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La ruptura de las sociabilidades son una consecuencia del aislamiento. Fotos: Pixabay.com

 

Para estudiar aspectos de la realidad, es importante incluirlos en la gestión y análisis de la situación que vive el mundo por la covid-19 que, además de afectar la salud, tiene efectos sociales. Así lo creen analistas, quienes no sugieren que la disciplina tome protagonismo, sino que sea vinculada bajo la premisa de la interdisciplinariedad.

“Aunque una investigación sobre la historia de la ciencia o de los partidos políticos, sobre formas de representación del tiempo de una comunidad indígena o evolución del sistema binario en la primera mitad del siglo XX no conduce a la formulación de políticas, contribuye a modificar la forma como nuestra sociedad y cultura se ve a sí misma. Esto, por supuesto, no es un asunto puramente contemplativo: tiene una importancia para la acción mediada por proyectos de tipo político, social o cultural”.

Así lo dijo el historiador Jorge Orlando Melo durante la conferencia La utilidad de las ciencias sociales que dictó en Bogotá en 1989 como parte del Seminario sobre ciencia y tecnología que desarrollaron la UNAL y Colciencias. En ella afirmaba, entre otras cosas, que la discusión del rol de esa área del conocimiento gira alrededor de su utilidad, una que según el académico también se da en las ciencias exactas.

Decía que mientras las ciencias aplicadas, por ofrecer respuesta a las necesidades de quienes toman decisiones en el orden gubernamental o empresarial, tienen al menos un mínimo de demanda, la historia y la ciencia social más "desinteresadas", dirigen su discurso al conjunto de la sociedad, y con frecuencia se enfrentan a los poderes representados en el Estado, por lo que solo puede encontrar un ambiente propicio en el mundo universitario.

La historiadora egresada de la UNAL Medellín, María Luisa Restrepo Arango, no lo cree así, de hecho, para difundirlas creó el proyecto Ciencias Sociales a la Calle. Asegura que las ciencias sociales deben hacerse una autocrítica en cuanto a la divulgación, un tema en el que, considera, las ciencias exactas les lleva “la delantera”: “con la pandemia la gente se dio cuenta que la ciencia no es una cosa lejana, que no hace nada, que es solo para científicos”.

En este momento, agrega, es precisamente la historia de la ciencia una de las áreas que tiene mucho que aportar. Para ella, por ejemplo, sería útil hablar, incluso desde las universidades, de cuándo surge el concepto de la cuarentena, que se da en la Edad Media, o de cómo en tiempos de la Peste Negra se exacerbó el odio a los judíos.

“Tendríamos que estar hablando de que estos momentos, a lo largo de la historia, han sido detonantes de xenofobia y racismo. Si la gente supiera eso tomaría con pinzas cadenas de WhatsApp o videos que les llega y que los llevan a excluir”, dice.

Otro episodio al que alude Mario Psheny, profesor de Sociología de la Salud de la Universidad de Buenos Aires, es la epidemia de VIH, la cual en su momento lo que hizo, según él, fue potenciar discriminaciones antes existentes relacionadas con la orientación sexual, el consumo de drogas o la pobreza. “Es un ejemplo de que a través del miedo y el señalamiento no se puede privar del derecho a la salud a las personas”, dice.

Ahora, agrega Restrepo Arango, “no estamos dando herramientas para leer la infodemia que se está viviendo. El rol fundamental de las ciencias sociales es ese: dar elementos para el análisis y la crítica, o por lo menos, para preguntarse, pero eso no se hace de un día para otro”, agrega.

Interdisciplinariedad

El esfuerzo de visibilizar más las ciencias sociales y humanas en contexto de la actual pandemia debe hacerse no solo desde la historia, sino desde las demás áreas y es momento, según los analistas, de generar procesos interdisciplinarios.

Psheny reconoce que ante la repentina llegada de la covid-19 los países han respondido como han podido, y a pesar de que menciona que la epidemiología, una de las áreas con mayor preponderancia en la actualidad, no es una ciencia de laboratorio sino una disciplina social, cree que si se piensa la salud como un asunto meramente biomédico “va a ser mala si no tienen en cuenta las dimensiones sociales o los saberes que provee la antropología, la sociología o demás disciplinas”.

Estas son amplias y aunque intrínsecas en las sociedades, parecen no ser reconocidas como tal de manera consciente. Para ejemplificarlo menciona el caso de las personas que no viven con sus parejas y que sienten deseos sexuales “¿y cómo hacen para satisfacerlos? Eso no es una cuestión epidemiológica, sino que tiene que ver con los placeres o necesidades de las personas”, asegura.

Las dimensiones sociales abarcan también la sociología, el trabajo social, o la necesidad de reforzar la capacidad de respuesta de los Estados, en lo que pueden aportar las ciencias políticas e incluso la geografía y los estudios urbanos, y por eso, según el docente, se hacen importantes en el contexto actual.

Se trata, según él, de fomentar la interdisciplinariedad y establecer relaciones entre ciencias exactas y sociales, en aras, incluso, de la economía. A eso también se refiere la profesora Sara Miranda, investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) en Argentina, porque la pandemia ha mostrado los niveles de desigualdad existentes en América Latina, por lo que se requieren planes de activación que igual deben respetar “el cuidado de la vida”.

La pertinencia de las diferentes áreas de las ciencias sociales y humanas tiene que ver también con que son tan distintos los escenarios y las situaciones como las miradas que se requieren al respecto. Un ejemplo de lo que ha generado el aislamiento por la pandemia es la ruptura de las sociabilidades, las cuales “son un tejido, más no están encasillados en cajoncitos o como maniquíes y ahora que se han perdido nos damos cuenta del significado que tenían”, dice la docente jubilada de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la UNAL Medellín, Gloria Mercedes Arango de Restrepo, quien ha estudiado el tema.


Participar en la toma de decisiones

Ahora, en contexto de la pandemia por covid-19, el profesor David Osorio García, director del Departamento de Antropología y Sociología de la Universidad de Caldas, reflexiona en torno a uno de esos temas que tocó Melo en su conferencia de hace 31 años: la toma de decisiones por parte de los gobiernos. Para él, si bien en esa materia se ha avanzado a partir de información, datos y expertos, la dificultad está en que también se necesitan especialistas para pensarla socialmente.

Por la naturaleza de la situación, dice, el Gobierno se ha puesto en contacto con la academia, sobre todo, en el área de la salud y la epidemiología, “nos hemos dado cuenta que es necesario pensar de manera crítica las consecuencias sociales de las decisiones que se están tomando. Hay un conjunto de cosas que se deben explicar política, histórica y socialmente”.

Va, tal vez, un poco más allá de solo mencionar la ausencia de articulación entre las ciencias sociales y humanas, y las decisiones del Estado, propone que es momento de construirla y de superar la dificultad que ha tenido esta disciplina: “estudiar cosas que ya ocurrieron, no que están sucediendo, y a largo plazo eso se puede solventar generando experticia”, asegura.


“La función de llamar la atención”

Las ciencias sociales, agrega la profesora Arango de Restrepo, llaman la atención sobre la importancia de volver a “principios éticos básicos y de tipo humanista como la solidaridad porque el capitalismo nos ha llevado a la destrucción de valores que nos permiten vivir en sociedad”.

Al respecto también reflexiona el profesor Gerardo Ardila, director del Centro de Estudios Sociales de la UNAL, quien cree esta área del conocimiento constituye una herramienta para pensar, y así se lo manifestó en marzo de 2019 a un grupo de estudiantes que se graduaron de la Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Arte de la Universidad Central.

Les dijo que “una manera muy común, pero al mismo tiempo muy profunda de definir lo que hacen las escuelas de ciencias sociales y humanidades es decir que ‘enseñan a pensar’. Eso significa que nos enseñan el valor de ‘elegir’ cómo pensamos y qué escogemos para pensar en ello. Eso es mucho más importante de lo que podemos sospechar”.

Sin embargo, aunque cree que desde hace un tiempo se les ha quitado valor a las ciencias sociales, dice ser consciente de temerle tanto a que no sean tenidas en cuenta, como a la tendencia del “imperialismo” de ellas, y a la “arrogancia de algunos científicos sociales que creen tener la razón definitiva y última”.

La pandemia, según él, ha enseñado que necesitamos una sociedad distinta y que ante la incertidumbre hay que ser creativos, pero en el sentido de “descubrir las cosas realmente importantes”. Cree además que hay otros modelos de sociedad y de explorarnos como individuos.

“Las ciencias sociales tienen la función de llamarnos la atención”, dice. Y en definitiva, “son la profesionalización de una obligación que tenemos todos y es la del humanismo, la que viene con nosotros para construirnos a medida que la vida va pasando y buscando la posibilidad de ser mejores personas”.

Para él, lo que hacen las ciencias sociales y humanas, en conclusión, es generar teorías y métodos para organizar la realidad, acercarse a la comprensión de las diferencias y a la transformación de nuestras sociedades. “Y en esa medida, nos prestan un servicio muy importante”.

(FIN/KGG)

21 de julio de 2020