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Estas serían algunas de las salidas a la situación que identificó la Encuesta Gen Z y Millenials sobre educación superior, realizada por Deloitte, la cual mostró que el 43% de jóvenes en Colombia deciden no ingresar a las instituciones de educación superior. Académicos especializados en asuntos educativos reflexionan al respecto y dan sus apreciaciones.

 

Las universidades deben transformarse para adaptarse a los intereses actuales de los jóvenes. Foto de Unimedios.

 

“En Colombia seguimos pensando que el mundo comienza con la educación superior y no nos damos cuenta de que la antecede la educación media”. De esa manera Víctor Manuel Gómez Campo, profesor pensionado del Departamento de Sociología de la UNAL Bogotá, destaca el rol de una formación de transición entre el grado once y el ingreso a la universidad.

Pese a la relevancia, esta fase educativa también atraviesa desafíos. Según el docente hay dos aspectos principales. Uno es que, durante la educación media, la mayoría de colegios centran el foco en preparar a los estudiantes para la Prueba Saber 11, dejando por fuera otros saberes, “y cuando les preguntan: ‘¿qué quieres estudiar?’ es cuando el papá, el tío o el amigo les hacen sugerencias, y todo eso, básicamente, bajo un contexto de capacidades económicas”.

Otro punto es que, en comparación con otros países, como Argentina o Brasil, Colombia tiene la menor duración en la escolaridad básica, llevando a que la mayoría de estudiantes se gradúen con menos de 18 años, un momento de la vida en el que, plantea, aún no se tienen las competencias necesarias para asumir procesos de investigación, conceptualización y autonomía. Esas implicaciones, dice, son poco estudiadas.

Asociado a eso está el hecho de que Colombia sea uno de los países con puntuaciones inferiores en la Prueba Pisa (Programme for International Student Assessment) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que evalúa cómo los sistemas educativos preparan a los estudiantes para aplicar habilidades y conocimientos en situaciones reales.

Para el profesor Gómez Campo, “la educación superior no puede desatender los problemas de calidad educativa que provienen del nivel medio”. En ese sentido, plantea, la educación media debe fortalecerse con la creación del grado 12, el cual, a su criterio, debería enfatizar la orientación socio-ocupacional, la mayor madurez intelectual y la orientación laboral.

La pertinencia de un grado adicional se ha planteado desde hace varios años, incluso, en 2013, cuando la OCDE le hizo la sugerencia de creación al Gobierno colombiano con 63 recomendaciones, las cuales tienen el objetivo de mejorar la calidad de la educación superior.

Países como México han instaurado esta opción. Allí, la educación media superior es denominada preparatoria y funciona, precisamente, como proceso de transición. Ese ejemplo lo expone Dayro León Quintero López, vicedecano académico de la Universidad de Antioquia. A Colombia, considera, “le ha faltado trabajar en eso, porque muchos de nuestros chicos llegan, digámoslo así, con una maduración intelectual muy incipiente para afrontar los retos que tiene la universidad, no tanto por la capacidad de aprender, sino por la de autodeterminarse”.

La encuesta Opinión en Educación, correspondiente al primer semestre de 2024 y elaborada por la Fundación Empresarios por la Educación y el Centro Nacional de Consultoría, muestra que el 56% de los jóvenes desea una preparación intensiva para el Examen Saber 11; el 49%, orientación sobre becas y apoyos financieros; 42%, información detallada sobre opciones de carreras universitarias y técnicas; 26%, talleres sobre competencias socioemocionales; 14%, talleres de computación y programación, y 12%, sesiones de preparación para adaptarse al primer año de universidad.

Precisamente, para contribuir con ese último aspecto sería útil el grado 12 que es, de acuerdo con el docente Quintero López, para “ir formulando esa maduración, creando las herramientas para que cuando los jóvenes se inserten de manera concreta en la educación superior, puedan abordarla con una conciencia un poco más adaptada a los fenómenos que se van a ir encontrando”.

Cambios en las vocaciones

Que los pregrados estén diseñados para desarrollarse en cuatro o cinco años es algo que también cuestiona el docente Gómez Campo, dado que hay carreras profesionales que no ofrecen garantías de empleabilidad y esa, considera, puede ser una razón para continuar con la formación en posgrado o para que los jóvenes decidan no inscribirse en las universidades colombianas, donde los niveles de matrícula son más bajos en comparación con países de la región, como Argentina, Brasil o Chile.

La encuesta de Deloitte destaca varios motivos por los cuales los jóvenes deciden no ingresar a la universidad, entre ellos están las circunstancias financieras, como primera medida, seguida de las personales y familiares. Tanto la encuesta de Deloitte como la de Opinión en Educación señalan como razón principal los recursos económicos insuficientes.

No obstante, hay otros motivos que exponen los analistas, como lo es la transformación en el proyecto de vida, de acuerdo con el profesor Quintero López. Para él, actualmente, los jóvenes están expuestos a otro tipo de estímulos que circulan en sus cotidianidades que hacen que la educación postsecundaria no les resulte atractiva por considerar que no genera los beneficios o ganancias de otro tipo de actividades, y hace referencia, por ejemplo, a la incidencia de influenciadores como referentes de trabajos emergentes.

“La universidad, para ellos, ya no es ese lugar que permite acceder a la riqueza, a la movilidad social y, menos aún, al acrecentamiento del conocimiento porque en los otros formatos encuentran una oferta complementaria o distinta que les permite, a veces, obtener volúmenes de información que la universidad quizás no puedan tener”, añade.

Para Diana Rocío Beltrán Hoyos, docente de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad del Quindío y directora del programa de Licenciatura en Literatura y Lengua Castellana de la misma Institución, otra razón que puede llevar a los jóvenes a no interesarse en la educación superior es un desencanto porque sus expectativas no encajan con los pregrados o los ingresos que estos pueden generar: “Los muchachos ven que no se identifican con las carreras o, si hacen todo un proceso académico con mucho esfuerzo, quizás hasta con préstamos y demás, salen al mercado y no hay oportunidades, se frustran”.

Al haber pocas oportunidades laborales para los profesionales y bajos ingresos en las familias, puede haber poco interés en la formación universitaria y los jóvenes se pueden volcar hacia lo laboral, según la docente. Al respecto, la Encuesta sobre Opinión en Educación del primer semestre de 2024 indica que el 56% de los jóvenes con educación técnica o tecnológica no trabajan en lo que estudiaron; a su vez, la desarticulación entre trabajo y educación se acentúa en la ruralidad.

Las universidades se deben transformar

“Nosotros tenemos universidades que emergieron en el siglo XIX y, en términos pedagógicos, muchas de ellas se quedaron ahí con estudiantes del siglo XXI. Un ejemplo particular que lo prueba son los formatos en los que se presenta la información. Muchos de nosotros crecimos alrededor del libro de papel. Ahorita los medios digitales mejoran los niveles de concentración y las formas de producir conocimiento”, asevera el profesor Quintero López.

La situación traza desafíos para las universidades como atender al contexto y, como lo menciona la docente Beltrán Hoyos, fortalecer los planes de estudio con asignaturas que obedezcan a las necesidades e intereses actuales. En ese sentido, considera fundamental que la inteligencia artificial se incluya en los currículos.

Esa transformación, para que se real y efectiva, debe ser muy bien pensada y planteada, de acuerdo con el profesor Gómez Campo, quien dice que, para tratar de ser competitivas, las universidades deben buscar nuevas ofertas en formación en las diferentes regiones del país, no obstante, lo que la mayoría de ellas toma como opción es construir sedes regionales “que replican el mismo esquema tradicional de carreras largas”.

La docente Beltrán Hoyos hace alusión a desafíos que incluyen también a los docentes, en este caso destaca la necesidad de un segundo idioma y el desarrollo de habilidades tecnológicas que les permita acercarse a los jóvenes, además de crear vínculos y convenios. Por su parte, para el profesor Quintero López hay un efecto de las desigualdades y la inequidad, pero también, a veces, hay omisión de la reflexión sobre lo emocional en las universidades y se deja de lado al sujeto. Cuando el estudiante no logra conectarse emocionalmente con el proceso de formación, tiende a irse porque se siente abrumado, aburrido o, simplemente, no encuentra sentido”.

Las responsabilidades y las búsquedas de soluciones son estructurales y multicausales, van desde lo gubernamental hasta los asuntos cotidianos, expresa. Aun así, considera, que las universidades sí tienen la responsabilidad siempre de reflexionar sobre lo que está aconteciendo para que, a partir de eso, se produzca conocimiento que pueda incluir herramientas para transformar y cambiar las condiciones laborales cuando no son las más favorables.

(FIN/KGG)

29 de septiembre de 2025