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Historiadora, magíster en Historia y doctora en Historia de América Latina, la profesora Ana Catalina Reyes Cárdenas lleva esta disciplina en la sangre y a la Universidad Nacional de Colombia en su corazón. Convencida de que la educación es la gran gestora de cambios sociales, la docente, investigadora y apasionada por la literatura, fue, en 1983, la primera mujer egresada de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la U.N. Sede Medellín.

Entre la docencia, la investigación histórica —porque Ana Catalina Reyes no concibe un historiador que no investigue—, la lectura y la escritura, la profesora fue consolidando su formación, siempre atravesada por la Universidad que la vio crecer y hacerse profesional. Como una de las protagonistas de esa generación que entre los años 70 y 80 creyó posible cambiar el mundo, y trabajó para ello, empezó a estudiar Historia en la U.N. Sede Medellín, una carrera que le permitió mirar la sociedad de una manera crítica y le ayudó a confirmar ese pensamiento que ha defendido toda su vida.

“Yo siempre creí que la sociedad en la que vivíamos era inequitativa e injusta y que había que transformarla, y entendí que la única forma de hacerlo era a través de la educación y de la educación pública que abre el acceso y permite la movilidad social”, sostiene con firmeza. Y agrega que el país estaría mejor si sus dirigentes hubiesen entendido la importancia de fortalecer la educación pública de calidad y de financiarla en todos sus ciclos.

Conoció de cerca la izquierda y tomó la decisión de no vincularse nunca a organizaciones políticas y de no alinearse a corriente alguna; “decidí en cambio que sí iba a militar en la defensa de la educación pública”, comenta. Y lo hizo. Dedicó su vida a la investigación, a la docencia, a la producción académica y a la Universidad Nacional de Colombia donde, según ella, transcurrió alrededor del 60% de su vida, o más.

Ana Catalina tuvo la fortuna de estudiar con otras compañeras: Mardala, Bertha, Elena e Isabel, sin embargo fue ella la primera en obtener el título de historiadora. Tras graduarse con una tesis meritoria sobre el Gobierno de la Unión Nacional, la Universidad le entregó una beca para continuar sus estudios de posgrado, entonces, mientras hacía su maestría, escribió sobre la vida cotidiana, la familia y las mujeres de esa Medellín de finales del siglo XIX y principios del XX.

A propósito de las mujeres, reconoce que respecto al rol femenino en la ciencia y la academia se han dado pasos enormes pero es insistente en que todavía el camino de la igualdad, los derechos, las oportunidades, los reconocimientos salariales y los cargos académicos y administrativos, todavía falta un largo trecho por avanzar.

Como estudiante fue testigo directo del desarrollo del movimiento estudiantil que luchó por la educación pública en Colombia, fue una de las protagonistas de esos años efervescentes cuando la capacidad de soñar y la idea de transformar el mundo movilizaba grandes masas; pues se pensaba que desde un proyecto universitario era posible transformar el país y lograr una sociedad más justa.

“Después, como profesora, me tocaron las comisiones de estudio y toda la reforma que incentivó con reconocimientos la capacidad para producir, para publicar, para investigar”, señala. Así continuó con la defensa de la educación, generando con sus investigaciones conocimiento útil a la sociedad.

Se doctoró en la Universidad Pablo Olavide de España, con un trabajo sobre los procesos de independencia y de formación de nación en el virreinato de la Nueva Granada entre los siglos XVIII y XIX. Pero volvió a su alma máter donde dirigió un grupo de investigación, fue cuatro veces decana de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas y Vicerrectora de la Sede Medellín, entre otros cargos que por modestia omite.

En diciembre de 2015, satisfecha por la labor cumplida y por haber sido parte de un proyecto académico, intelectual y de defensa de la educación pública con excelencia, la profesora Ana Catalina entregó el cargo de directora del Centro de Idiomas de la Sede para retirarse finalmente de la Universidad, aunque considera que no es posible desvincularse completamente de la academia; de hecho, dos años después de jubilarse está dedicada a la literatura, a escribir sobre historia y a asesorar tesis de maestría y doctorado.

Agradecimiento, ese es el sentimiento que la embarga cuando se refiere a la U.N., su segunda casa y el pedazo del paraíso en el que se hizo. “La Universidad me dejó gran experiencia de vida, conocí generaciones de jóvenes convencidos de que la educación es el camino, me dejó una entrañable relación con compañeros y amigos de toda una vida, me legó como gran enseñanza la riqueza que tiene la gente de este país, me permitió ser testigo de cómo las ganas, la tenacidad y el empuje pueden vencer grandes dificultades. Y me dejó el encanto de haber aprendido a trabajar con mujeres de gran entereza, valor y compromiso”, enumera la profesora con su paciencia de historiadora.

Medalla al Mérito Universitario, premio a la Excelencia Académica y reconocimiento como Profesora Emérita son algunas de las distinciones con las que la Universidad Nacional de Colombia le ha agradecido a la profesora Reyes su compromiso con la Institución. Frente a tales honores ella solo consigue decir que si pudiera le daría más. “Para mí la Universidad Nacional ha sido mi proyecto de vida, para ella tengo solo palabras de agradecimiento y de reconocimiento. Fue mi familia, mi casa, mi espacio y de ella he recibido todas las oportunidades. Yo realmente siento que ha sido mi vida”.

27 de marzo de 2017