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Esta temporada de Saberes con Sabor gira en torno a “La género-diversidad”.

 

En el entorno de un mundo en crisis, en el que se cuestionan asuntos que la sociedad consideraba sólidamente establecidos, surge hoy el tema del género y la sexualidad con la fuerza de una tensión que ya no puede seguir contenida por las formas convencionales. Por eso “La Genero-Diversidad: una crisis que sale del closet”, es el tema con el que la Cátedra Saberes con Sabor inició su temporada en 2021.

Estamos en una sociedad que vive tránsitos permanentes entre culturas que se nutren del contacto con otras formas de manifestarse y de saber. Se abre una explosión de libertad para tomar lo mejor de mundos distintos y configurar nuevas realidades y experiencias. En el mundo hiperconectado de hoy hay manifestaciones transculturales. En el mundo del conocimiento los saberes especializados han cedido frente a las transdisciplinariedades que permiten la comprensión de la realidad compleja. Y desde la profundidad del fenómeno humano hoy se expresa también la experiencia de las personas trans que transitan entre las cualidades de lo masculino y lo femenino para definirse en la manera como expresan su posibilidad personal de construcción de sí mismos y de aportar a la sociedad. Con esta reflexión central Brigitte Baptiste llevó a cabo la charla inaugural de esta temporada.

Brigitte Baptiste, es bióloga, magíster en Conservación y Desarrollo Tropical y doctora en Economía Ecológica y Gerencia de los Recursos Ambientales. Actualmente es la Rectora de la Universidad EAN. Brigitte, además de ser una científica destacada, es una pensadora de las alternativas para la sostenibilidad del planeta y del país, y para el tema de esta temporada de la Cátedra Saberes con Sabor, aportó con generosidad sus profundas y lúcidas reflexiones desde la fuerza que proviene del camino que ella misma ha recorrido por ser una persona transexual.

Brigitte arranca por definir el género como “una categoría identitaria, una categoría cultural, producto de la interpretación cultural que hacemos de nuestro rol en el mundo a partir del ejercicio de la sexualidad. Y que es una invención o una interpretación obligatoriamente personal, muy intensa, que proviene del saber ubicado en la experiencia del cuerpo, en la experiencia del goce sensual, en la experiencia de las pulsiones reproductivas, y por tanto constituye un núcleo potentísimo del posicionamiento de las personas ante otras personas y ante el resto del mundo”.

A partir de esta definición del género Brigitte entra a plantear que el enfoque determinista y binario en la identidad del género es extremadamente polémico y controversial porque considera que es muy poco lo que las condiciones naturales del cuerpo y del comportamiento reproductivo determinan, respecto a lo que es la libre interpretación y desarrollo que asume cada persona. Y desde esa decisión cada uno se proyecta social y políticamente. Y Brigitte lleva su argumento más allá cuando cuestiona si la condición anatómica es lo que debe definir los roles y los oficios, por encima de las posibilidades de ser, de acuerdo a la conciencia y la voluntad de cada uno. La pregunta que formula en sus propias palabras es “¿Qué tanto por una evidencia genética, anatómica o fisiológica podemos definir el papel que una persona juega en la sociedad? Si puede votar o no, por ejemplo, si puede ser gerente de un banco, si puede ser una científica rectora de una universidad, como la Doctora Dolly Montoya lo es. Lo que estamos reiterando en el presente es que la comprensión de nuestra identidad de género no está amarrada en ningún sentido a lo biológico”.

Con esta reflexión Brigitte explica la rebelión frente a las concepciones estáticas y convencionales que se han traducido históricamente en restricciones al ejercicio de la ciudadanía y los derechos para miles de personas que han sido objeto de invisibilización y discriminación. Se trata de una explosión que se inició con los movimientos feministas de los años 50, que ha permitido una reconfiguración del mundo de los derechos y que ha abierto el camino para que las personas que viven una diversidad de realidades en materia de sexualidad y de género puedan asumir el camino de trascender la angustia y el sufrimiento de entrar en conflicto con sus propios impulsos y naturaleza, por no encajar en el molde rígido masculino/femenino.

Aunque hoy siguen existiendo prejuicios y discriminaciones que ejercen una presión social, se han abierto espacios para que las personas transiten con mayor libertad hacia el encuentro consigo mismas, asumiendo sus procesos personales con mayor tranquilidad.

Brigitte señala que queda mucho camino por recorrer para llegar a la posibilidad de explorar el cuerpo y la sexualidad desde la verdad que hay en cada uno, dentro de una ética y una responsabilidad que son la clave de las relaciones personales y sociales. Y que en ese camino es necesario pensar en procesos educativos que favorezcan la libertad de definir en la cotidianidad la sensibilidad para encontrarse a sí mismo, con plena conciencia y tranquilidad, y prevenir la enfermedad mental que viene de la represión de la sexualidad.

Proponiendo que el fortalecimiento del ejercicio de la democracia debe alcanzar la posibilidad de que cada ser humano pueda expresarse en toda su potencia para contribuir éticamente a la comunidad y a la sociedad, Brigitte concluye con estas palabras: “Hay un reto gigantesco en la educación para construir esas categorías identitarias, para explorarlas, y además para garantizar que en la medida que todos y todas lo podemos hacer, adquirimos poder colectivo. No estoy diciendo que volvamos la construcción de categorías identitarias un himno a las individualidades y al libertarianismo, no, al contrario, es la búsqueda de otras solidaridades, de otras conexiones entre las personas, que pueden ser más sutiles y que, insisto, en este momento de la historia probablemente sean más importantes para afrontar el cambio climático, para afrontar las pandemias, para afrontar la crisis colosal a la que estamos avocados”.

(FIN/FCV)

19 de abril de 2021