Así lo concluyó un estudio que se realizó como parte de una tesis de maestría en Ciencias Agrarias que deja como recomendación fortalecer la información con respecto a este sistema a fin de aumentar la competitividad en la ganadería bovina en Colombia.
Desde que tiene uso de razón Sebastián Montoya Uribe recuerda que los animales han sido su motivación y su pasión. Aun siendo un niño, estudiante de primaria, los padres de él notaron el amor y el interés que sentía por los animales, y su propia convicción temprana fue querer, en el futuro, un trabajo que se relacionara con aquellos seres vivos: “No me vi en otra cosa”, dice.
Años más tarde, como zootecnista y estudiante de la maestría en Ciencias Agrarias de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNAL Medellín, partió de su inquietud por el problema que representa la ganadería, actividad económica a la que Colombia destina “muchas tierras” que incluso “no cumplen a cabalidad su vocación agrícola”, según un reporte del Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC) que data de 1985, comenta.
En la curiosidad por entender alternativas, trazó una visión y unos objetivos para abordar un análisis sobre los efectos que se pueden dar en la producción forrajera, el consumo de pasturas y el comportamiento bovino asociado al silvopastoreo —un sistema de producción que combina la integración de diferentes especies de árboles y forraje con pastoreo y ganado—, lo que es contrario a la ganadería convencional que emplea monocultivo forrajero.
Entre las bondades del silvopastoreo está el hecho de que si “un bovino se alimenta de una dieta más diversa y balanceada. También le permite aumentar el consumo, por lo que se espera mejor productividad” explica. Para él, el establecimiento de ese sistema es por sí mismo señal de una división adecuada de los potreros.
El cómo del análisis
El estudio se desarrolló en 17 fincas que cuentan con sistemas silvopastoriles establecidos por lo menos con dos años de antigüedad, situadas en diferentes zonas colombianas con distintos pisos térmicos.
En este sistema las áreas de pastoreo son diversas en número de especies de forraje y en su disponibilidad, dependiente del piso térmico en el que se encuentre y del periodo de descanso que se les garanticen a los bovinos. En el caso de la investigación de Sebastián, las unidades experimentales para este ensayo no son los animales sino terrenos o potreros que oscilan entre 2500 y 5000 metros cuadrados en los que se asignan lotes de alrededor de 40 vacas que permanecieron allí un día.
El estudio se efectuó en dos etapas. Un primer experimento consistió en la oferta forrajera y en consumo bovino en las fincas, para lo cual fue necesario cortar y pesar determinados volúmenes del material vegetal. Específicamente en la Eco-región cafetera y en el valle alto del río Cauca, Sebastián analizó los arbustos Tithonia diversifolia (hemsl Gray) y Leucaena leucocephala e identificó que la pastura más destacada es Cynodon plectostachyu, mientras que en la región ganadera del valle del río Cesar evaluó forrajes de Gliricidia sepium. Allí la pastura más abundante es Panicum máximum, asociada a árboles de Eucalyptus melliodora y Samanea saman.
Otra región de estudio fue el Bajo Magdalena, donde se analizaron las especies Bothriochloa pertusa, la pastura Panicum maximum c.v.. Mombaza, el arbusto forrajero Leucaena leucocephala y Gliricidia sepium, además de la especie arbórea Samanea saman, y en el Piedemonte del Orinoco, en el Meta, Brachiaria decumbens y Tithonia diversifolia. También, en regiones lecheras de Boyacá y Santander, Cenchrus clandestinus Trifolium repens y Sambucus en las zonas altas. En esa zona bajas, según la tesis, “el componente forrajero es totalmente diferente y los forrajes de mayor presencia son Brachiaria decumbens y Tithonia diversifolia”.
Con respecto al forraje consumido por el ganado, otro de los propósitos fue analizar la oferta disponible, pues es una variable que define ambos sistemas de pastoreo: el que está mediado por la técnica tradicional es más libre y es difícil generar un control sobre él, según el investigador, y a diferencia del silvopastoreo, el cual por sus condiciones, incluso, contribuye con el bienestar animal, y estudiarlo, “fue nuestro sueño”, cuenta.
En ese sentido, el modelo de estudio permitió la comparación con el pastoreo convencional que usa monocultivo de forraje y la metodología empleada se definió con el propósito de que fuera adaptada al productor. De esa forma fue posible establecer, por ejemplo, que las eficiencias de los sistemas silvopastoriles dependen de las zonas en las que se desarrollen. En aquellas en las que predomina el clima caliente el ganado se resguarda bajo la sombra de árboles, donde puede rumiar y no está supeditado a una sola especie de pasto, mientras que en el método tradicional los animales expuestos a altas temperaturas se acercan a los abrevaderos y así reducen el consumo de forraje.
El segundo experimento consistió en comparar bovinos en establos y en pastoreo libre. Los primeros fueron alimentados con dietas típicas de sistemas silvopastoriles y los segundos en condiciones naturales. A todos se les monitorearon actividades de forrajeo, rumia de pie y acostados, y descanso de pie y acostados durante 48 horas seguidas. Los datos tuvieron tratamiento estadístico.
Entre los resultados está que la incorporación de arbustos aumenta la productividad y calidad del forraje, diseñado para aumentar la eficiencia y con cuya implementación se incrementa la oferta de nutrientes como proteínas y minerales, además de que, en periodos cortos de ocupación de los bovinos en las áreas de pastoreo, se disminuye el riesgo de ausencia forrajera en periodos climáticos críticos.
Los hallazgos realizan aportes, de acuerdo con el asesor de la tesis, Rolando Barahona Rosales, profesor del Departamento de Producción Animal de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNAL Medellín, en la medida en que hace una contribución importante al entendimiento de los beneficios ambientales de los sistemas silvopastoriles, “generando indicadores numéricos de dichos beneficios, especialmente en lo referente a la conducta ingestiva y consumo de materia seca y de agua”.
Acerca de ese último aspecto, el investigador llama la atención: “Si llega una época de sequía y tienes un árbol en un potrero cuya raíz profunda que (por ejemplo) puede ir llegando a 25 metros, el agua empieza a percolar o a subir y favorece la durabilidad de ese establecimiento”. En ese sentido, los pasos y leyes del punto de bienestar se dan, en esencia, en torno a tres factores que son: la dieta mejorada de los animales, el confort térmico y la constancia en la disponibilidad del alimento.
Además de generar nuevo conocimiento, tras la realización del estudio, a Sebastián le quedó también la reflexión sobre la importancia de acercar la pedagogía a los productores, en la medida en que el desarrollo del sistema silvopastoril no es inmediato, sino que toma tiempo. Si bien el investigador trabajó en el análisis de áreas de fincas en las que la técnica ha avanzado y se ha mantenido, menciona que la percepción general, cuando no se reciben resultados en un lapso estipulado, es que esta alternativa no funciona, y no es así necesariamente.
¿Qué condujo y motivó la investigación?
“En Colombia hay demasiadas tierras destinadas a la ganadería y, adicional a eso, se está haciendo de una mala manera, con prácticas inadecuadas que, finalmente, están causando afectaciones ambientales, pues se ha encontrado que los rumiantes son fuente de emisión de gases de efecto invernadero”, explica. También que, ante ese panorama el silvopastoreo es una alternativa.
En algún momento, dice, el silvopastoreo comenzó a tener detractores, dado que este modelo de producción no garantizaba los beneficios productivos que prometía. El experimento lo aplicó con la ayuda del Centro para la Investigación en Sistemas Sostenibles de Producción Agropecuaria (CIPAV), que hace varios años, junto con la Federación Nacional de Ganaderos (Fedegan) estableció este modelo en Colombia.
Cuando piensa en la investigación que ha realizado, nota un trasegar definido por la motivación y la pasión por lo que hace, de lo cual se cercioró en primer semestre cuando cursaba Introducción a la Zootecnia y un profesor lo ilustró más sobre el propósito de esa área del conocimiento, más orientada a la producción animal.
Fue entonces cuando Sebastián pensó que era eso lo que quería y un argumento que le dio el profesor terminó por convencerlo: los bovinos sostienen la producción en la alimentación que está basada en pasto, alimento que no compite con la de los seres humanos, como sí ocurre en el caso de los cerdos y las aves de corral para el caso del maíz y la soya. Y así amplió su visión, luego de que inicialmente tenía como proyecto dedicarse a la medicina veterinaria.
Además del aprendizaje en materia académica que le han dejado los bovinos, estos le han permitido a Sebastián otro tipo de enseñanzas, entre ellas, el valor de la calma y del vivir sin artificios ni excesos, sino con lo necesario.
(FIN/KGG)
23 de mayo de 2023