Escudo de la República de Colombia
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Indira, Cielo y Mirian Amparo fueron ilustradas a partir de una interpretación de la diseñadora Laura Ospina. Imagen: cortesía Yulieth Carvajal Londoño.

A pesar de la complejidad del territorio por el conflicto armado, desde la última década del siglo XX, sobre todo, transforman su condición de víctimas en torno a procesos de acción colectiva de resistencia civil activa y organización social, que generan alternativas y apuestas vigorosas, coherentes, innovadoras y diversas para resignificar la democracia, aun cuando han debido afrontar restricciones para el ejercicio de derechos, de acuerdo con investigación doctoral.

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De habitar Urabá cada junio y diciembre, de parecerle raro el clima y la comida, a Yulieth Carvajal Londoño, pasó a llamarle la atención varias cosas que observaba allí, hasta considerar el territorio como un llamado al despertar sobre lo que pasa en “la Colombia macondiana”, cuenta.

Yulieth es estudiante de Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas (FCHE) de la UNAL Medellín e hizo de Urabá y su tesis un proyecto académico que partió de la curiosidad y la empatía. Enmarcó el análisis entre el periodo de 1991 y 2006, e indagó sobre la democracia y el territorio mediante el acercamiento a experiencias de procesos organizativos de mujeres del municipio de Apartadó, y de la Comunidad de Paz del corregimiento de San José de Apartadó.

En ese último caso, la comunidad genera procesos de acción colectiva desde la resistencia pacífica que concibe como mecanismo de autoprotección para tratar de cerrar el ciclo de la violencia y como fundamento para impulsar un proyecto de vida colectivo que le apuesta a satisfacer necesidades fundamentales desde un modelo circular, sostenible y de participación e incidencia de sus distintos integrantes.

Yulieth elaboró la tesis con el interés por investigar “desde el borde”. La investigación es cualitativa y en el análisis convergen las categorías de democracia, acciones colectivas, territorio y conflicto interno armado.

La información para el estudio surgió de fundamentación teórica, análisis de prensa y trabajo de campo, en el que se incluyó la realización de entrevistas exploratorias, a profundidad y de grupos de discusión. Habló con distintos actores del territorio, pero fueron las historias de tres mujeres (a quien se les cambió su nombre por seguridad de las fuentes) las que la marcaron: la de Indira, Mirian Amparo y Cielo.

En tres crónicas cortas Yulieth expresó la impresión que tuvo como una mujer que escuchó a otras. Sobre sus sensaciones llevadas a la narrativa, dice: “me alivianan la carga del dolor de ellas puesto en mí y permite arrojar una reflexión y un análisis más contundente”.

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Situarse en la potencia de lo que las mujeres resignifican

Indira:

La primera acción social fue en la infancia.“Nos movilizamos con los compañeros de la escuela en una volqueta hacia el casco urbano de Turbo a protestar para que nos dieran sillas y poder tener dónde sentarnos en el salón a estudiar”.

Yulieth indagó si prácticas vividas en la región y expresiones de acción colectiva y participación resignifican la democracia. Los hallazgos de la investigación muestran que sí, lo que sucede es que las comunidades estudiadas “no se esfuerzan en lo más mínimo en construirla en el marco del modelo representativo y los procedimientos que este establece, ni es su interés”. Lo que ocurre, de acuerdo con la investigadora, es que construyen desde sus realidades y características, pero aportan a la configuración del bien común y el goce efectivo de derechos sin que esto sea ideal, en tanto que en sus procesos sociales emergen tensiones y paradojas.

Entre la Comunidad de Paz y los procesos de mujeres, la investigadora sintió más afinidad con estos últimos, conectó más con ellas, con sus historias y con lo que aprendió desde los puntos de vista académico y humano. Identificó que las maneras que encuentran de lidiar con la guerra las lleva a priorizar otras formas más sustanciales de la democracia como la creación de prácticas que generan nuevas “gramáticas sociales y culturales desde sus espacios locales, cotidianos y casi íntimos”, cuenta.

Eso es, por ejemplo, expresiones que contribuyen a resignificar la democracia a través de los acuerdos, de reglas de juego, mínimos de convivencia, estructuras flexibles y horizontales, formas de proceder a nivel económico o acciones que les ayudan a la sobrevivencia y a relacionarse de maneras menos extractivistas con los demás y sus entornos.

En la narración que Yulieth hace de los repertorios que la Comunidad de Paz y las mujeres construyen menciona las cocinas comunitarias. Los alimentos los consumen primero las mujeres y los niños, y luego los hombres. Se hace un esfuerzo colectivo por garantizar seguridad alimentaria, por lo que unas personas siembran algunos alimentos y unos más, otros. La producción se intercambia. Incluso lo hacen con lo que denominan el hueso del calanco, el cual no se deshace tan fácilmente al hervirse. Por eso, cuando alguna tenía capacidad adquisitiva lo compraba, lo hervía y hacía el caldo para sus hijos, y luego se lo daban a la vecina, quien, a su vez, hacía lo mismo.

Yulieth sobre Cielo:

“Para algunos es polémico su accionar como mujer, su inmensa capacidad de denunciar abiertamente incluso lo hegemónico (…) En el encuentro percibí que es mucho dolor que ese paso por la región le dejó, que se sintió utilizada, que aún se siente señalada. Y es que no fue fácil lo que vivió, incluso me pregunto cómo logró sobrevivir física y mentalmente al periodo tan duro de Urabá que protagonizó, cómo logró cargar con tanto, cómo esquivó las ráfagas de los poderosos, cómo no perdió la cordura o se ahogó en el dolor de los muertos que desenterró, que enterró, que vivió”.

La democracia, para efectos del estudio, no es entendida solo desde su concepción tradicional hegemónica, “sino de la idea de vivir en comunidad, de construir un nosotros de manera conjunta, de vivir sin matarnos y de construir sentidos comunes que busquen la garantía de derechos y oportunidades para unos y otros”, explica Yulieth.

De esa manera, la democracia que ejercen las comunidades de interés, “construye futuro común, tienen apuestas de convivencia bajo principios de bienestar, porque intentan vivir en ese territorio que les genera identidad”.

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Con su estudio Yulieth visibilizó cómo las comunidades han reconstruido el futuro desde el tejido social y comunitario, como explica en su tesis, rompiendo con la lógica de la guerra y dando significados propios y auténticos de la paz como forma de radicalizar la democracia.

Teóricamente partió de los postulados de autores como Boaventura de Sousa Santos, Alberto Melucci, Sidney Tarrow, Leonardo Avritzer, Ernesto Laclau, Chantal Mouffe y Evelina Dagnino, entre otros.

Adicionalmente usó en la metodología la estrategia de bola de nieve, lo que quiere decir que un actor social la llevó a otro, y así sucesivamente; un ejercicio de confianza. A Yulieth lo que más paradójico le resultó fue que quienes más se abrieron a conversar fueron aquellas mujeres que han sufrido directamente la violencia sobre sus cuerpos, sus familias, sus territorios y sus economías, en cambio para acceder a la institucionalidad pública, incluso, debió presentar un derecho de petición.

“Todo eso que nos trajo a esta región se volteó. En el 95 mataron a uno de los hijos de crianza que teníamos en el batallón prestando servicio. En el 97 mataron al papá de mis hijos y en el 2002 asesinaron a mi hijo. Todo el daño que me hicieron lo tenía guardado para yo hacer daño, pero cuando me di cuenta que esa madre estaba ahí en un fogón de leña con tres peladitos en el piso tirados, como igual estaba yo encerrada en una pieza con los hijos que me quedaban, entendí que ella no tenía la culpa de lo que su hijo había hecho con mi hijo, y que si yo hacía m más daño era más violencia, ya mi hijo estaba muerto, ya no iba a revivir con dañarla a ella”: Mirian Amparo.

El testimonio de ella la desgarró. La entrevista no pudo seguir, no logró mantener la serenidad y la supuesta objetividad. Cuenta en la tesis que no entendió cómo en un solo cuerpo, en una misma mujer, se instala tanta injusticia y sufrimiento. Sí supo algo con certeza y fue lo mismo en lo que Mirian Amparo cree: que “hablar cura” y esa, si bien no era una búsqueda implícita de la tesis, fue un aprendizaje certero.

La investigación evidenció que las formas de lucha de las comunidades son distintas. En especial, a Yulieth cada mujer le ayudó a entender algo. De Indira, por ejemplo, aprendió que el poder está en la palabra y en la acción directa. De Cielo tuvo la percepción, en su narrativa, de que la ha rodeado lo antagónico y que ha debido lidiar con las soledades políticas, y de Mirian Amparo, que son supremamente variadas las formas de construir lo público. La suya es maternar y ser ciudadana “que recrea día a día”, narra la investigadora en la tesis, porque la mayor capacidad que Mirian Amparo tiene es la de reconstruirse.

El aporte de la tesis de Yulieth tiene que ver con visibilizar actores sociales de un territorio en disputa como lo ha sido el Urabá antioqueño, pero de búsquedas por autonomía, autodeterminación y resistencia económica y social, que a través de ellas le dan contenido democratizador a una región que ha tenido prácticas autoritarias debido a la pervivencia del conflicto armado, según Mary Luz Alzate Zuluaga, profesora del Departamento de Ciencia Política de la FCHE y directora de la tesis.

Para Yulieth fue admirable el hecho de que “las mujeres tejen, desde lo más sencillo como el hueso del calanco, hasta la reconstrucción de confianza con la otra”, y lo hicieron con ella, quizás porque ellas notaron que la tesis buscaba no solo la racionalidad académica, sino la sensibilidad, la solidaridad, la humanidad, la oportunidad para contribuir a sanar, aunque las heridas continúen abiertas.

(FIN/KGG)

25 de abril de 2022