Permanentemente, emprendemos procesos de aprendizaje con el fin de adquirir habilidades, conocimientos, destrezas y demás capacidades que nos permitan comprender el mundo, habitarlo y transformarlo. El camino puede ser simple o complejo, depende del mismo saber que se busca, los métodos formativos, el contexto, quien asume el reto de capacitar y el sujeto que aprende. Las rutas y las experiencias son infinitas, sin embargo, se ha convenido mundialmente, con la Declaración de los Derechos Humanos de 1948, que la educación es un derecho fundamental que debe ser gratuito, donde “la enseñanza elemental es obligatoria”. En Colombia, ¿qué entendemos por educación elemental?, ¿se está garantizando el acceso a toda la población?, ¿este nivel de formación se imparte con calidad?, ¿el proceso formativo prepara para la educación superior?

Colombia, en la Constitución Política de 1991, establece en su Artículo 44 la educación como un derecho fundamental para niñas y niños; a su vez, en el Artículo 67, señala que “la educación es un derecho de la persona y un servicio público que tiene una función social; con ella se busca el acceso al conocimiento, a la ciencia, a la técnica, y a los demás bienes y valores de la cultura. La educación formará al colombiano en el respeto a los derechos humanos, a la paz y a la democracia; y en la práctica del trabajo y la recreación, para el mejoramiento cultural, científico, tecnológico y para la protección del ambiente”.
La profesora Lorena María Rodríguez Rave, normalista superior, licenciada en Educación Básica con énfasis en Matemáticas de la Universidad de Antioquia y magister y doctora en Educación de la misma institución, considera que “cuando se expidió la Constitución, hay un ideal de educación en Colombia y eso también nos da una idea del ciudadano que se quiere y, para eso, había que construir toda una infraestructura, no solo física, sino también teórica, alrededor de cómo íbamos a lograr ese anhelado sujeto y para ello se fortaleció lo que entendemos como el sistema educativo colombiano”.
El mismo artículo 67 de la Constitución indica, además, que “el Estado, la sociedad y la familia son responsables de la educación, que será obligatoria entre los cinco y los quince años de edad y que comprenderá como mínimo, un año de preescolar y nueve de educación básica”. Para darle cumplimiento a esta disposición, la Ley 115 de 1994, que es la ley general de educación, “define y desarrolla la organización y la prestación de la educación formal en sus niveles preescolar, básica (primaria y secundaria) y media, no formal e informal”.
El Decreto 1860 de 1994, que reglamenta parcialmente la Ley 115 de 1994 en los aspectos pedagógicos y organizativos generales, define que “la educación básica formal se organiza por niveles, ciclos y grados, siendo los niveles “etapas del proceso de formación”, el ciclo “el conjunto de grados” y el grado “la ejecución ordenada del plan de estudios durante un año lectivo”.
El profesor Fabio Jurado Valencia, licenciado en Educación con énfasis en Literatura, magíster y doctor en Literatura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y uno de los fundadores del Instituto de Investigación en Educación de la Facultad de Ciencias humanas de la UNAL Sede Bogotá, señala que “este enfoque por ciclos tiene de fondo la consideración que lo que el estudiante no aprende en un grado lo aprenderá en el otro del mismo ciclo, y esto no puede relacionarse con la promoción automática, sino con una perspectiva pedagógica que reconoce que todos los seres humanos tenemos ritmos diferentes para aprender que dependen del capital cultural y simbólico que cada sujeto tiene y las oportunidades para ampliarlo paulatinamente”.
La educación preescolar está en deuda
Según el profesor Jurado Valencia, “la educación preescolar es para despertar en los niños y las niñas las inquietudes, los deseos, sus pulsiones por tener respuestas y buscarlas frente a los múltiples dilemas y enigmas que todo niño y toda niña se plantea frente al mundo. Cuando esto se logra, desde el prejardín y el jardín que son los dos grados que anteceden a transición, y luego en transición, los niños llegan a primer grado de primaria con un impulso, ya traen muchas respuestas a las preguntas que se planteaban y tienen la tranquilidad para iniciar la educación primaria”.
En el país, según el Decreto 1860 de 1994, la formación preescolar “está compuesta por tres grados, de los cuales los dos primeros grados constituyen una etapa previa a la escolarización obligatoria y el tercero es el grado obligatorio”. Para el investigador de la UNAL “aquí está el primer aspecto crítico que es necesario retomar cada vez que se pregunta por la calidad de la educación y tiene que ver con la distinción entre el sector público y el sector privado”.
Como explica el docente, el sector privado suele tener tres o cuatro grados de educación preescolar, mientras en el público se optó por el grado obligatorio, el de transición. “Lo delicado es que este no logra un ensanchamiento con los principios filosóficos y pedagógicos de lo que es la educación preescolar, lo que conduce a una inferencia de que los niños y las niñas no tienen derecho a descubrir los entornos, entrar en contacto con las artes musicales, plásticas y corporales, que es una de las características de la educación preescolar. ‘Pre’ significa ‘antes de la escuela formal’ y se trata de ese desprendimiento de la familia, que implica la existencia de entidades que reciben a los niños para el encuentro y el desarrollo de los lenguajes… El Gobierno anterior aprobó la obligatoriedad de los tres grados, ya al menos contamos con la legislación”.
El paso por la básica primaria y secundaria
“Cuando hablamos de la básica primaria, donde accedemos a los saberes ‘básicos’, se puede confundir que lo básico es lo fácil, y no, es la base para construir ciertos conocimientos. La básica primaria y la básica secundaria son esos lugares donde construimos unos conocimientos que nos van a ayudar estructurar un pensamiento más abstracto en el futuro, en la media y la educación superior, que permitirán tomar decisiones con mayor profundidad”, define la licenciada en Educación Básica de la Universidad de Antioquia.
Según la normatividad, este nivel de formación tiene una duración de nueve grados divididos en dos ciclos: cinco grados de educación básica primaria y cuatro grados de educación básica secundaria. Jurado Valencia considera importante señalar que “no hay una universalidad en el número de grados para la educación primaria ni secundaria, hay matices en los países; sin embargo, Colombia es el único país de América Latina y el Caribe que tiene una educación primaria de cinco grados, en los demás tienen seis, una diferencia que es importante considerar… Por su parte, la educación secundaria es de cuatro grados, regularmente lo que observamos es que otros países tienen tres grados”.
Ana María Cadavid Rojas, profesora de la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia, quien tiene formación en licenciatura, maestría y doctorado en Educación, señala también sobre la relación que hay entre los contextos y el capital cultural. En este sentido, hay diferencias entre las instituciones en el sector público y privado, las escuelas rurales y urbanas, los contextos atravesados por el conflicto armado y otras situaciones que empiezan a plantearse muy problemáticas como el tema, por ejemplo, de la minería. “Hay unos asuntos sociales, culturales, económicos que atraviesan a la población que no se pueden desconocer y que es necesario mencionar; es más, el tema de la migración, un asunto que el país ha vivido en los últimos años y que la educación no puede desconocer, también lleva hoy niños y niñas a la escuela primaria oficial”.
La educación media no perfila hacia la educación superior
“La función de la educación media es iniciar en las gramáticas y los códigos de las ciencias, las artes, las humanidades y los oficios calificados”, comenta Jurado Valencia. Por su parte, la Ley general de educación la define, en sus artículos 27 y 28, como “la culminación, consolidación y avance en el logro de los niveles anteriores y comprende dos grados, el décimo (10°) y el undécimo (11°). Tiene como fin la comprensión de las ideas y los valores universales y la preparación para el ingreso del educando a la educación superior y al trabajo… La educación media tendrá el carácter de académica o técnica”.
Para el profesor de la UNAL, la distinción entre académica y técnica plantea un problema, “porque pareciera que son dos vías totalmente contrarias, cuando uno esperaría que deberían fusionarse. Lo que se llama educación media en Colombia no es tal, si lo comparamos con lo que en Estados Unidos y Canadá se llama el High School, que está constituido por 3 años donde los jóvenes después de la secundaria eligen rutas posibles de formación. El ejemplo más cercano que tenemos en América Latina es el de México con las preparatorias, escuelas para los jóvenes con espacios adecuados con rutas diversificadas… Es un referente para nosotros fundamental en relación con la necesidad de ajustar este ciclo a unos principios más sensatos y más coherentes con lo que se llama la educación media…; es decir, unos énfasis en el modo como orientan a los jóvenes para que se ubiquen en las rutas que consideran responden a sus ideales y proyecto de vida”.
En este sentido, Jurado Valencia propone que el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) sea una entidad asesora de los colegios de educación media diversificada, porque con la articulación actual con esta institución “hay un problema de fondo y es que sus programas resultan siendo agregados”. Según el docente, esto se debe a que es una doble titulación donde el joven obtiene el título de bachiller académico y se le agrega un certificado como técnico en un determinado ámbito. “Yo vi, por ejemplo, en Guaviare, que el SENA explicaba a los jóvenes el programa de articulación y, luego de indagar sobre las expectativas, donde los jóvenes hablaban de la posibilidad de estudiar enfermería, medicina, antropología, incluso lingüística, fue terrible escuchar de parte de los delegados del SENA ‘solo tenemos contabilidad’. Es un desencanto tremendo para los jóvenes”.
“Aquí lo que está en juego es el derecho a las oportunidades, que el joven sepa que las tiene y que él es quien decide si continúa o no, pero no que tenga que abandonar porque tiene problemas de manutención o porque no logra entronizar con los códigos de la Universidad. También hay esta movilidad, que es natural, que hay que defenderla, el derecho a pasar de una carrera a otra sin tanta restricción, porque como no se construyó identidad en la educación media, entonces la identidad la construyen en la Universidad cuando logran ingresar”, dice el docente.
La docente Cadavid Rojas menciona también sobre lo complejo que es para esta población estudiantil “cuando el discurso se centra en que los jóvenes no aprovechan las oportunidades o no quieren estudiar, hay unas estructuras sociales y culturales muy complejas en ciertos territorios que hacen, por un lado, que sea difícil para las instituciones de educación superior llegar con programas que lean el territorio y que también tengan que ver con una decisión de vida de los jóvenes y, lo otro, el tema del empleo que sigue siendo una preocupación. En este país, la educación superior, técnica y tecnológica es una posibilidad de ascenso social para la mayoría de la población, no como en otros lugares del mundo donde estudias porque hay una relación con el conocimiento, un interés por la cultura y de eso no va a depender mejorar tus ingresos ni los de tu familia porque esos asuntos básicos ya están resueltos de otra manera”.
La necesidad de formar mejor a docentes
Un asunto que señalan los analistas es la formación de las y los docentes quienes se dedican a la formación en los grados mencionados, además de las condiciones en las que deben ejercer su labor. Cadavid Rojas menciona un modelo que ha imperado “implica que un solo profe atienda distintas áreas de la educación secundaria, cuando usted es licenciado en Ciencias Sociales, en Matemática, en Biología, pero por un tema de cobertura, va a atender estudiantes de sexto a noveno de distintas áreas”.
A su vez, Rodríguez Rave considera que “si fortalecemos y mejoramos las capacidades de maestros y de los equipos que están en la educación básica y media, eso permitirá que lleguen estudiantes mejor preparados a la educación superior, porque hoy tenemos un problema y es que a las universidades están llegando estudiantes con muy pocas capacidades desarrolladas, que son aquellas que uno esperaría que ya tuvieran como comprensión de lectura, entonces las universidades tenemos que hacer un esfuerzo adicional para nivelarlos”. La docente señala, también, la importancia de reconocer que el sujeto al que se le imparte la educación, también toma decisiones sobre si asume o no ser formado.
El investigador de la UNAL Jurado Valencia recomienda, además, a hacer un balance sobre el perfil de las maestrías y los doctorados en educación. “Se ha convertido en una etapa para cumplir con un requisito que ayude a cualificar el salario y no tanto como una prioridad de espíritu científico para analizar a través de la tesis problemas sentidos y vividos en la práctica pedagógica propia”.
Finalmente, Cadavid Rojas invita a “pensarnos con mayor seriedad las juventudes, como una gran categoría de análisis, para poder construir propuestas de formación donde ellos se sientan leídos y convocados a tomar la decisión de continuar con la formación”.
(FIN/SRV)
28 de abril de 2025