Una interpretación estética de la moral del Manual de Carreño, desde una rama de la filosofía que estudia la percepción de la belleza, fue la propuesta de una investigación de la maestría en Estética de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas (FCHE) de la UNAL Medellín.

Mariana Arbeláez Cataño se ha preguntado por aspectos de la educación y el arte desde la perspectiva de la historia y las infancias. Desde que cursó uno de sus pregrados tuvo esa inquietud tras encontrarse con una cartilla de urbanidad específicamente para niñas. Ella es licenciada en Pedagogía Infantil de la Universidad de Antioquia, maestra en Artes Plásticas y magíster en Estética de la UNAL Medellín.
Después, ahora como parte sus estudios de maestría, en el Manual de urbanidad y buenas maneras, de Manuel Antonio Carreño, halló una posibilidad para dar vía libre a su curiosidad y avidez por el análisis y la investigación, y se acercó a él desde una perspectiva más apegada a la moral en relación con lo bueno y lo malo “y todas esas cosas que te querían eliminar para, finalmente, formar a una persona culta y bien educada”, cuenta.
Para el estudio que realizaría durante su posgrado, al que tituló “Las tramas ocultas del recato”, Mariana se dedicó a analizar el también denominado “Manual de Carreño”, porque como lo menciona en su documento académico, el valor moral de este libro tan famoso permite resignificaciones estéticas que subrayan su función en lo que la investigadora denomina como la “higienización de la moral”. Este estudio, además, dialoga con la historia de la educación y de las sociedades, así como con la sociología y la filosofía.
El Manual de urbanidad y buenas maneras tuvo gran relevancia en la educación latinoamericana durante el siglo XIX y primera parte del siglo XX, pues era empleado como una guía tanto en los colegios como en los hogares, “era parte de la herencia cultural y, de hecho, sigue siendo parte del discurso de las generaciones mayores”.
Desde la metodología de la hermenéutica filosófica, una teoría sobre la interpretación y la comprensión de textos, escudriñó ese libro tan famoso y se enfocó en un análisis estético de una obra que es, en todo el sentido de la palabra, un tratado de moral. Con el uso de esta manera de investigar, se adentró en el contexto de la publicación, en cuanto a lo político, lo religioso, lo económicos, lo cultural y, por supuesto, lo educativo.
En su tesis cuenta que, en Colombia, bajo el mandato de Ramón González Valencia, presidente provisional entre 1909 y 1910, fue expedido el Decreto 63 de 1909 que, entre otros, instaba a entregarle al Ministerio de Instrucción Pública los elementos destinados a la instrucción primaria y secundaria que a la fecha estuvieran almacenados y, entre ellos, aparecieron 3.100 ejemplares del Manual que en el inventario fue denominado, simplemente, “Urbanidad”.
Las lecciones sobre urbanidad en las instituciones de secundaria tuvieron su origen en el Decreto 349 de 1892. Se lee en el documento que, gracias a ello, es posible intuir la relevancia dada a la obra de Carreño que, si bien no fue la única ni la primera de su tipo, fue la que ganó más popularidad de manera rápida, amplia y duradera. Tanto que, para aquel momento, “este reconocimiento había traspasado el océano Atlántico e, incluso, la Librería de Garnier Hermanos llevaba dos décadas imprimiendo ediciones del Manual en París”.
El paso del siglo XIX al XX fue, a su vez, un periodo de transición, y en él imperaron los discursos europeos sobre la modernización, la ‘higienización’ de la moral y la pureza de las costumbres. En ese sentido, explica la investigadora, lo que proponía el Manual de Carreño resonaba con los intereses de las élites cuyas pretensiones homogeneizadoras se centraban en el cambio de lo rural por lo urbano, lo religioso por lo secular, lo bárbaro o salvaje por civilizado, y, en general, por la imposición del discurso urbano y cívico.
En ese contexto, el Manual de Carreño propuso, entre otras cosas, una concepción de belleza ocupada de la mujer y de las “maravillas” de la naturaleza y del arte, para cuyos casos expuso que ellas “tan solo deben buscar atractivos que se hermanan bien con el pudor y la inocencia”, de acuerdo con la tesis. En ese sentido, estableció que “la marca distintiva eran los sentimientos del pudor y de la decencia que tanto adornan y enaltecen al bello sexo”. También, cita el documento, que Carreño “estimó que la sabia naturaleza ha querido que tan solo sea bello y elegante lo que es honesto y decoroso”.
Decoro, naturalidad y elegancia son, de acuerdo con la investigadora, palabras que describen las cualidades que el Manual de Carreño le dio al cuerpo y que, a su vez, son condiciones necesarias para alcanzar la “perfección moral”, constituida por una larga lista de prescripciones que Carreño sintetizó en su obra.
No obstante, el recato que esta tesis toma como categoría clave no es siquiera la virtud más mencionada por el Manual de Carreño. Sus menciones son escasas y se relacionan, principalmente, a la vestimenta con la que las personas deben irse a la cama al dormir y el recato con el que, así mismo, deben levantarse. O, también, con respecto a comportamientos asociados a la etiqueta, como los gestos, la manera de hablar o de comportarse en la mesa, así como a la moderación en lo que tiene que ver con los instintos, las pasiones y las inclinaciones: regular la rabia o las expresiones, todo aquello que hoy se conoce como las emociones y los sentimientos.
Para la investigadora, “el recato resulta ser un concepto que, con un sentido orientado hacia el ocultamiento, la moderación y el orden, es fundamental para proponer una relectura estética de la moral”.
Sin distinciones de lo religioso
Precisamente, hizo un abordaje con respecto al concepto de la moral, en especial del planteado por el filósofo Immanuel Kant, a partir de lo cual identificó que, el Manual de Carreño, aun con “reglas generalizadoras, uniformadoras y universalizantes, situó al individuo como autor de sus propias normas morales, aunque en realidad no hizo más que agrupar esas convenciones sociales ya avaladas por un entorno que, en sus estrategias tan particulares de moldear el pensamiento, inculcó la necesidad de aceptar los criterios de la urbanidad y las buenas maneras por autocoacción y vigilancia autónoma”. Para ello, plantea, Carreño no separó los valores morales de los religiosos, pero fue más racional que los catecismos que proliferaban en su época.
La pesquisa que realizó la investigadora se abordó desde la perspectiva de la Estética que, según expone en el texto, no funciona como la moral en el sentido de ser un tipo de “guía de campo”, sino como una “ciencia de la sensibilidad”. De acuerdo con esto, acudió al recato por ser una de las virtudes mencionadas en el Manual de Carreño y alusiva al decoro que, dice, era el ideal de la persona culta y bien educada que se pretendía formar en ese entonces: “Al vincularse con la prudencia, la modestia y la decencia, esta se configura como una estética de las apariencias que permite explorar temas sobre el cuerpo, los sentidos y las pasiones”.
Un libro que se sigue imprimiendo y una necesaria relectura de la moral
En Colombia, de hecho, hubo dos proyectos de Ley (140 de 2010 y 128 de 2020), que propusieron incluir, de nuevo, el Manual de Carreño como cátedra de educación cívica desde preescolar y entre los programas de educación primaria, secundaria y media.
Para Mariana es interesante el hecho de que el Manual de Carreño se siga vendiendo en las librerías, además de que se siga reeditando en una suerte de nuevas versiones actualizadas, lo que muestra que “el discurso que tiene sigue resonando de alguna manera”. Incluso, llama la atención la investigadora, porque en los colegios esto aún pervive dado que en ellos se siguen implementando figuras similares como lo son los manuales de convivencia, “que hablan de esas maneras de comportarse para agradar a los demás y cumplir con las expectativas demarcadas por la sociedad”.
¿Es necesaria una relectura de la moral y del recato? La investigadora considera que debe darse como una alternativa a los conceptos de sumisión, de una sociedad disciplinaria y al de la educación como espacio de creación de individuos dóciles.
Para Miguel Ángel Ruiz García, profesor del Departamento de Estudios Filosóficos y Culturales de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la UNAL Medellín, y asesor de la tesis de Mariana, este estudio es muestra de la importancia de la dimensión sensible en la vida contemporánea.
Específicamente, destaca que es normal que se haga una lectura de la moral desde una visión civilizatoria, no a través del látigo ni del castigo, pero sí desde la práctica de inculcar conductas y estilos de vida, como lo ha significado el Manual de Carreño. “Lo novedoso de lo que hace Mariana es ver que ese Manual también tiene una dimensión estética, que va más allá de cumplir normas, al pretender estilizar o refinar la relación del individuo con su espacio privado y público, entonces detrás de esas normas morales también hay una especie de educación del individuo para la vida sensible”.
¡Maldita decencia! ¡Maldito manual de Carreño! … De qué le servía en ese momento saber los nombres de los planetas y el manual de Carreño de pe a pa si su hermana estaba a punto de morir y ella no podía ayudarla.
Laura Esquivel, en Como agua para chocolate.
(FIN/KGG)
26 de mayo de 2025