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Un cambio en el patrón de homicidios en los últimos tres años en Medellín evidencia que las muertes por convivencia han superado los asesinatos cometidos por bandas criminales y el sicariato. Estos homicidios no solo ocurren en la calles o espacios públicos, sino que se manifiestan, además, en la violencia intrafamiliar, de género, discusiones vecinales por ruido u otros factores como los animales de compañía. Lo anterior, sumado a las cifras de lesiones personales por estos mismos hechos, demuestran una predisposición a resolver conflictos con la violencia física. ¿Por qué una discusión trivial (un roce, el ruido, una mirada) se convierte rápidamente en una sentencia de muerte? académicos analizan este fenómeno.

 

Durante este año, 92 personas han perdido la vida por situaciones de convivencia. Foto cortesía.

 

Medellín, golpeada por la violencia de carteles y grupos armados, ahora se enfrenta a un enemigo interno. El mayor riesgo de morir ahora se presenta por la incapacidad de la ciudadanía para ceder ante una molestia menor.

Este fenómeno, de acuerdo con los académicos consultados por Unimedios para analizar esta situación, podría considerarse una crisis social que tiene raíces culturales y educativas, que afecta transversalmente a la población y da cuenta de la falla de los mecanismos de contención social y estatal.

 

La violencia producto de la convivencia ha reescrito las cifras de seguridad en Medellín. En lo que va corrido del año, de los 269 homicidios que se han presentado, 92 fueron por convivencia; debido a riñas espontáneas o conflictos interpersonales, con un incremento del 48% con respecto al 2024. Esta cifra supera a las muertes atribuidas a estructuras criminales con 83 casos en el 2025, con un aumento del 14% comparadas con el 2024, según datos del Sistema de Información para la Seguridad y la Convivencia (SISC), del Distrito de Ciencia, Tecnología e Innovación de Medellín.

 

Para el año 2023, los homicidios asociados a problemas de convivencia en Medellín ocuparon el segundo lugar con 76 casos, después de 89 muertes cometidas por grupos de delincuencia organizada, de acuerdo con el SISC.

La ciudad como “campo de batalla”, así describe esta situación el doctor en Filosofía y profesor asociado a la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín, Miguel Ángel Ruiz García. El docente explica que la alta conflictividad en las grandes ciudades se debe a la manera en que se vive en ellas, al estar tan congestionadas, el afán, el estrés y el caos las está convirtiendo en “campos de batalla”.

“El problema de fondo en el país es la falta de desarrollo de una cultura cívica. Es necesario reactivar el sentido de lo que es vivir con otros en un territorio, ya sea en la casa, en el barrio, en el parque, en la discoteca, en el estadio, en la calle”.

El docente cuestiona las explicaciones que se dan ante estos homicidios por convivencia como la falta de control emocional, “si esa fuera la única causa, la solución sería un remedio terapéutico, lo cual es insuficiente ante un problema de escala social. Las soluciones individuales y terapéuticas pueden ayudar en situaciones puntuales, pero son insuficientes ante un problema que está creciendo mucho, la crisis requiere una respuesta de carácter social y cultural”.

Ruiz García subraya que las reacciones sociales más comunes ante los homicidios y lesiones producto de violencia interpersonal “son la criminalización, la estigmatización y la judicialización. Todas, en mi perspectiva, son insatisfactorias. Esta última, incluso, puede acentuar el problema, cuando los mecanismos de convivencia legales y policiales fallan (por ejemplo, al aplicar multas por ruido), los ciudadanos tienden a responder a su malestar e incomodidad por mano propia, agravando el conflicto”, explica el profesor del Departamento de Estudios Filosóficos y Culturales de la UNAL Medellín.

De otro lado, enfatiza en que la palabra intolerancia se ha vuelto “mágica" y se usa frecuentemente para hacer referencia a los homicidios y lesiones por convivencia, “pero es insuficiente para explicar la reacción fatal, ¿qué hace que una persona reaccione violentamente por motivos triviales, incluso aquellas que nunca han tenido problemas? Es crucial examinar esas preconcepciones y prejuicios”, cuestiona el doctor en Filosofía.

En este contexto, la agresividad y la deshumanización del otro se imponen, advierte Víctor Reyes Morris, doctor en Sociología Jurídica. “El problema reside en una cultura de la violencia que se ha enraizado en la que se cree que todo se resuelve por esta vía. Esta actitud se manifiesta, incluso, en asuntos triviales, lo que evidencia que la sociedad ha perdido sus frenos morales sobre esa capacidad de reconocerle al otro sus derechos, se impone la idea de que la voluntad propia es la única que debe predominar".

 

La crisis de convivencia es, ante todo, una guerra silenciosa que se libra puertas adentro. Las cifras de 2025 muestran que la agresión no solo es una dinámica de la calle, sino el motor de la inestabilidad en el hogar: Medellín registra 9.814 casos de violencia intrafamiliar, lo que se traduce en 35 agresiones dentro de la vivienda cada día. Esta cifra triplica la tasa de agresiones en el espacio público, con 3.486 casos, donde se reportan entre 12 y 13 lesiones personales diarias, según el SISC en su actualización del 15 de octubre de 2025.

 

Este comportamiento podría estar relacionado con una comprensión distorsionada del poder y la autoridad, entendidos como la capacidad de "sometimiento al otro", expone Omar Urán, sociólogo e investigador en territorialidad y culturas urbanas de la Universidad de Antioquia. “Desde el conocimiento me atrevería a decir que, especialmente en esta región, que siempre hemos sido una cultura que educa con violencia. No sé si eso esté bien dicho, porque en realidad la violencia no deja nada educativo, pero estos adultos tal vez crecieron en un entorno así y de allí su reacción”.

Por su parte, Reyes Morris argumenta, además, que la violencia por convivencia también se debe a un machismo persistente que influye en las interacciones sociales y exacerba la necesidad de imponer la voluntad propia. “La violencia se desata cuando el individuo cree que su derecho está por encima de los demás. Si la voluntad propia no predomina se recurre a la agresión”, comenta el profesor jubilado de la Universidad Nacional de Colombia Sede Bogotá.

 

El debate sobre la flexibilización del porte de armas en Colombia se enfrenta con la realidad de Medellín, donde el arma de fuego se mantiene como el instrumento más letal con 136 casos de homicidios en 2025, un incremento del 5% respecto al 2024. Los homicidios con arma blanca también aumentaron este año con 95 casos con respecto a los 78 del año anterior, según el SISC.

 

Lo anterior, entre otros, podría ser producto del traslado de comportamientos criminales. Víctor Reyes sugiere que los "ejemplos de otras situaciones vividas en la ciudad como el comportamiento criminal donde las diferencias se resolvían con el asesinato, se han trasladado a la vida cotidiana” y, añade, que más allá de buscar una explicación de la "salud mental individual desquiciada o alterada”, se debe hablar de una "salud mental social".

El sociólogo Urán también relaciona la agresividad con la acumulación de frustraciones e insatisfacciones propias del estrés de la vida moderna. Además, señala que el consumo de alcohol actúa como un factor desinhibitorio que rompe los "mecanismos de control interno" que disuaden a una persona de cometer un crimen.

En ese sentido, la violencia, incluyendo la interpersonal, no solo se origina por las razones clásicas como las políticas o las religiosas, reflexiona el profesor de la UNAL Medellín, Miguel Ruiz, quien sugiere que esta también se observa en un entorno social mucho más amplio que produce y dinamiza las conflictividades.

“Una de las ideas erróneas sobre los homicidios por convivencia es que se concentran solo en sectores conflictivos o en personas de ‘mala naturaleza’, estas son respuestas prefabricadas que no conducen a estrategias eficaces de contención”, de acuerdo con el doctor en Filosofía Miguel Ruiz.

 

El mapa de homicidios en Medellín en los últimos 30 días (a 10 de octubre de 2025) evidencia 51 casos en la Candelaria, 24 en Manrique, 20 en Aranjuez, 20 en Laureles Estadio y 17 en Villa Hermosa. El caso de Laureles Estadio (Comuna 11) resulta particular, ya que experimentó un crecimiento del 122% en homicidios en el 2025.

 

Ruiz García apunta a las dinámicas de la sociedad de consumo “donde el dinero se ha convertido en un símbolo de autorrealización, se alteran las interacciones sociales. En un sector de alto estatus, un roce, una disputa por un parqueadero o un insulto pueden ser interpretados como un ataque al ‘yo’ y la autoestima, detonando una reacción violenta para evitar ser ‘menospreciado o humillado’”.

Adicionalmente, según el docente, el aislamiento hace al individuo más vulnerable a este tipo de acciones, “la vida colectiva debe promoverse como un mecanismo de seguridad individual y protección”.

La urgencia del camino a seguir

Los académicos coinciden en que la única salida para garantizar la "viabilidad como sociedad" es la implementación de soluciones colectivas y pedagógicas. Para ellos, esto se da restaurando el respeto mutuo y la otredad a través de una reeducación masiva.

Abogan por lo primordial: estudiar y entender el fenómeno para así avanzar en un trabajo pedagógico que implica el esfuerzo conjunto de la sociedad, desde el hogar y la escuela hasta los medios de comunicación, para adquirir una cultura de la no violencia, una cultura de respeto. Enfatizan en que el país y el distrito tienen un déficit de políticas públicas enmarcadas en convivencia, pues no existen programas de formación ciudadana para enfrentar la intolerancia, algo que no se ve en Medellín desde hace "20 o 30 años”.

“La crisis de intolerancia es una situación nueva, por lo tanto, no se deben usar soluciones viejas para problemas nuevos. Es fundamental, en cambio, analizar los factores que dinamizan la vida social y que producen conflictividades. Estas violencias por intolerancia están alterando la normalidad de la vida cotidiana de Medellín, por lo que la intervención debe centrarse en restaurar la eticidad o el respeto mutuo en los espacios comunes. Se requiere un esfuerzo por propiciar un sentido de lo valioso que es la vida colectiva. Esto debe traducirse en un proyecto de política pública que reactive ese sentido cívico, una ‘eticidad de la vida cotidiana’", concluye el profesor Miguel Ruiz de la UNAL Medellín.

(FIN/JRDP)

20 de octubre de 2025