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El Teatro Carlos Vieco había sido escenario, sobre todo, de poesía y rock. Foto: Alcaldía de Medellín – tomada de bit.ly/3rYVuV

 

Analistas coinciden en que luego de años de abandono el espacio no puede perder su esencia y legitimidad. También, que su programación debe ser constante, pensada para la familia y que su reactivación es necesaria, sobre todo en el contexto de una pandemia que ha limitado la actividad cultural.

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Después de siete años sin ser intervenido, el Teatro Carlos Vieco, ubicado en el Cerro Nutibara volvió a ser inaugurado. Fue mejorado técnicamente, incluye rampas de acceso para personas con movilidad reducida y cuenta con un aforo de unos 1500 espectadores. La inversión fue de 9700 millones de pesos, según la Alcaldía de Medellín.

Que funcione una organización cultural como el Teatro Carlos Vieco significa un aporte en términos de beneficios sociales y culturales, según Nora Espinal, profesora del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la UNAL Medellín. Para ella es indudable que ese escenario desempeñó un rol importante en la medida en que se constituyó como un espacio de encuentro, de diálogo y cohesión de la juventud que consolidó rasgos y maneras de habitar la ciudad, las cuales se configuran como su identidad.

“Las manifestaciones culturales irrumpieron con mucha fuerza a finales de los 80, unos años aciagos en la ciudad en los que estábamos casi que arrasados por el narcotráfico y la violencia, también tienen un impacto económico y por eso la atracción de turistas. Toda esa demanda de bienes y servicios generaba rentas y empleos formales e informales”, explica a propósito del área de conocimiento que investiga: la economía de la cultura.

Y más allá de eso, fue un espacio para la concordia, por lo que, de acuerdo con Gabriel Jaime Franco, poeta fundador del Festival Internacional de Medellín, “es imperdonable que lo hayan dejado abandonado de esa manera”. Con certeza afirma que la reapertura del Teatro Carlos Vieco es una de las mejores noticias, en años, para la ciudad”. Él está totalmente de acuerdo, pues manifiesta que la expectativa es volver a desarrollar allí el evento.


Oportunidad para reivindicar la memoria del Teatro

Para Jorge Melguizo, consultor en cultura y gestión pública y exsecretario de Cultura Ciudadana de Medellín, hay una juventud que no tiene una referencia importante del Carlos Vieco, pese a que a finales de los años 80 e inicios de los 90 fue fundamental, pues por allí pasaron bandas de Medellín como Ekhymosis, Perseo o Juanita Dientes Verdes.

El Teatro Carlos Vieco “no solo se llenaba, sino que se reventaba de gente que iba a escuchar poesía y la sorpresa mayor era para invitados internacionales por el hecho de que en un sitio como este al aire libre e incluso en medio de la lluvia se reunieran unas 4000 personas montadas hasta en los árboles para escuchar durante cinco horas poetas que ni siquiera conocían”.

Según él, el Teatro ha sido un escenario con buenos y malos momentos, como lo fue el descuido del cerro Nutibara, la “desidia” de administraciones municipales y el abandono que, cree, se debió a varios aspectos como el miedo, dado que muchos sitios de Medellín se convirtieron en lugares de dolor por la violencia que también diezmó proyectos culturales. Hasta ahora, considera, la ciudad está recuperando la noción del espacio público. Afirma que debe reconocerle a Amalia Londoño, la ex secretaria de Cultura de Medellín, “que haya logrado sacar adelante el proyecto de recuperación con muchas dificultades”.

El gran reto con respecto al sector ha sido y será, cree Franco, que los gobernantes comprendan que la “cultura es parte sustancial del desarrollo de los pueblos. Si esta ciudad no está peor es por eso, es lo que ha hecho que sea visible ante el mundo y que no se hunda en una depresión profunda”.


Abierto y sin burocracia

Como lo dice Franco, por su concepto democrático el Teatro Carlos Vieco se convirtió en una especie de símbolo para el Festival Internacional de Medellín al ser un espacio abierto al público. En ese sentido, el cierre significó un golpe muy duro para la ciudad, “porque la gente iba a un sitio que le pertenece, lo que es una belleza. La democracia que significaba, de pronto quedó rota”.

Aunque la Alcaldía de Medellín ha manifestado que la obra se entregó para el servicio de la ciudad, de la música y la cultura, Franco comenta que hasta ahora no conoce cómo se va a administrar. Si se le entregara esa tarea a una empresa privada, ejemplifica, sería probable que las virtudes que tuvo se pierdan en razón de las utilidades. Si pierde la característica de que la gente fuera no a algo que le era ajeno sino propio sería muy grave y un daño si no es para la ciudadanía, y esperaría que el sector cultural responda de manera franca porque eso no lo podemos permitir”.

En la columna de opinión Un nuevo Teatro Carlos Vieco, publicada en El Colombiano el 21 de julio de 2021, el crítico Diego Londoño plantea que además del uso que se le dará a ese espacio cultural a partir de su reapertura, lo que debe inquietar es “no volver a repetir la historia”.

“Primero, que no sea un imposible querer tocar allí, que la gestión para bandas, colectivos, festivales no sea una burocracia imposible, que se logre y se le dé uso a tantos años de ausencia. Queremos que el lugar resuene nuevamente. Y segundo, hacer veeduría ciudadana a su estado. El teatro quedó enmohecido por falta de cuidado, se dejó a merced de la naturaleza y eso lo llevó a perderse entre el sol, el agua y la falta de cuidado estatal. El mantenimiento es vital para no repetir esta historia que le costó muchos años a la música de la ciudad”, indicó en su texto.

Al respecto, Melguizo expone que, en general, con los espacios culturales hay riesgo de la “mala burocracia”. En ese sentido, el Carlos Vieco, como los demás equipamientos de este tipo requieren de esquemas de gestión “muy fuertes” en los que se tendrían que conjugar tres visiones.

Una es la del gobierno de la ciudad, pero no solo de la secretaría de Cultura porque puede llegar a ser de incumbencia de la de Inclusión, de las Mujeres o del Instituto de Deportes y Recreación de Medellín, por ejemplo. Otro es adherirse a la opinión y participación de la comunidad que pueden aprovechar esos espacios culturales, y la tercera visión es incluir al sector privado y al que “mueve” la circulación cultural como la feria de música Circulart.


Vital y lleno de posibilidades

El nuevo Carlos Vieco debe ser una oportunidad para muchas formas culturales, cree Melguizo. “Allí todos los domingos tendría que haber programación. Puede ser circo, danza, títeres, artes escénicas, música, poesía. Podrían pasar muchísimas cosas para la familia, es un escenario espectacular. Pero se debe pensar también de noche, que es mágico. Por ejemplo, pueden presentarse cortometrajes; es un espacio para múltiples posibilidades”. Lo dice, además, porque es un lugar que es bien acogido a diferencia de otros como el Cerro El Volador, que no es de fácil acceso y durante años ha cargado con el estigma de la inseguridad.

Además de afortunada, la reactivación del teatro Carlos Vieco es necesaria y pertinente, según la profesora Espinal: “en esta pandemia, con absoluta seguridad, el sector más golpeado es el cultural, porque se trata de consumos colectivos y representa una conexión con el disfrute y la emoción estética, por eso celebro la apertura, porque el arte es un bálsamo para la vida, la mente y espíritu, y nos ayuda a construirnos como personas”.

A Franco le gusta citar una frase del poeta cubano José Martí, y que él hace extensiva a la cultura y al arte en general:“Palabras más, palabras menos, decía que la poesía es más necesaria a los pueblos que la industria misma porque esta les da el deseo y la fuerza de sobrevivir”.

(FIN/KGG)

9 de agosto de 2021