Escudo de la República de Colombia
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Como parte de la tesis, Ana Lucía realizó un performance. Foto: cortesía Ana lucía Guevara..

En el movimiento convergen el arte y el deporte, dos de las pasiones que constituyen a Ana Lucía Guevara Ospina, estudiante de la Maestría en Artes Plásticas y Visuales de la Escuela de Artes de la Facultad de Arquitectura de la UNAL Medellín. Ella se sumergió en las misivas que escribieron sus padres acerca “de lo que no se puede hablar”, como lo señala la tesis, aquella que se constituye como un relato académico e íntimo narrado a través de otras cartas que escribió la investigadora y que forman el hilo conductor de la historia. Sus fragmentos acompañan este texto.

“Negrito, no sé si sabes que tengo varias cartas para enviarte en las que te he contado historias y sentires de lo que ha sido escribir sobre mamá y papá y cómo eso ha detonado un montón de conexiones que a simple vista no veía posibles, por ejemplo, cómo se han conectado mi historia familiar, el deporte y el arte. Pon atención que, a medida que vayas leyendo, te las iré enviando”.

De lo que no se puede hablar. Así está escrita una parte del libro De lo que no se puede hablar. El arte político de Doris Salcedo, escrito por Mieke Bal. Esa imagen fue impactante para Ana Lucía porque le mostró que aquel archivo que era las cartas amarillas cuenta, precisamente, una historia que no es fácil verbalizar: La militancia de sus padres en el Ejército Popular de Liberación (EPL), una decisión que carga con un estigma.

Las cartas permanecieron guardadas durante varios años en una bolsa amarilla. Son 186. Están fechadas desde el 31 de octubre de 1984 hasta el 25 de febrero de 1995. Hablan de romance, montañas, ríos, encierros y partido político. Son, en esencia eso, cartas de amor, del amor como ideal.

Ana Lucía regresó a ellas luego de participar en un seminario de investigación en el que los integrantes indagaron por aquello que los rodeaba como seres humanos, y en una de esas sesiones apareció la palabra “cartas”. Además de interiorizarlas como una parte suya, personal y familiar, las acogió como ejercicio académico, porque es una convencida de que, en artes y en humanidades es difícil desligarse de la vida cotidiana.

Era muy bonito encontrar en el montoncito una carta para uno, era como pensar en el juego que dice: ¡llegó carta!!!... ¿para quién???... Cuando llegábamos de las jornadas de competencia o en las mañanas antes de salir hacia la piscina, preguntábamos por el correo, por las cartas; ese era nuestro medio de comunicación con nuestras familias y se sentía el abrazo cuando las recibíamos.

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“He podido, por medio de este trabajo, pensar, preguntarme, rechazar, aceptar, cuestionar, abrazar, apropiarme e hilar eso que soy y que he sido”.

En la tesis Ana Lucía escribió que las firman Clara y Rodrigo, que son los mismos Nancy y Carlos, y que, junto con ella, luego de 1991 —cuando el EPL firmó acuerdo de paz con el gobierno— son los Guevara Ospina. Solo en la última carta los padres expresan explícitamente el nombre de su hija, pero supo que, en todas se refirieron a ella de una u otra forma. En alguna parte de la tesis cuenta: “Nací en las cartas y en esa historia, soy el agua del vientre que me parió”.

Las leyó tres veces, y en cada una de esas lecturas tuvo una sensación distinta. La primera, se sintió culpable, como haciendo algo que no debía. La segunda, las organizó cronológicamente de la más antigua a la más reciente. La última la hizo cuestionarse.

Se lee en la tesis que, sin dejar de sentir orgullo por ellos, quiso entender, “cómo pensaron que la utopía iba a dejar de serlo, cómo los sentimientos de hermandad, sociedad y justicia los abrazaban y los impulsaban a hacer lo que hicieron porque en el camino revolucionario, al menos en el escogido, no solamente había sueños, ideales y teoría, también había guerra, ¿en qué momento pensaron que era el camino?”. En el proceso se hizo preguntas, pero también se aceptó, abrazó lo que es, lo que ha sido, y los ideales y las consignas de su familia primaria.

Ana Lucía se convirtió también en emisora de cartas, por lo menos de otras que escribió y que atraviesan la tesis. Es una interpretación de las cartas que intercambiaron sus padres en aquella época de revolución. Las cartas originales las incluyó en un libro de artista. Adicionalmente, las vinculó a una cuadrícula gigante en las que dispuso el archivo y que exhibió como muestra artística en Sala U.

Por otro lado, la disposición de la tesis con imágenes y texto crea un diálogo con el cual se genera una nueva relación y forma de interpretarlo, según Ana Lucía. Las reflexiones y la introspección que se componen en un escrito configuran el soporte a la experiencia creativa.

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“Cartas Amarillas es un encuentro con la identidad en un archivo que también habla de la historia de país, sin embargo (…) Yo no me sumergí en este archivo para entender a Colombia, yo me sumergí para, al menos, nombrar una identidad propia”.

En la tesis, Ana Lucía plantea algunos conceptos. Uno de ellos es el de Los contenedores, al que le dedica un apartado del documento. Inicialmente tiene que ver con la acción de guardar las cartas en la bolsa amarilla, pero también el cubo que es la piscina en la que practica deporte, y es, asimismo, una posibilidad para pensar qué es contenerlo todo: “Es imposible, una utopía, porque cuando saco el archivo y lo expongo deja de ser mío”, afirma.

Antes de eso pone en contexto y describe las cartas que en su época escribieron sus padres. Después aparece una frase: “Se juega como se vive, se vive como se juega, pensar la vida es pensarse en la guerrilla, en el deporte”, a partir de esa frase también genera cavilaciones. Y ella fue encontrando la relación que estaba buscando: “tiene todo el sentido porque es imposible desligarse de lo que uno es. Entonces lo que se hace bien, el deporte, es lo mismo que se ve en el arte. Es la forma que yo encontré de unir esta investigación, esos dos mundos que yo veía separados”. Esto representó acciones y de ahí el nombre de actos de memoria. Es recordar, es volver a ser.

En Actos de memoria, otro de los capítulos, expone contextos y nociones, y explica lo que significan estos términos. Se traducen fundamentalmente en el tratamiento metodológico. Son una serie de acciones que describe como configuraciones artísticas.

Una vez comenzó a sumergirse en la indagación, además de Mieke Bal, también tomó como referencia a autores como One Kawara, María Teresa Hincapié y Matteew Barney, quienes abordan el movimiento desde miradas distintas como las formas de registrar el paso del tiempo, de la unión entre el arte y la vida o incluso desde las limitaciones físicas del cuerpo humano trabajadas, por ejemplo, en los ejercicios de resistencia.

Los actos de memoria, ha comprendido, “son actos repetitivos que parecen los mismos y, sin embargo, el paso del tiempo los hace diferentes”, indica en la tesis. Para explicar lo que es la memoria, hace la analogía de un repositorio con muchas capas, y para acercarse hay que ir a lo profundo, como lo ha hecho ella, nadando hondo en el agua como jugadora de hockey subacuático. Y entonces las cartas amarillas, dejaron de ser solo misivas.

Realiza también reflexiones a modo de conversaciones con referentes teóricos, describe un performance en una piscina vacía en la que se realiza una cuadrícula (figura que es eje en la tesis) tridimensional que une líneas de nailon. Con él se invita a ingresar a la piscina y “nadar” a través de la cuadrícula en un recorrido que se repite.

La repetición fue algo que encontró en las cartas, entendida como el orden y la constancia, lo que también halla en su vida deportiva, y adherido a ello aparece la disciplina y el anhelo: “El arte es una forma de ver la vida, de ver lo que le pasa a uno, es una forma más detenida y consciente de hacer las cosas”. Igual el deporte, “cuando uno está en un nivel de querer alcanzar grandes objetivos, si no, no te va a funcionar”, dice Ana Lucía.

En el marco de la tesis también hubo otro ejercicio creativo asociado a las letras y al movimiento. Son 343 fechas que se escriben en las cartas y el número de veces que Ana Lucía dio brazadas en una piscina cada día en orden descendente hasta dar solo una. Un ejercicio creativo que realizó como forma de liberar al archivo de prejuicios, de verlo como lo que es: un conjunto de cartas de amor, como una forma, incluso de encontrarse en ella.

No obstante, la investigación y el arte no tienen un fin último. A Ana Lucía el estudio le permitió nombrar identidades familiares, nacionales, deportivas y, en general, de la vida. Algo que valora: Cartas amarillas le deja nuevas preguntas.

“Siempre te he dicho que las sensaciones alrededor de esta historia familiar son sensaciones de orgullo (…) Yo creo que nunca va a cambiar, porque es difícil que la imagen de héroes cambie, para mí fueron héroes que querían cambiar el mundo. Ahora lo que siento es que hay otros sentimientos que acompañan el orgullo de tener unos padres que fueron guerrilleros. Ahora la situación la cuestiono, la miro con otros ojos”.

 

(FIN/KGG)

5 de junio de 2023