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El país debe enfocarse en la productividad, no en la mano de obra, es una de las reflexiones de académicos ante un reciente estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre las naciones donde más se labora. Colombia alcanzó las 44,2 horas semanales, seguido por México (43,7) y Honduras (43,6). En este artículo las preguntas son en torno a los desafíos en la materia, en qué va la ley para reducir la jornada laboral al 2026, cómo se ha tejido el concepto de trabajar y por qué ha sido tan importante, incluso, a nivel cultural.

 

Colombia superó a México y a Honduras en número de horas que trabaja: 44,2 a la semana. Foto de iStock.

 

La situación que traza el hecho de que Colombia sea el país en Latinoamérica que trabaje más horas tiene sus bemoles. Según Laura Moisá Elicabide, profesora del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la UNAL Medellín, una de las dificultades del informe de la OIT es que cobija únicamente la jornada laboral legal, sin incluir la informalidad y a trabajadores como domiciliarios o empleadas domésticas internas quienes tienen contratos laborales informales y pueden trabajar durante más horas.

Para Omar Alonso Urán Arenas, doctor en Planeación Urbano Regional y docente del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad de Antioquia, es preciso preguntarse quiénes son esos que más trabajan, no asumir el dato como uno generalizado. Se pregunta, también, por la generación de riqueza. En contextos como el colombiano, menciona, en la discusión hay que tener en cuenta la corrupción, “que es apropiarse de la riqueza de los otros a partir de artimañas y aquí tenemos también grandes niveles de redes de explotación dominadas por combos, bandas y mafias. Lo que encontramos es que el país realmente tiene una estructura social altamente polarizada y desigual. Las personas que más trabajan son las que logran menos ingresos”, afirma.

Fabio Arias Giraldo, presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) también se pregunta quiénes son los que más trabajan y responde: “El problema difícil del porqué la extensa jornada de trabajo está, en primera instancia, en el sector informal y en la contratación informal, como es el caso de los conductores de transporte público, que es gente que trabaja mínimo 14 horas diarias y su relación contractual es supremamente precaria, se les paga fundamentalmente por lo producido y eso significa que no hay una relación laboral real”. Añade que tampoco la tienen quienes trabajan en el campo, “que laboran de sol a sol”.

Sobre ese tipo de labores, menciona el sindicalista, hay que llamar la atención para la vigilancia y el control porque son trabajos vinculados a la producción y al fortalecimiento económico del país. Para él, hay que definir un número idóneo de horas laborales; sin embargo, considera que ese es un tema delicado y un punto al que hasta ahora no ha llegado el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane).

Hay otras dificultades, expone la profesora Moisá Elicabide, como los factores demográficos, la reducción de la natalidad, la disminución de la juventud matriculada en la educación superior, así como el concepto y las formas de laborar que están adquiriendo las nuevas mentalidades.

Colombia, aún rezagada

Que Colombia esté entre los países que más trabaja en Latinoamérica es un indicador que se viene repitiendo desde hace más de 15 años y la mayoría de las veces también ha estado en ese margen junto con México, según Arias Giraldo.

Actualmente, en el siglo XXI, varios países en el mundo han implementado tecnologías que les han permitido reducir las jornadas laborales por periodos hasta de seis horas, manteniendo o aumentando la producción de bienes o servicios, mientras que Colombia permanece con la jornada que ganó tras las luchas de inicio del siglo XX, de acuerdo con la docente Moisá Elicabide.

El modelo existente en el país se basa todavía en la mano de obra y no en la productividad. Cuando la estructura laboral se maneja de esa forma, explica la profesora, es el trabajo el que está centrado en la creación de riqueza. De ese modo, cualquier cambio en las relaciones y derechos laborales o en la jornada significa un aumento en los costos de las empresas. “Eso en el siglo XXI no debería suceder”, enfatiza.

Agrega que hay casos denominados como icónicos y uno de ellos es el de Chile, país que maneja el concepto más neoliberal en la materia y que logró reducir la jornada laboral, pese a que el impacto no es tan “grueso” aun cuando tiene un enfoque en la productividad.

Sobre la ley que está cursando para reducir la jornada al 2026

Que exista la ley es interesante, según la docente Moisá Elicabide. Sin embargo, aún hay problemas con el pago de horas extra, situación que se supone debe mitigar la reforma laboral. Es decir, formalmente, hay una reducción pero el tiempo adicional trabajado no se pagan como se debería.

Para ella, si bien reconoce que hay un avance, considera que Colombia debería abrir el debate para reducir la jornada a 40 horas y de laborar de lunes a viernes para liberar el sábado, lo que no es posible con las 46 horas que se trabajan actualmente. “Eso, conceptual, técnica y humanamente, significaría una cosa tan simple como que las personas puedan descansar un fin de semana y tendría un impacto social interesante frene a los problemas, por ejemplo de cuidados, que estamos teniendo”.

Para Arias Giraldo la medida también es positiva. No obstante, considera, hasta ahora hay dificultades en la aplicación de la primera hora que se estipuló en 2023, según él, porque ha habido empresarios que no la han querido implementar. “En julio que empiece a regir la nueva hora se vuelve más significativo, pero va a haber conflicto porque los empresarios están renuentes a aplicarla y en el Ministerio (de Trabajo) no ha habido una circular precisa”.

Desafíos para la jornada laboral en Colombia

Para la profesora Moisá Elicabide, el país debe hacer una transformación y orientarse a la productividad, dado que esto le permite al trabajador laborar menos, pero con condiciones más “decentes” para generar riqueza mejor distribuida tanto en recursos económicos como en tiempo. “Esa discusión es clave. Colombia no debe seguir enfrascada en temas de costo o tiempo laboral, cuando tenemos que hablar de una reformulación y reconstrucción de una estructura productiva”.

Orientarse a la productividad es factible, pues expone que el país cuenta con maquinarias y procesos productivos que pueden ser mejores desde ese modelo y en el que pueden darse mejoras con inversiones y tecnologías en desarrollo, más “no con mantener bajos los costos de la mano de obra para mantener las utilidades de las empresas.”

¿Cuándo se volvió tan relevante el concepto del trabajo y su ejercicio?

El trabajo es un concepto de construcción cultural, cuyo auge y crecimiento capitalista se debió a una motivación religiosa, de acuerdo con el docente Urán Arenas. Dice que, en el norte de Europa, el calvinismo, llamado también cristianismo reformado, que es un sistema teológico protestante, consideraba que el trabajo era un vehículo para acercarse a Dios. Les significaba virtud, no una posibilidad para enriquecerse. La perspectiva del trabajo desde la productividad es una mirada anglosajona y en Latinoamérica viene de La Colonia, época de la servidumbre y la hidalguía.

Añade que han quedado indicios en la literatura y lo han mostrado autores como Tomás Carrasquilla, cuyos escritos exponen que la ambición de riqueza no es para acumular, crear más fábricas y producir, sino que gran parte del dinero es para la ostentación y esa es parte de la cultura en la que se ha tejido la visión más reciente sobre el concepto y la finalidad del trabajo.

Culturalmente, agrega, Colombia y Latinoamérica no han superado el patrón cultural de la Colonia, que sigue laborando como un medio para generar riquezas y, a la vez, liberarse del trabajo, lo que genera “una clase muy elitista”. Sin embargo, es también una cultura relacionada con “trabajar muy duro para pagar las deudas”.

El docente también reflexiona sobre la concepción de las nuevas generaciones acerca del trabajo, marcada por las motivaciones personales y del disfrute. Está de acuerdo en que la premisa del trabajo no debe ser solo el dinero, también procurar por una vida auténtica y digna y en eso tiene parte de la responsabilidad el Estado y su capacidad para coordinar la acción social.

Finalmente, para el profesor, Colombia tiene la responsabilidad de la productividad en los profesionales y considera que el país está en deuda de revalorizar los oficios, de adquirir una política del reconocimiento del otro, “no como un subordinado, sino como un ser humano, no para aplaudir y tener miedo, y ahí está un gran desafío con respecto al cambio cultural”.

(FIN/KGG)

6 de mayo de 2024