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La ropa que llevas puesta tiene algodón, el cual debe ser polinizado por abejas. El maquillaje que utilizan muchas personas lleva como base cera de abeja. La mayoría de frutas y verduras que consumes son polinizadas por abejas; si en este momento desaparecieran estos animalitos se produciría solo el 25% de los alimentos que hoy se necesitan, así que el 80% de la población mundial sufriría de hambre. En conclusión, el ser humano necesita, más de lo que se imagina, la ayuda de este pequeño insecto, que posee un comportamiento defensivo muy marcado.

En 1982, gracias a un convenio entre la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín y el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo de Canadá, se gestó la creación del Centro Apícola U.N. para el manejo de la abeja africanizada, que tras su llegada al país años atrás había infundido miedo por su apelativo de asesina y amenazaban el desarrollo de la apicultura.

En aproximadamente una hectárea y media del cerro El Volador, uno de los cerros tutelares de Medellín, se encuentra ubicado el Centro Apícola de la Universidad Nacional de Colombia que cuenta en su jardín apícola con unas 30 colmenas de abejas africanizadas y 13 colmenas de abejas nativas de tres especies diferentes.

Manejo, comportamiento, nuevas tecnologías, mejoramiento genético, plantas apícolas, entre otros, son algunos de los aspectos en los que se enfoca el Centro que, en más de 30 años de operación, ha sido reconocido por sus labores de investigación y extensión; en el marco de ellas se han desarrollado alrededor 26 tesis de pregrado y cuatro de posgrado. Gracias a estos trabajos el apiario es una alternativa autosostenible.

“Más o menos a partir de 1988 empezamos a generar recursos propios porque ya se había terminado el convenio y debíamos mantener las condiciones del laboratorio, entonces sacamos un proyecto que se llama productos apícolas con valor agregado, muchos de los cuales se han diseñado por medio de tesis de estudiantes”, contó el profesor Jhon Jairo Idárraga Arredondo, coordinador del Centro Apícola.

Entre los productos desarrollados se destacan miel y polen; jalea real, que es la sustancia con la que las obreras alimentan a su reina; propóleo, que es utilizado para mantener bajos niveles de microorganismos en las colonias; cremas y cosméticos, entre otros, que han sido reportados en la literatura científica como potencializadores alimenticios, farmacológicos y coayudantes en tratamiento de enfermedades.

Estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia, de otras instituciones de educación superior y de los colegios públicos y privados de la región; los apicultores del departamento y del país; y la sociedad en general, se benefician de este espacio; el único centro de investigación que hay en Antioquia en el tema de la apicultura.

El mundo de las abejas es fascinante, el profesor Idárraga explicó un poco sobre esta organización social que funciona a la perfección. Cada colonia de abejas cuenta con tres castas: reina, obreras y zánganos. Viven en una colmena gobernada por una sola reina que es la hembra madre de todas las abejas. Las obreras son hembras sin desarrollo ovárico por lo cual no se reproducen, su función es hacer todas las actividades dentro de la colonia: ayudar a la reina, limpiarla, alimentarla, traer alimento, procesarlo, almacenarlo, defender la colmena, en fin. Y los zánganos que tienen una función reproductiva: la reina sale, se aparea con más o menos 15 de ellos, de quienes guarda el semen y posteriormente fecunda los huevos.

“En condiciones normales, una reina de zona tropical vive más o menos 10 meses y produce unos 3.000 huevos diarios; en zonas templadas solo trabajan una estación entonces duran más tiempo porque no se desgastan tanto. Por su parte las obreras en el trópico duran más o menos 35 días”, agregó el profesor.

En sus primeros 17 días de vida las abejas se quedan en casa haciendo labores internas, una vez salen de la colmena la primera tarea es hacer vuelos de orientación para reconocer donde queda su casa, de la que continuamente entran y salen en búsqueda de néctar para producir miel; polen, agua, cera, propóleo.

“Cada abeja reconoce su colmena por la posición del sol y por los accidentes geográficos que hay alrededor, cada vez que una sale a buscar alimento en el cerebro hace un mapa de vuelo reconociendo olores y figuras para poder regresar a casa”, complementó el profesor Idárraga Arredondo.

A futuro este espacio de diversidad biológica tiene el reto de formar más y más expertos en el tema, conscientes de que uno de los problemas grandes que tiene la apicultura en Colombia es la falta de técnicos profesionales.

24 de julio de 2017