Inició su camino profesoral desde hace 23 años y exactamente en la UNAL Medellín, desde hace 10. Ese ha sido el trasegar en la academia de la docente del Departamento de Ingeniería de la Organización de la Facultad de Minas de la UNAL Medellín, recientemente reconocida por la revista P&M como mejor profesora de mercadeo en Colombia. Ella cuenta su trayectoria, y colegas, amigos y familiares reconocen y exaltan su calidad humana y profesional.
Atrás, al fondo de la oficina, está la ventana. Por las rendijas entra una luz que por estos días emana el sol resplandeciente que se ve en el cielo en Medellín. Y adelante, sentada y con sus brazos apoyados en el escritorio está ella, con una sonrisa igual de radiante que no desaparece de su rostro mientras habla.
La profesora Alexandra atiende la conversación con la seriedad y el rigor que infunde el modelo de un cerebro en tercera dimensión, uno de los objetos con los que adorna su lugar de trabajo, y con el semblante siempre afable, con el carisma que inspira el perro de peluche que tiene encima de libros apilados en una esquina de su escritorio.
La profesora habla siempre en plural, incluso aunque se refiera a sí misma o a asuntos que tengan que ver con ella. Comparte la fecha de nacimiento con su hermano mellizo Iván Montoya —el también profesor del Departamento de Ingeniería de la Organización de la Facultad de Minas de la Sede— y con él tiene en común el amor infinito e incondicional, la formación académica y la experiencia laboral.
Alexandra es elocuente, no pierde el hilo, mueve las manos cuando conversa y ese es uno de sus poderes, no solo para contar su propia historia, sino para escuchar, para tejer y para cuidar sus vínculos.
En realidad, cuando se presentó a Administración de Empresas en la UNAL Bogotá no sabía de qué se trataba ese pregrado. “Mi papá era ingeniero químico, mi mamá técnica química. Las ingenierías habían sido como la tradición, aunque tampoco es que hubiese muchos profesionales en la familia. Mi papá era el primer profesional de la suya y en la de mi mamá no había profesionales”, cuenta.
Sin embargo, desde que era una niña, y sin ser consciente, le interesó el mundo empresarial y del emprendimiento. Estaba en grado noveno cuando ella y su hermano le dijeron a su mamá que quería tener una panadería. Lo que recuerda es que entendió que estaban aburridos en el colegio, los cambió de institución y les dijo: “listo, acaben el bachillerato y después la montan”. En once ya deseaban una papelería.
A medida que avanzó en el pregrado se interesó por el mercadeo. También eso, sin tener mucha certeza en el momento, tuvo que ver con su infancia, teniendo en cuenta que participó en alrededor de 20 comerciales televisivos de marcas como Chevrolet y cuadernos Norma, pues era parte del talento infantil de la Agencia de marketing Sancho BBDO, entonces conoció los procesos de script y de producción, y cuando volvió a la universidad tuvo claro que eso hacía parte del mercadeo, disciplina que la enganchó desde el primer momento.
“La ventaja del mercadeo es que es el área de la gestión de las organizaciones más creativa. Permite desarrollar temas artísticos, de comunicación y cultura, y conocer mejor a la gente, con lo que hago clic, por eso el interés en las neurociencias”, expone. Antes esa era para ella “una caja negra”, pero ahora, además de saberlo, relaciona ambas disciplinas. Lo hace sin ningún temor, dado que el aprendizaje y las enseñanzas de sus mentores le han convertido también en una.
A Alexandra el mercadeo le resulta una manera de trabajar la comunicación, los discursos, las historias, las estrategias para sensibilizar y conectar emocionalmente. Está convencida de que la clave más importante de ese potencial es emplearlo en pro de la calidad, no para manipular. Es por eso que lo afirma con convicción: “las empresas que no tengan ética, las que quieran hacer ventas rápidas, que no quieran construir con los clientes, están llamadas a desaparecer, porque ellos están mejor informados y entienden muchísimo más herramientas. Se trata de hacer organizaciones sensatas y conscientes”.
El mercado es un tema con preponderancia en la actualidad, y al respecto su llamado es a no banalizarlo sino a pensarlo y a aplicarlo desde el sentido técnico. Ese rigor y esa convicción que tiene la profesora como premisa son seguramente lo que llevó a que su papá alguna vez les dijera, a ella y a su hermano, “ustedes son muy buenos. Lástima que no sean ingenieros”, narra la docente entre risas”.
La primera publicación científica de Alexandra producto de una investigación fue en 1997 acerca de economía del bienestar. Después, en su tesis de maestría propuso un modelo de metáfora organizacional denominada Gerencia genética, a la cual le otorgaron la máxima calificación y fue laureada.
El tema de las metáforas tiene un significado emocional muy bonito y valioso para la profesora Alexandra, porque le ha dado aprendizaje, logros y la posibilidad de hacer escuela. Narra que, por ejemplo, hay un grupo de investigadores en México que ha seguido la temática. Eso le es gratificante, pese a que según ella no se trate de una semilla que haya sembrado, pues el precursor en Colombia fue el docente José Eduardo Illera, quien hizo un planteamiento similar en 1972, cuando habló de la anatomía de la organización, una comparación del funcionamiento de los sistemas del cuerpo humano con los de las empresas.
Para Sandra Patricia Rojas Berrío, exestudiante, colega y amiga de Alexandra, la profesora sí es pionera, porque ha impulsado semilleros de investigación y la ha motivado el estudio del mercadeo, una disciplina que en el pasado era pragmática, cuya posibilidad de investigar no era perceptible como lo puede ser, por ejemplo, las de áreas del conocimiento como física o química. Cree entonces que la docente abrió paso.
Alexandra es curiosa y creativa, y sobre todo esa última cualidad la ha llevado a “no vararse, a ser rigurosa con sus métodos, sus instrumentos y sus ejercicios de investigación, pero también es flexible”, menciona Sandra Patricia, quien admira a la profesora por la calidad con la que asume su labor y sus intereses académicos, por el pensamiento complejo de nivel abstracto que puede desarrollar para asumir estudios en temas difíciles de comprender como lo pueden ser precisamente las metáforas biológicas.
Como docente, la profesora Alexandra es dedicada. Según su otro colega y amigo, Juan Manuel Castaño Molano, “lo más bonito de ella es esa preocupación constante por tener estudiantes con formación integral, no solamente con muchos conocimientos desde lo teórico y lo técnico, sino también ese aporte que considera que tiene la formación de ciudadanos y futuros profesionales que le aporten al país y, por supuesto, a la Universidad".
Precisamente, las contribuciones que ha realizado la docente al estudio y a la enseñanza del mercadeo han sido exaltados desde muy temprano. El primer galardón que le otorgaron fue el Premio Portafolio a la excelencia académica de la Casa Editorial El Tiempo, en 1997, y el más reciente fue el reconocimiento de la revista P&M.
Alexandra tiene una familia amorosa y unida. Se nota en cada comentario. Muestra de ello es cómo se refiere su padre frente a la anécdota que ella ya mencionó con respecto al momento en que le comunicó la decisión de estudiar Administración de Empresas. Afirma que les dijo que sintió lástima no colaborarles en casi nada porque no comprendía el tema: “Yo no entendía mucho, pero lo único que hacía era darles empuje”.
Del cariño que le profesa también están los buenos comentarios y la buena impresión que tiene de ella, a quien considera responsable, práctica, dedicada, solidaria, una excelente hija, profesora y alumna, porque siempre ocupó los primeros lugares y estudió becada, tanto el pregrado, como la maestría y el doctorado.
Alexandra es de esas personas de quienes que muy probablemente nadie tiene queja. “Es una persona que tú ves y no tiene conflicto con absolutamente nadie. Nunca la vas a ver de mal genio, o si lo tiene, ni se le nota, porque siempre ve las cosas desde una perspectiva positiva, y eso es un don que no todos tenemos”, destaca Sandra Patricia.
Cuando no está en función de la academia y de analizar el mercado, su plan favorito es estar en familia, departir con su hijo, escucharlo cantar y también oír la música que hace su hermano. Es versátil, como se lo enseñó su mamá.
La profesora Alexandra es como lo que le gusta y disfruta, profunda como los mares que goza, calmada y sabia como la naturaleza por la que le gusta caminar; alegre como el baile al que acude desde niña para vivir la alegría, pero rigurosa y exigente como el ballet que decidió danzar durante la pandemia; optimista como el ánimo de quien se enfrenta a investigar e imperfecta como las preparaciones culinarias de las cuales publica fotografías en redes sociales, tan real en la academia como en su vida personal, y esa es, a lo mejor, una de las más grandes enseñanzas que tiene para ofrecer.
(FIN/KGG)
25 de septiembre del 2023