La crisis de la basura espacial se ha convertido en un campo de batalla geopolítico y de seguridad a 400 kilómetros sobre la Tierra. Con miles de fragmentos de cohetes y satélites desplazándose casi siete veces más rápido que una bala, el riesgo de colisión es considerado una amenaza para la vida moderna. En medio del vacío legal que acompaña la carrera por conquistar el espacio, liderada por naciones y empresas privadas, el foco ya no es solo cómo limpiar la chatarra, sino quién tiene la autoridad y la responsabilidad de hacerlo y qué implicaciones tiene para un mundo que depende por completo de sus satélites.

La órbita terrestre baja de la Tierra, conocida como LEO, (Low Earth Orbit), es una de las áreas donde se desarrolla la exploración espacial. Allí se encuentra la Estación Espacial Internacional de la NASA, (Agencia de Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de Estados Unidos), además, será el lugar de futuras estaciones espaciales de esta entidad para la investigación, el turismo y el comercio.
Sin embargo, actualmente, LEO es el vertedero de basura espacial más grande con cerca de 6.000 toneladas de materiales en la órbita baja terrestre. Según la NASA, la mayoría de estos desechos orbitales son fragmentos de naves espaciales, diminutas partículas de pintura de naves espaciales y partes de cohetes y satélites.
“Hoy se rastrea activamente alrededor de 40.000 objetos en órbita, de los cuales unos 11.000 son satélites activos, el resto es chatarra, que incluye etapas de cohetes, satélites muertos y fragmentos. Se estima que hay unos 34.000 con tamaños superiores a 10 cm, casi 1 millón de objetos entre 1 y 10 cm, y más de 100 millones de fragmentos de pequeños tamaños que rondan unos pocos milímetros. Estos objetos diminutos pueden convertirse en armas letales para un satélite o misión espacial y pueden perforar estructuras”, señala Santiago Vargas Domínguez, doctor en Astrofísica y profesor asociado del Observatorio Astronómico Nacional.
De acuerdo con Vargas, la chatarra espacial se compone de satélites fuera de servicio y etapas de cohetes. “También hay fragmentos por explosiones o colisiones que han ocurrido, como por ejemplo que tuvo lugar en el 2009 que destruyó a los satélites Iridium 33 y Cosmos 2251, arrojando una gran cantidad de basura espacial que se estima en casi dos mil fragmentos grandes. Finalmente, hay restos de misiones, que incluyen tapas, pernos, tornillos, adaptadores, etc. inoperantes o fragmentos de explosiones de objetos en órbita”.
No estamos hablando en este caso ni de meteoritos, meteoros u objetos que vienen de fuera de la Tierra e interactúan con la atmósfera, los que vemos normalmente en las lluvias de meteoritos, explica Juan Francisco Puerta Navarra, magíster en Ingeniería de Sistemas Espaciales y candidato a doctor en Ingeniería.
“Estos son objetos creados por el hombre a raíz de su operación alrededor de la Tierra en ese ambiente espacial. Son considerados basura debido a que son objetos creados por el hombre de los que no tenemos ningún control sobre ellos, simplemente están ahí en el espacio”, recalca Francisco Puerta, profesor del programa de Ingeniería Aeroespacial de la Universidad de Antioquia.
Aunque la NASA cuenta desde el año 1979 con el Programa de Desechos Orbitales para la reducción de la generación de desechos y el diseño de equipos para rastrear y eliminar los que ya se encuentran en el espacio, estas acciones no son suficientes. Aún no existen leyes espaciales internacionales para limpiar los desechos en la Órbita Baja Terrestre, la basura espacial no es responsabilidad de un solo país, sino de todas las naciones con programas espaciales.
El peligro de una colisión en cadena
Para los científicos, la principal amenaza de la basura espacial es la velocidad a la que se desplaza. Los desechos en la órbita baja pueden alcanzar hasta 29.000 kilómetros por hora, según información de la NASA.
Francisco Puerta explica que, en la región de la Estación Espacial Internacional, estos objetos se mueven a casi 8 km por segundo, “lo que es de 9 a 10 veces más rápido que una bala de un fusil. A esta velocidad, un objeto del tamaño de la punta de un lapicero tiene una energía considerable y sería letal para cualquier otro que se le atraviese, en especial si es un agente biológico".
De hecho, se realizan maniobras de evasión de chatarra espacial con frecuencia. “Los operadores de satélites y misiones espaciales hacen maniobras de evasión cada vez con más frecuencia. Por ejemplo, el 30 de abril de este año, la Estación Espacial Internacional elevó su órbita para evitar un fragmento de larga marcha. Un impacto de un objeto de alrededor de 1 cm puede destruir un satélite, y los objetos más pequeños pueden perforar blindajes y dañar estructuralmente un artefacto”, añade el doctor en Astrofísica Santiago Vargas.
En ese sentido, el principal riesgo no es que la basura caiga sobre la Tierra, ya que muchos de los objetos se desintegran al reingresar a la atmósfera. El daño fundamental radica en las colisiones en órbita, este escenario es conocido como el Síndrome de Kessler: si se produce una colisión, se crearía una reacción en cadena que podría hacer que la órbita baja sea inutilizable, afectando los sistemas de alerta de huracanes, las transacciones electrónicas, el geoposicionamiento y otras funciones esenciales de la vida moderna.
Con miles de fragmentos de cohetes y satélites a velocidades letales en la órbita terrestre baja y el riesgo de una colisión en cadena, la comunidad internacional usa la analogía del "Salvaje oeste orbital" para describir esta situación, en la que la órbita baja de la Tierra es una frontera sin ley, en la carrera por el control del espacio liderada por naciones y empresas privadas pero sin directos responsables ni leyes que la regulen y controlen.
La encrucijada legal y las soluciones tecnológicas
La falta de un marco legal global ha convertido el espacio en un dilema más político y legislativo que tecnológico para los académicos. El magíster en Ingeniería de Sistemas Espaciales Juan Francisco Puerta compara la situación con una autopista donde los vehículos se quedan sin combustible y se dejan abandonados en medio de la vía.
Mientras que el profesor del Observatorio Astronómico Nacional, Santiago Vargas, recalca que a falta de leyes espaciales internacionales para limpiar los desechos, esta situación no es tan fácil de controlar como el tráfico aéreo. Una colisión entre objetos de países distintos podría interpretarse como un "acto hostil". A esto se suma que países con poderío espacial han realizado pruebas antisatélites, destruyendo sus propios satélites para "mostrarle a los demás que son capaces" , generando más residuos.
Existen actualmente algunos acuerdos internacionales y reglas nacionales para evitar crear más basura espacial, pero la mayoría son recomendaciones, y no obligaciones. Hay iniciativas importantes, como la carta Zero Debris de la Agencia Espacial Europea o la Comisión Federal de Comunicaciones en Estados Unidos, que obliga a retirar satélites en 5 años y consumirse en la atmósfera terrestre. Sin embargo, todavía falta una cooperación global más fuerte, para definir quién es responsable de limpiar, cómo se paga y qué pasa con los objetos abandonados. Aunque vamos por buen camino, aún no hay un acuerdo internacional suficiente para resolver el problema a gran escala", comenta el doctor en Astrofísica Santiago Vargas.
“Esto va a tener consecuencias, no solamente cuando funcionan los satélites o equipos, sino cuando se termina su vida útil, ahí es donde tenemos que enfocarnos para tener una ingeniería responsable. Es un tema que a todos nos importa porque si no tenemos estos sistemas en el espacio como satélites, (que nos digan cuándo vienen huracán o para comunicarnos) porque la cantidad de residuos no permite que operen, vamos a tener varios problemas como lo que ya pasó en Puerto Rico no solamente puede ser de que se destruya una ciudad, sino que haya miles de muertos”, enfatiza el profesor Juan Francisco Puerta.
A pesar de estos obstáculos, la comunidad científica está buscando soluciones. La NASA ha intensificado sus esfuerzos en la remediación de esta basura, que consiste en dar pequeños empujones preventivos a grandes escombros para evitar colisiones. El desafío "LunaRecycle", por ejemplo, creado en el 2025 busca soluciones de reciclaje para mejorar la sostenibilidad de las misiones lunares a largo plazo.
Entre las propuestas técnicas, se han probado la captura directa con redes y arpones, así como el desvío de objetos. Sin embargo, “limpiar toda la basura espacial es una utopía en este momento”. El enfoque realista debe ser, como lo plantea Santiago Vargas, "intervenir a tiempo para remover o empujar grandes objetos para evitar colisiones".
El desafío técnico incluye acercarse a objetos que giran y evitar generar aún más fragmentos. La solución, al final, no solo radica en la tecnología, sino en una ingeniería responsable que tome en cuenta el ciclo de vida completo de cada objeto lanzado al espacio.
(FIN/JRDP)
22 de septiembre de 2025