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Con el comienzo de la segunda temporada de lluvias en Colombia, no solo se acaba una larga época de sequía e intensas temperaturas, sino que además se encienden las alarmas por las consecuencias que las precipitaciones pueden generar en el nivel de los ríos y el aumento de la probabilidad de deslizamientos. Los pronósticos indican que la temporada  se puede extender hasta inicios de diciembre.

Los datos del Ideam indican que al 23 de septiembre se presentaron lluvias “por encima de lo normal” en los departamentos de Cesar, Córdoba, Chocó, Magdalena, Sucre y algunas zonas de Cundinamarca, Valle del Cauca y Tolima, según Mery Fernández Porras, jefe de Pronósticos y Alertas del  Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales.

La funcionaria explicó que con el acumulado de lluvias se impactan los suelos y mediante el Índice de disponibilidad hídrica el Ideam determina qué tan húmedos o secos están. Gracias al indicador se ha establecido que “en las últimas semanas los niveles de humedad se han incrementado principalmente en los departamentos del centro y norte de la región Andina”.


Variabilidad climática: amenaza

Los suelos son un medio de conexión entre la atmósfera, los acuíferos y los ríos. En este proceso los suelos se recargan de agua, sobre todo aquellos que contienen mayor cantidad de materia orgánica, expone el profesor Conrado Tobón Marín, del Departamento de Ciencias Forestales de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNAL Medellín.

“Al final del periodo de lluvias los suelos quedan completamente recargados, a lo que se le llama capacidad de campo, pero a medida que no hay precipitaciones van facilitando el agua a las plantas a través de las raíces, y también a otros organismos del suelo, explica.

Por lo contrario, “el agua en el suelo disminuye considerablemente cuando el periodo de verano se prolonga demasiado, de tal manera que ese ‘tanque’ empieza a perder el líquido, por evaporación y transpiración de la vegetación, hasta llegar a niveles muy extremos, momento en el cual ya no hay agua disponible para ningún organismo. Cuando vuelven las lluvias, los suelos se humedecen nuevamente y se reactiva la biota y la vida en ellos, incluyendo la germinación de semillas y aparición de nuevas plántulas, describe.

Ambos procesos son normales, de acuerdo con Guillermo Vásquez Velásquez, decano de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Sede. “No se debe plantear que las lluvias que vienen después de la temporada seca afectan, dañan o son buenas para los suelos, es una sucesión intercalada de periodos; un asunto natural. Por supuesto que quien tiene cultivos se pone muy contento de que lleguen las precipitaciones después de dos meses de relativa sequía porque se va a restaurar el contenido de humedad que se necesita para el crecimiento de las plantas”.

Un aspecto que sí debe preocupar es la variabilidad climática, dado que cambios en los regímenes de precipitación pueden alterar el ciclo del agua en los ecosistemas. Investigaciones realizadas en páramos de Colombia por el profesor Tobón Marín evidenciaron que entre 2007 y 2011 el periodo máximo de sequía fue de 13 días, pero entre 2015 y 2018 se presentaron períodos sin precipitaciones durante 47 días, “cuando sí hubo déficit considerable de agua”.

Por el otro lado, cuando la temporada de precipitaciones se amplía los suelos también se pueden afectar, refiere Édgar Hincapié Gómez, investigador en el área de Suelos y Agua en el Centro de Investigación de la Caña de Azúcar (Cenicaña). Las repercusiones para ese caso específico, afirma, recaen en la productividad, que “es relativa y según el sitio donde estén los cultivos. Hay zonas en las que se baja entre 30 y 40 %”.   

Pero no solo es importante conocer la cantidad de las precipitaciones sino también hacia dónde se dirigen, “¿cómo se descomponen cuando llegan al suelo? pues alguna parte del agua fluye por escorrentía entonces no se almacena”, añade.

Los cambios en el uso del suelo, principalmente por la urbanización y la construcción de vías,  afectan también el rumbo de las precipitaciones, advierte Juan Carlos Loaiza Úsuga, profesor del Departamento de Geociencias y Medio Ambiente de la Facultad de Minas de la UNAL Medellín.

Cuando se desarrollan carreteras, explica, se aumentan los niveles de escorrentía, por lo que se dan problemas asociados al manejo de aguas superficiales. “Cuando se cambia de bosque a cultivos donde hay excesiva mecanización inadecuada también, así como de erosión y aumento de sedimentos en las corrientes de agua”, complementa.


Suelos y transferencia de información, vulnerables

En Antioquia los suelos predominantes son los inceptisoles de formación incipiente y compuestos por materiales asociados a piedras y sedimentos.

“Tienen capacidad de mover mucha agua, no por el sistema poroso sino por flujos como grutas o canales, lo que hace que se puedan saturar muy fácilmente y por estar en condiciones de alta pendiente son propensos a fenómenos de movimientos en masa”, explica el profesor Loaiza Úsuga.

La erosión de suelos en cultivos está asociada a fenómenos de alta precipitación, más aún en aquellos descubiertos que no cuentan con prácticas adecuadas en el manejo de escorrentías. En consecuencia las aguas también podrían contaminarse por los aportes excesivos de sedimento, según el académico.

Lo más común, en materia de suelos y de cultivos, es pensar en la sequía, dice el profesor Tobón Marín, quien considera que “no estamos pensando en las lluvias torrenciales y en ese caso la preparación tiene que ser diferente; tenemos que proyectar los posibles impactos antes de transformar las coberturas e impactar los suelos”.

Según el criterio del profesor Hincapié Gómez hay “muchísima” información y trabajos de investigación sobre el tema, pero hace falta la adopción, lo cual implica transferencia de conocimiento y de implementación de medidas preventivas que puedan ejecutar los agricultores.

Sin embargo parece una tarea completa. El profesor Tobón Marín explica que “el campesino no tiene acceso a datos que se generan a través de investigaciones. Hay varias razones para eso. Uno: cuando las hacemos publicamos en inglés u otro idioma extranjero, algunos leerán en esos idiomas, pero la mayoría no, es más, no saben que existen esas publicaciones. Dos: No tenemos vocería directa investigador – campesino, lo hacemos mediante corporaciones y en ocasiones la información no llega a cada propietario o usuario del suelo”.

Por eso propone que las juntas de acción comunal o asociaciones campesinas, se conviertan en espacios para que la información llegue a cada agricultor o a quien pueda afectar tanto los periodos de sequía o los de lluvias como la actual  segunda temporada de precipitaciones, ante la que se conoce menos la respuesta de los suelos. 

30 de septiembre de 2019