Escudo de la República de Colombia
A- A A+
María Adelaida Jaramillo considera que las instituciones deben trazar rutas y que lo cultural es un proceso de largo aliento. Foto: cortesía María Adelaida Jaramillo González.

La cultura le ha generado satisfacciones permanentemente. Disfruta los proyectos que realiza y de cada día que pasa, esa es para ella la sensación que avala y reafirma la valía de su labor, aquella con la cual da lo que le gusta recibir de los otros: la alegría, la misma que transmitía en los escenarios luego de los conciertos que ofrecía y que el público le devolvía en los aplausos. Es la actual coordinadora de la Red Cultural de la UNAL Medellín.

---

“La verdad yo no sé de dónde salió ella música (risas). En mi casa el que más la disfrutaba a nivel de escucharla era mi papá, que prefería los boleros. En esa época me provocaba quebrarle la guitarra porque se sentaba a darle al mismo acorde por horas y horas y horas perfeccionando la técnica, pero nos iba como enloqueciendo a raticos (risas)”, cuenta Juan Camilo Jaramillo González, hermano de María Adelaida Jaramillo González.

Ella sí sabe de dónde surgió el interés por la música o, por lo menos, recuerda el cómo. La motivación inicial se la debe a su mamá, quien la inscribió en clases de tiple, cuando tenía unos siete años, junto con su hermana Nhora, quien abandonó ese camino. María Adelaida persistió y años después —siendo colegiala— conformó un grupo musical con algunas amigas. Era la época de apogeo de la canción protesta y del teatro político.

Un día cualquiera, siendo ya adolescente y hurgando en los discos de su papá, encontró uno de guitarra clásica. “Pero caramba, este instrumento tiene tantas posibilidades y uno dedicado a surrunguear (risas) canciones populares, a cantar, cuando la guitarra puede hacerlo por sí sola. Ahí me decidí: quiero aprenderla a tocar”, recuerda que dijo para sí. Ingresó, por iniciativa propia, al Instituto Musical Diego Echavarría.

La guitarra ha sido su compañera de toda la vida, fue su refugio incluso ante decepciones como la economía, la primera carrera universitaria que cursó y sobre la cual, al cabo de unos tres semestres, supo que no era lo suyo. Lo que sí, la música. Lo supo desde siempre y la estudió en la Universidad de Antioquia (UdeA).

María Adelaida ha hecho parte de dúos y cuartetos de guitarra y de agrupaciones corales como el Grupo Vocal de Cámara de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia, la Coral Tomás Luis de Victoria, el Estudio Polifónico de Medellín y Los Gatos Coro. Este último un poco menos formal y conformado con varios de sus amigos.

En cierto modo la ha atravesado como persona. El hecho de ‘surrunguear’ durante horas, dice su hermano, la hizo perseverante y, como él la describe, “muy juiciosa”. Para preparar el examen de graduación como maestra en música, cuenta, ella se preparó durante ocho horas cada día de la semana. Eso, dice con semblante jocoso, “ya en la casita de ella, afortunadamente (risas)”.

***

Como la música, el hermano de María Adelaida cuenta que desde muy temprano en su vida ella demostró la capacidad para la gestión. Y ese salto lo dio para trabajar en asuntos relacionados con la cultura desde cargos administrativos y docentes en la Universidad de Antioquia, la Universidad Pontificia Bolivariana y la Escuela Popular de Artes.

“Por una cascarita de esas del destino (risas) terminé trabajando en gestión cultural y en políticas culturales”, cuenta María Adelaida. Después de laborar en la docencia ejerció como directora de Extensión Cultural en la UdeA; fue directora del Departamento de Cultura de Antioquia, ahora denominado Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia, y subdirectora de Artes del Instituto Colombiano de Cultura (Colcultura) transformado luego en el Ministerio de Cultura, donde fue nombrada como asesora para el desarrollo del Sistema Nacional de Formación Artística y Cultural.

Trabajó allí unos cuatro años y regresó a Medellín para laborar de nuevo en Extensión Cultural en la UdeA. “Las políticas culturales, pero también la universidad como proyecto han sido, para mí, una clave fundamental en muchos años. Esa articulación es una preocupación de siempre y un asunto al que he tratado de contribuir. El efecto multiplicador que tiene es muy grande”, dice.

María Adelaida es especialista en Gerencia del Desarrollo Social, además de magíster en Gestión Cultural y en Gobierno y Políticas Públicas. Estudiar le ha representado un gusto, y desde que era niña adquirió una comunión artística con la vida y a partir de eso cultivó su potencial, no solo en el terreno de lo personal sino de lo profesional, cuenta Lucila Vélez, amiga suya desde hace más de 50 años, cuando fueron compañeras en el Colegio La Enseñanza.

A veces María Adelaida se pregunta: ¿Uno gestiona para qué? ¿con qué sentido y propósito? La respuesta está en sus experiencias, en la medida en que las políticas culturales se convirtieron para mí en algo relevante. El trabajo en la Gobernación de Antioquia y en el Ministerio de Cultura le mostró la realidad del país y volver a la Universidad la puso en una óptica muy distinta: garantizar agenda, pero sabía que no podía ser la única preocupación.

Las labores que comenzó para conformar la Red Cultural de la UNAL Medellín fue un proceso inicial de acompañamiento, conversaciones con invitados con lo que se constituyó un diagnóstico y luego se conformaron seis nodos a partir de un inventario que se había realizado. La materialización de parte de sus esfuerzos y los de su equipo se pueden conocer en el micrositio https://redcultural.medellin.unal.edu.co/ desde el cual se puede acceder al campus cultural virtual.

Janeth Posada Franco, jefe de Publicaciones de la UNAL Medellín la conoce desde 2019, cuando se inició el proceso de la Red Cultural, pero tiene referencias de su trabajo como directora de Extensión Cultural de la UdeA. El tiempo que han compartido, dice, “ha sido enriquecedor porque ella tiene una visión muy amplia del trabajo cultural. Puede estar pendiente de la cosa más pequeña, pero siempre tiene a la vista el gran panorama estratégico, y uno se queda sorprendido de la capacidad de trabajo, de análisis y práctica para desenredar los nudos que se generan, además de la de movilizar a las personas”.

***

De María Adelaida, su hermano Juan Camilo destaca la inteligencia, porque dice que, en la época del colegio, por ejemplo, era la que menos estudiaba, pero a la que mejor le iba académicamente. Curiosa, inquieta socialmente y con gran capacidad para convocar. Hace varios años motivó a la familia para crear un coro, a cada miembro lo puso a cantar villancicos “con mucha disciplina”, dice él.

Quienes la conocen coinciden en que es de carácter fuerte pero muy cálida. Sonríe mientras habla y ha tenido, desde siempre, una actitud de liderazgo, como lo reconoce Lucila, con quien ha compartido el disfrute por la literatura, el teatro, la tertulia, las huertas y los ambientes tranquilos. Por lo general gozan los planes no premeditados “y las expresiones de la cultura humana (propias del arte), inquietudes de las que ella especialmente era una abanderada”, recuerda.

Como amiga es leal, solidaria, presente y pendiente, según Lucila, y a esas cualidades Juan Camilo le añade que es dedicada y amorosa, sobre todo, con su hijo y su nieto. Ambos coinciden en que se ha caracterizado por ser juiciosa, y de amplia cultura general.

Hay claves que María Adelaida resalta de sí misma y de su búsqueda. Una es pensar más allá de lo inmediato: “Sé que la vida es ahora, que no podemos predecir nada, pero no se puede perder la posibilidad de hacer cosas que permitan, en el mediano o largo plazo, cumplir metas y transformar alguna realidad. Cuando uno se queda en el ‘ya’ pierde perspectiva y horizonte”.

Sin embargo, la más importante, la imprescindible, es la libertad: “Sentir que tienes alas en todo momento, que puedes proponer cosas o ayudar a resolver problemas culturales. Cuando me las cortan me siento fatal”, dice.

Y la sensación de libertad no podría dársela algo distinto a la música, especialmente la instrumental, “la que no tiene texto, sino un conjunto de melodías que se enlazan y que van volando ellas mismas”, afirma. “Si hay algo que me ha permitido sentir esa libertad es el gran interés que tengo por la música barroca, de la época de Bach, Vivaldi o Händel, que es compleja”, agrega. Esa fascinación la ha llevado a la búsqueda de la interpretación del laúd, ese bello instrumento antecesor de la guitarra con el que sueña y se emociona cada día de su vida.

Compara la vida y el trabajo con lo que denomina las variadas texturas de la música. La música monódica, como la gregoriana, en la que “todos cantan una misma línea melódica”; la homofónica, como las canciones populares en las que la voz que lleva la melodía sobresale en medio de un acompañamiento vocal o instrumental de tipo armónico y la polifonía, en la que “todos tienen la misma importancia porque cada uno lleva la melodía en algún momento”, explica.

“Eso tiene sentido frente a lo que uno desarrolla como proyecto de vida, porque las políticas culturales se construyen entre todos. Es inherente la participación y la pluralidad de las voces que construyen un consenso”, asegura. La polifonía es, para ella, no solo la mejor manera de hacer y disfrutar la música, sino también de disfrutar y asumir la vida.

(FIN/KGG)