años e incidir en la erradicación de prácticas como la mutilación genital femenina.

La partería es el apoyo a las mujeres antes, durante y después del parto “que, si bien es un proceso fuerte en el sentido metabólico y endocrino de la materna, también requiere de un acompañamiento afectuoso y profesional. A veces, en las salas de parto, uno se choca con la realidad cuando por ejemplo no dejan entrar a la mamá de la parturienta”, llama la atención Montoya Marín.

Con la visión de familia que tiene la partería, se vincula la idea de que el cuidado no es solo un asunto femenino. “Desde que aprendí y tengo uso de razón, las mujeres tenemos más confianza en decirnos, demostrar y aceptar nuestras cosas”, dice la partera Herrera Alegría, quien cuenta de un hombre partero que conoce y que no tiene contacto con las partes íntimas de las parturientas teniendo en cuenta esa misma premisa.

Sin embargo, para ella es importante involucrar a los padres en el nacimiento de sus hijos: “los maridos deben acompañar el parto, eso se acepta y lo uso porque ahí el hombre ve los dolores que paga la madre, para que así él reconozca el dolor que padeció su propia madre. Que él esté con la mujer que está pasando por ese tráfico es para que haya más amor y confianza”.

En ese sentido, Montoya Marín considera pertinente crear estándares recomendados que deben incluir talleres de sensibilización para “machos efectivos” que permitan reflexionar sobre el rol de los hombres en la partería, y de una participación menos patriarcal en los territorios.

Otros desafíos

A partir de la declaratoria de la partería como patrimonio cultural e inmaterial se hace necesario el establecimiento de lineamientos para armonizar los saberes y encaminarse a que quienes se dedican a esta labor también puedan desempeñar roles en las instituciones de salud, dado que esto puede facilitar la toma de decisiones y las acciones ante dificultades o riesgos que puedan presentarse en la atención en los territorios, de acuerdo con la profesora Cárdenas Rubiano.

La partería es dinamizadora en contextos indígenas, afrocolombianos o campesinos y también puede serlo a nivel urbano en los partos caseros, según el docente Montoya Marín, y si bien expone que para la medicina occidental hay implicaciones por los riesgos que pueden darse, también hay desconocimiento de prácticas y saberes ancestrales.

Otro reto para él es generar estrategias para beneficiar al trinomio que son la materna, el bebé y su familia desde los aportes afectuosos, que es una tarea humana “que no queda en el papel de la declaratoria”.

Hay otros desafíos que, a la vez, son reflexiones sobre el rol de la academia, por ejemplo, y del modo en que puede conversar la medicina occidental con la partería. Al respecto, la docente De la Rosa Solano cuenta que en Francia las personas que se dedican a la partería acompañan a las madres durante el embarazo. Las gestantes también son revisadas por ginecólogos, quienes están presentes en el parto pero solo intervienen cuando hay complicaciones graves o de riesgo para los bebés. Ese es un ejemplo que la académica cita para ilustrar las posibilidades que existen de entablar el diálogo entre las distintas formas del conocimiento.

“Parte de lo que podrían aprender los médicos es del acompañamiento emocional y explicar lo que ocurre, que la mujer pueda entender qué le está pasando a su cuerpo y al bebé. Que informen de manera clara, no con términos sofisticados, las opciones existentes para que ella pueda tomar decisiones o de los procesos emocionales que se viven durante el embarazo, muchas mujeres se quejan de que las regañan, las gritan cuando están pariendo y les insisten que no se quejen”, afirma.

Profesionalizar a las parteras como alternativa es un riesgo ante una posible transformación o adopción de técnicas y tecnología que les haga perder su esencia, “que es un tesoro” según la docente Cárdenas Rubiano: las manos que palpan, la observación, la manera de escuchar o el uso de campana de pinard (estetoscopio de madera). Ese peligro al que se refiere, y que dice que se está presentando en las parteras afro, “las indígenas siguen siendo muy conservadoras con la manera de atender un parto”.

Lo fundamental, concluye el profesor Montoya Marín, no es dividir sino, por lo contrario, unir las capacidades y el conocimiento. Ahí está el desafío mayor, opina por su parte la docente De la Rosa Solano: eliminar los prejuicios.

 

(FIN/KGG)

26 de febrero de 2024