Sentirse campesina es enorgullecerse de este título de amar el campo, de respirar ese aire sin contaminación, de trabajar, cultivar productos de toda índole para generar abastecimiento a la ciudad, más que todo dar ejemplo, de luchar por sacar proyectos agrícolas abriendo las puertas para las futuras generaciones, cuidar el ambiente es cosa de obligación y si no pobre Colombia cuando falte la arborización. Tener sus propios productos para una alimentación no viviendo de empacados que dañan nuestra salud.
Leocadia Achipiz viuda de Orjuela. campesina.
Entre muchos propósitos, el arte es un vehículo para comprender diferentes situaciones. Esa fue la apuesta de Estefan Romario Embus Orjuela, magíster en Artes Plásticas Visuales de la Facultad de Arquitectura de la UNAL Medellín, para quien, además, significó una excusa para regresar a su territorio, escudriñar lo que es ser campesino y reivindicar las prácticas artísticas en los procesos de aprendizaje.
Las actividades, los rituales, los imaginarios asociados fueron puntos de partida para la observación y el análisis de aquellas personas que suelen ser tan invisibilizadas por la sociedad, al punto de ser consideradas como los “nadie”, según el investigador, y que han sido las principales víctimas del conflicto, de acuerdo con el Informe final de la Comisión de la Verdad. La Plata (Huila) fue el escenario de desarrollo del estudio y de diferentes prácticas artísticas, desde una base para la exploración: el absurdo.
“No hay nada más objetivo ni metodológico que un diseñador, quien es una persona que se mueve a través de las cosas, especialmente desde la materia. Para mí el hecho de lo funcional y lo práctico ha tenido un peso muy fuerte en mi imaginario creativo. La manera más lógica que pude encontrar para entender lo cuadriculado fue convertir el absurdo como un hecho de sentido: hay momentos que son míseros o ninguneados, y si los observas con absurdo descubres que son una maravilla, un universo en donde se detonan cantidades de cosas que solo se pueden ver a través de las artes”, cuenta.
De esa forma, lo que pudo ver fue la naturaleza de aquello que forma parte del campesinado. No hubo para él otra manera de acercarse que desde el hecho de involucrarse, como lo hacen los campesinos, “porque son personas que valoran su trabajo, los espacios donde lo desempeñan”. Así pudo observar, como él dice, sin prejuicios, sin ego y sin apuros.
Se valió de manifestaciones de la tradición del folclor popular, de la percepción y del monte que se pega de la ropa. A la investigación basada en la práctica se fueron adhiriendo certezas e incertidumbres que desembocaron en el hacer a través de distintos recursos, como lo fueron el archivo documental y material, la gestión cultural, la memoria oral, la arqueología material, el storytelling y el proceso auto-etnográfico.
“El rastro”, “El tinto, la bebida campesina” y “Pueblo de escultores”
Así se llaman los tres capítulos de la investigación. El primero aborda el concepto del “campesino” y, según plantea el investigador en la tesis, es “desconsolador advertir con esta investigación que el sujeto campesino realmente es invisibilizado e ignorado, y no precisamente como un eufemismo”.
La labor campesina, su quehacer y su valor, incluso para el Estado, son explorados a partir de la literatura académica, pasando incluso por la Constitución Política de Colombia y por algunas canciones como El Finquero y El tal paro agrario de la agrupación Sol Naciente. De la primera una parte de la letra dice: “Para los finqueros, quisiera un rancho para vivir tranquilo, donde no lleguen apagón ni revolcones, que se respeten los derechos humanos”.
Tomarse un tinto es abrir el corazón de ansiedad y saborear este rico líquido pasando trago a trago, para disfrutar su delicado, sabor de nuestro café puro colombiano y de cepa.
Leocadia Achipiz viuda de Orjuela. campesina.
El ritual de tomarse un tinto como apertura al encuentro con el otro es importante para el investigador en su proceso perceptivo y creativo. Esto lo abordó en “El tinto, la bebida campesina”, que es el segundo capítulo. Sus reflexiones, plasmadas en la tesis, narran que esta bebida es relegada, junto con sus creadores, por el llamado “el mejor café”. Estas gentes campesinas son “unos nadies que mueven el mundo”.
El café del que habla dista de la finalidad de la producción moderna, que es la ganancia, mientras que para el sistema campesino es la satisfacción de necesidades. El investigador reivindica aquella preparación tradicional que la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia invisibiliza e ignora: el denominado café de olleta, cuya receta consiste en calentar 150 ml de agua, añadir entre 5 y 7 gr de café 100% colombiano de molienda gruesa, esperar 6 o 7 minutos a que se asiente, filtrar y disfrutar.
El estado del arte del tinto es “básicamente nada”, expresa el investigador, “pero cuando se busca qué hay detrás de ese productor, el café que siembra y que vale tantos dólares, es diferente al que se toma, que es la pasilla”. El tinto, afirma, tiene otros imaginarios y por eso hizo un compendio de actores alrededor del tinto. Esta búsqueda y narración la desarrolla en una serie de videos.
Finalmente, la idiosincrasia campesina se aborda en el último capítulo: “Pueblo de Escultores”, un territorio heredero del misterio de los creadores de los monolitos, estatuas talladas en roca como las del Parque Arqueológico de San Agustín y un sitio emplazado en la región del Valle del Cambis (Huila), donde se dan manifestaciones culturales y folclóricas.
Aquí se involucra la corporalidad de los campesinos, asociado al vestuario cotidiano. “Para el campesino, una cosa es vestirse para bajar al pueblo y otra cosa es vestirse para trabajar en la labranza, para trabajar en el campo. Es por ello que la ropa de trabajo es tan potente, porque a través de las ropas de trabajo el monte transita al cuerpo, lo reviste con un ‘amor seco’ singular”, menciona el investigador en la tesis. Amor seco es una planta científicamente llamada Bidens pilosa, que se adhiere a la ropa. En ese sentido, la reflexión que permiten algunas prácticas artísticas es que el campo es un ofrecimiento del cuerpo, para que se pegue lo que el monte ofrece al matachín.
Éste es un personaje relacionado con mitos y leyendas que se asocian a la música popular rajaleña. Es, según el investigador, una estatua viviente que representa al nadie campesino festivo e ignorado, pero que está presente y que “vibra en las calles”. En ese sentido, el vestido del matachín, para él, forma parte del performance de cómo se desarrolla el campesino.
La investigación mostró que, pese a los hechos dolorosos e históricos que ocurren y han sucedido en torno al campesinado, como el atropello a sus derechos o la exposición a la vulnerabilidad, hay escenarios para visibilizar a personas que cumplen un rol trascendental en la sociedad. Para Estefan Romario, este es un estudio que le duele, pero también que le interesa.
Recibir
Como creativo, le fue difícil pensar la plástica como investigación; sin embargo, las prácticas que empleó le resultaron naturales en la narración del arte, que derivó en exposiciones fotográficas a las que se vincularon niños, evaluaciones sensoriales, una video serie, esculturas, entre otras.
Esas formas plasmaron una búsqueda implícita y significativa del regreso al origen y a su comprensión, incluso, a partir de la intimidad, de la oralidad de su abuela y de su propio contexto, pues el investigador es de La Plata, el municipio donde desarrolló el estudio y las prácticas artísticas en torno al campesinado.
Fue, además, una forma de aprendizaje genuino y, aunque como ejercicio universitario, con una narrativa que rompe el modelo académico. De ahí que el aprendizaje fuese, a lo mejor, más valioso y significativo: “El conocimiento campesino es muy noble, sencillo, humilde. No es ambicioso ni egocéntrico”. Por esa razón considera que, al acercarse a una comunidad rural para abordarlos en un estudio, el investigador debe volver a lo básico, a los esencial, “porque uno se encuentra con cosas inesperadas y debería estar desarmado y dispuesto al absurdo, al encuentro con lo que sea que hay por ahí”.
Y además de esa disposición, tiene una certeza: “El arte es como si fuera un mutante que te deja gritar un poco de cosas sin decir nada”.
(FIN/KGG)
28 de octubre de 2024