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Cuando Sonny Jiménez Arbeláez y sus tres hermanas bajaban por la Avenida La Playa, la ciudad se escandalizaba, eran unos bichos raros en Medellín. Las señoritas Jiménez iban a estudiar, sí, a estudiar en la universidad. Las Jiménez crecieron convencidas de que las mujeres podían y debían educarse igual que los hombres y para los años 40, cuando rondaban los 20, eran la novedad en los claustros universitarios.

Nacida en 1922 y con apenas 19 años Sonny Jiménez ingresó a la Escuela Nacional de Minas, hoy Facultad de Minas de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín para formarse en ingeniería, en 1941. Cinco años más tarde se recibía como la primera Ingeniera Civil y de Minas del país, siendo una de las mujeres que a mediados del siglo XX desafió los cánones sociales y se graduó de una universidad, además pública.

“Mi mamá era la que llevaba la disciplina en la casa y siempre fue un ejemplo para nosotros con su idea de que todas las mujeres debíamos estudiar, siempre nos mostró que tener una profesión era importante para la vida y para ser independientes”, cuenta una de sus hijas, la matemática Débora Tejada Jiménez.

Inquieta y siempre con ganas de más Sonny viajó a Estados Unidos donde, en 1948, se graduó como Master of Science in Civil Engineering, en el Carnegie Institute of Technology en Pittsburgh. Años más tarde, en 1976, cuando sus cinco hijos, producto del matrimonio con el ingeniero José Tejada Sáenz, ya estaban grandes, obtuvo un máster en Planeación Física Urbana de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín.

Sonny fue una liberal activa y comprometida, estudiante excepcional, madre y esposa sin tacha, pero lo más importante, un ejemplo a seguir para las mujeres en Colombia y quien abrió para sus congéneres las puertas de un universo, hasta ese momento (1941), restringido: la academia, específicamente en las áreas de la ingeniería.

Una mujer decidida y convencida de sus ideales, disciplinada y de buen carácter, era el alma de la casa y de la fiesta porque además de sus logros profesionales Sonny cantaba y tocaba la guitarra con maestría. Su hija Débora la recuerda por los consejos: “siempre me dijo que la matemática no hay que memorizarla, simplemente si la entiendes ya no se te olvida”; pero también la rememora entonando bambucos en las reuniones familiares. “cuando uno la veía así, uno no pensaba que era ingeniera”, comenta.

Sonny Jiménez trabajó fuertemente con la Asociación Profesional Femenina, la cual apoyaba e incentivaba a las jóvenes que querían estudiar una carrera. En su tesis de pregrado habló de la construcción de un teatro al aire libre en el Cerro Nutibara; en 1977, exactamente en el mismo sitio que ella escogió se ubicó el Teatro Carlos Vieco. Entre 1968 y 1970 fue diputada de la Asamblea de Antioquia y en el 75 fue secretaria de Servicios Administrativos de la Alcaldía de Medellín, desde los cargos públicos lideró cambios en el ordenamiento urbano de la ciudad como su división en comunas.

En 1986, cuando la Facultad de Minas se hizo centenaria, la ingeniera Jiménez gestionó gran parte de los recursos para conmemorar la efeméride, gracias a ellos se fundó Prodeminas y la Universidad Nacional de Colombia adquirió la finca Las Mercedes.

El 3 de mayo de 2014, a sus 92 años, Sonny Jiménez de Tejada falleció, según su hija Débora, de viejita. Aunque de cuenta del Alzheimer sus recuerdos se disiparon y pareció mudarse a otro planeta, Sonny jamás perdió la inteligencia y hasta sus últimos días bromeó con sus familiares y les hizo entender que estaba allí.

La memoria y el legado de la primera Ingeniera Civil y de Minas del país seguirán fuertes durante muchos años más. Hoy vale la pena recordarla y tener presente uno de los valiosos consejos que la mantiene viva: “en este momento mi mamá diría que las mujeres podemos hacer absolutamente todo, no hay nada que tengamos vetado porque nosotras contamos con la capacidad intelectual y física para hacer lo que nos propongamos”.