Las acciones que desarrollamos diariamente generan una relación directa con la comodidad de los hogares, de la misma manera la ubicación geoespacial, el clima y la relación con la ciudad favorecen o desfavorecen a este aspecto.
Este tema es desarrollado por John Ferney Arango Flórez, arquitecto, magister en Arquitectura, y estudiante del Doctorado en Estudios Urbanos y Territoriales de la Facultad de Arquitectura, y cuya tesis fue presentada en el marco del Seminario Internacional IFEA/Escuela del Hábitat – CEHAP “Gobierno del hábitat popular en América Latina” desarrollado el 1, 2 y 3 de junio en la UNAL Medellín.
Analizar desde una perspectiva geoclimática
Una de las variables más importantes para estudiar el confort doméstico en una ciudad como Medellín es el clima, por lo que el investigador toma este elemento como parte importante de su trabajo.
“Medellín es el municipio más grande de la agrupación, es el que concentra la actividad económica de la región, la altitud está entre 1300 y 2800 metros sobre el nivel del mar (mts) es muy importante para mi trabajo no utilizar el dato medio que es 1520 mts, sino decir que empieza en una cifra y termina en otra, hay una gran variabilidad térmica en general, los regímenes climáticos son muy distintos a un lado y al otro del Valle, al norte es más caliente, y el sur es más frío, por lo que está ubicado más alto”, explica Arango Flórez.
Hay una condición climática muy diferenciada en todo el Valle de Aburrá y no solo en la dirección sur-norte sino en el sentido transversal, pues la geografía es muy particular. Hasta ahora, en el avance de la tesis se ha detectado información importante respecto al clima, por ejemplo, que hay una diferencia térmica de siete grados el mismo día y hora entre un punto específico del Valle de Aburrá y otro más alto, siendo un factor determinante para el confort de los habitantes de ambos lugares.
“Hay una variabilidad térmica promedio al año que es entre 17 y 28 grados, es por esto que se nos ha reconocido como la ciudad de la eterna primavera, aunque ha estado cambiando pues una de las condiciones de este trabajo involucra lo contemporáneo de la vida, y eso tiene que ver con que el Valle de Aburrá es uno de los lugares más contaminados del mundo y en algunas fechas es el número uno, por lo menos en calidad en aire”, recalca John Ferney Arango Flórez.
Queremos vivir en casas, pero en la ciudad solo hay apartamentos
Según el censo del DANE en el 2018, respecto a la tipología de vivienda, el 66% de los espacios domésticos del Valle de Aburrá son apartamentos, y el 32% son casas, lo que significa una densidad muy alta en esa primera tipología, más si es comparada con la capital y las ciudades intermedias de Colombia, “y eso va en una lógica contraria del ideal futuro, pues la mayoría quiere vivir en una casa, pero aquí solo hay apartamentos”, dice Arango Flórez.
En la realización de la tesis, el investigador llevó a cabo un ejercicio geoclimático: localizarse desde el 12 de octubre mirando hacia el sur oriente, determinando que hay una condición montañosa particular y es que el lado oriental es muy largo y empinado, mientras que el occidental es más corto y no tan inclinado, sumado a que la estructura base de la ciudad se superpone a una geografía con pendiente.
“Debido a esto terminamos teniendo unas calles y unas carreras en sentido norte-sur y en sentido oriente-occidente respectivamente, siendo estas últimas las más empinadas. Además, esto determina la sombra que genera el sol cuando amanece, ocurriendo primero en el lado occidental y luego en el oriental”, dice John Ferney Arango Flórez.
Concepto metodológico
Esta tesis responde a unas metodologías vinculadas a la caracterización del espacio doméstico, uno de manera cuantitativa donde se hace una revisión juiciosa de la casa, la manzana, y la temperatura, que ayuda a entender físicamente como está constituida. Esta metodología está definida a partir de dos categorías: el geoclima, y la ocupación, es decir cuántas personas, familias, tipo de familias, basado en cifras del DANE.
“En el Valle de Aburrá predominan las mujeres solteras con hijos en apartamentos estrato 2 y 3. Es una ciudad muy diversa y difícil de generalizar, pero nos da la tendencia para pensar algunas cosas: la familia tradicional, ideal judeocristiana no es la que vive en nuestras ciudades”, añade Arango Flórez.
La segunda parte de la metodología tiene que ver con todo lo cualitativo, identificar cambios en el habitar cotidiano y comprender cómo vive la gente, contrastando los datos estadísticos con la realidad, a través de dos subcategorías: cotidianidad y contemporaneidad. “Como arquitectos todavía operamos con ideales y modos de vida que no son los actuales, la familia que nos imaginamos no es la que existe en la práctica, por eso relaciono lo contemporáneo, que incluye lo social, lo tecnológico y lo ecológico”, explica el investigador.
En esta misma línea el autor busca una correlación entre las dos metodologías y así entender qué pasa con la cotidianidad cuando algo de los aspectos físicos analizados ocurre o no ocurre, por ejemplo, la pandemia cambió por completo la usabilidad de los espacios, y los fenómenos climáticos moldean como movernos, sumado a las crisis del aire que afectan la rutina.
Dentro de la tesis se realizó un caso de estudio que evidenció lo planteado teóricamente, y consistió en visitas y análisis de algunas viviendas, condicionadas en:
- Tipología predominante: apartamentos y casas.
- Viviendas ubicadas en laderas y valle.
- Uso del familiograma para levantamiento arquitectónico en cada vivienda e identificación de situaciones particulares.
- Fotografías tomadas por el investigador y los habitantes.
Con el caso de estudio se pudo detectar que la vida cotidiana gira en torno a cinco actividades: cultivar el cuerpo y el espíritu: alimentarse, hacer ejercicio, tener un culto, o una planta, una biblioteca; acostarse y levantarse: es algo que siempre ocurre; salir y regresar; reunirse y distanciarse; limpiar y vestir el cuerpo y la vivienda.
En las mañanas las actividades son muy aceleradas, mientras que, en la tarde, entre las 5:00 y las 9:00 p.m. las actividades vuelven a pausarse y alargarse en el tiempo, por lo que la relación entre las personas está vinculada con el momento de la comida, más en la noche que en la tarde, pero el fin de semana hay una relación más directa en ese aspecto.
“Uno de los resultados de este estudio y que nos ha permitido avanzar en un camino específico tiene que ver con que la experiencia del habitar cotidiano en el espacio doméstico en el Valle de Aburrá ocurre de manera continua y deslocalizada, como una espiral de acontecimientos ligados entre sí, con ritmos cíclicos dinámicos, no lineales y adaptativos, y sin apegos funcionales a los espacios”, concluye John Ferney Arango Flórez.
(FIN/DQH)
28 de junio de 2022