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El oso andino es considerado como una especie sombrilla. (Imagen de referencia). Foto: tomada de bit.ly/3G92zcH

 

Así lo evidenció la tesis de un egresado de la Maestría en Bosques y Conservación Ambiental de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNAL Medellín. Los resultados mostraron otras áreas idóneas y bien conectadas, diferente a las que, incluso, describe la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés). La reevaluación puede ser insumo para formular estrategias adecuadas ante la fragmentación.

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El hallazgo corresponde a una parte del estudio que analizó al oso andino (Tremarctos ornatus) y al puma (Puma concolor) como grandes mamíferos clave en la priorización de áreas de conservación en la Cordillera Oriental de Colombia. El propósito del estudio, indica el texto de la tesis, fue priorizar áreas para asegurar conectividad ecológica en zonas protegidas de la Cordillera Oriental.

La investigación se realizó en los parques nacionales naturales Tatamá, El Cocuy, Pisba y en el Santuario de Fauna y Flora Guanenta Alto Río Fonce, en territorios de Chocó, Boyacá, Santander, Casanare y Arauca, en sitios entre los 330 metros sobre el nivel del mar (msnm) y más de 5.300 msnm con temperaturas entre los 0 y 25°C, donde existen diferentes ecosistemas.

El biólogo investigador Carlos Herney Cáceres Martínez identificó, con la ayuda de cámaras trampa y modelos estadísticos, que las áreas analizadas son idóneas para la conectividad ecológica, aunque están por fuera de las establecidas por la IUCN. “No lo mostraba un video, sino miles”, dice.

El resultado representa un gran aporte en la medida en que visibiliza otras condiciones, algo para tener en cuenta, por ejemplo, cuando se destinen recursos para investigación y, en general, cuando se busca propender por conectividad ecológica, lo que, según la tesis, podría implementarse para el manejo adecuado de los parques nacionales naturales.

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“Cuando comencé con la idea de la conservación, yo quería ser explorador, recorrer el mundo observando cosas. Inicialmente quise trabajar con osos en cautiverio, pero al verlos me pareció triste la condición en la que estaban y también pensé que era fácil estudiarlos”, cuenta Carlos Herney, quien se describe como una persona a la que le ha gustado la complejidad.

Años después, en su tesis de maestría, usó herramientas en las que tal vez no pensó cuando apenas se interesaba por conocer la naturaleza a fondo y desde la academia, y cuando no tenía la investigación en la mira ni se imaginaba que esta tenía mucho que ver con el trabajo en equipo.

Para desarrollar el estudio él obtuvo datos de análisis previos realizados con Parques Nacionales Naturales y con corporaciones autónomas regionales que le proporcionaron también registro de avistamientos de oso andino y puma.

Sin embargo, él también recolectó otros datos durante un año de salidas de campo y usó 114 cámaras trampa, ubicadas en terrenos lejanos e inhóspitos a los que se llegaba hasta después de una semana de camino.

Además, durante los tres años que duró el estudio, las revisaba cada cuatro meses con ayuda de personal de Parques Nacionales Naturales de Colombia, la Corporación Autónoma Regional de Boyacá (Corpoboyacá), y comunidades locales, les cambiaba baterías y extraía la información. También capacitó a habitantes de las fincas donde se llevaron a cabo las mediciones para que ellos pudieran contribuir con el monitoreo y el envío de datos.

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Bajo diferentes criterios Carlos Herney modeló matemáticamente los corredores tanto para el oso andino como para el puma y de la misma forma lo hizo para calcular la conectividad a nivel de restricción de movilidad para las especies. Generó redes biológicas para cada una, pero resultó que estas son apropiadas para ambas, dado que entre ellas no hay competencia: “Hay áreas por donde a diario pasa tanto el oso como el puma”, cuenta.

¿Por qué hacer la investigación en áreas naturales protegidas? El hecho de que estén preservadas no quiere decir que sean suficientes para salvaguardar especies como el oso andino, pumas, dantas o jaguares, que se caracterizan por recorrer grandes distancias, según Carlos Herney, “y menos en un país como Colombia, que día a día se transforma en función de agricultura, ganadería, desarrollo vial o expansión urbana”, afirma.

Con respecto a las áreas naturales protegidas hay consideraciones, recomendaciones y propósitos. Entre ellos están las metas AICHI, incluidas en cinco objetivos específicos de 196 países firmantes de la Convención de Diversidad Biológica durante la COP10 sobre biodiversidad, realizada en 2010 en Aichi (Japón). Entre ellas está contemplado que los parques nacionales del mundo deben velar por tener conectadas el 15% de las áreas protegidas terrestres.

En Colombia, dice Carlos Herney, hay áreas protegidas, pero estas no están necesariamente conectadas. Los estudios registrados, cuenta, hacían alusión a la conectividad estructural, que mide, a través de modelos matemáticos, los parches de bosque, sus perímetros y distancias, “pero no calculaban las respuestas de las especies en las zonas que realmente son las que queremos conservar”, asegura.
A eso se le denomina conectividad funcional y tiene que ver con la capacidad de la fauna de moverse en las áreas con potencial para la conservación. Establecerla es importante porque está relacionada con la especificidad en los requerimientos de la fauna, teniendo en cuenta que no son iguales, por ejemplo, para un armadillo que para un puma.

Se sabía, por ejemplo, que los osos se movían hacia Venezuela al parque nacional El Tamá, pero no se conocía con detalle sobre los desplazamientos al interior de Colombia. La idea con la investigación, además de generar conocimiento, fue articular instituciones y medir si las políticas y programas de conservación están alcanzando sus objetivos; identificar si son viables o no a corto y a mediano plazo.

Los resultados mostraron que los parques nacionales de la cordillera Oriental no están conectados y no cumplen con las metas AICHI. Sin embargo, al incluir las áreas identificadas por la investigación de la UNAL Medellín, “los indicadores pasarían de un 3,91 a un 22,50% de áreas protegidas y conectadas, y de un 0% de áreas contiguas protegidas a un 76,53%, en ambos casos, lo cual ayudaría a la conservación efectiva de la biodiversidad y de los corredores biológicos de la cordillera Oriental de Colombia”, expone.

A Carlos Herney le gusta unir a la Universidad con las corporaciones ambientales y demás instituciones, pues cree que “los investigadores a veces somos tan científicos que nos desarticulamos de los procesos administrativos o de autoridades que toman las decisiones, aun cuando la información generada pueda resultar útil y con fundamento técnico”, menciona.

Así como sus investigaciones han ayudado a comprender diferentes asuntos relacionados con el oso andino y han aportado conocimiento científico, a Carlos Herney la biología le ha permitido entender “cosas de la vida de otra manera”. Ahora sabe que dedicarse a la conservación no solo implica ser científico, sino entender la realidad del país, las perspectivas de las personas y de la institucionalidad.

El oso andino no solo le ha permitido aprender en la academia, sino que también le ha traído reconocimientos y satisfacciones a nivel personal. Eso lo tendrá presente siempre como una premisa de la pasión que siente por su profesión, y un tatuaje en uno de sus brazos se lo recuerda todos los días.

(FIN/KGG)

23 de mayo de 2022