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Jorge Andrés Giraldo Jiménez, ingeniero forestal, magíster en Bosques y Conservación Ambiental y doctor en Ecología de la UNAL Medellín, recibió la mención de honor del Premio Nacional Alejandro Ángel Escobar 2023 por los aportes de su tesis. Los árboles son su interés, inspiración y, sencillamente, su cotidianidad.

Para Jorge Andrés Giraldo Jiménez la dendrocronología es equivalente a contar historias. Foto: Unimedios.
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Su adultez como científico deriva de la historia de un niño curioso que a su alrededor tuvo a dos hombres quienes, sin dedicarse a la ciencia, le despertaron y auspiciaron el interés por la búsqueda del conocimiento. El primero era su abuelo, quien pasaba el tiempo tecleando en una máquina de escribir en la biblioteca de su casa en El Retiro, Antioquia, mientras buscaba información como si se tratara de un tesoro; consultaba archivos, libros y documentos históricos y hacía comparaciones y anotaciones sobre los datos que encontraba. Trabajaba con empeño en indagar, desde la perspectiva histórica, por la genealogía de la familia. El otro hombre era su padre, quien saciaba la “intriga fascinante” de Jorge Andrés por la labor científica. Aquel señor fue la fortuna de ese niño con infinidad de preguntas y el cómplice amoroso de su hijo para encontrar las respuestas acertadas, concienzudas y sin afán.

Jorge Andrés es elocuente y habla abiertamente, pausado y sin equivocarse de esos recuerdos que expresan el orgullo por su familia y el camino que ha trazado como investigador de sus grandes pasiones, la academia y los árboles, por supuesto. Y como si se tratara de una capacidad heredada, adopta la misma buena disposición de su padre para darse a entender y explicar de forma sencilla los asuntos técnicos, sin ocultar la complejidad de la naturaleza que es donde radica su encanto y belleza.

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Era un adolescente cuando leía sobre astronomía, pero decidió estudiar Ingeniería Forestal en la UNAL Medellín por su interés en las ciencias ambientales. Su inquietud por la investigación comenzó en el sexto semestre del pregrado, cuando incursionó en una disciplina que se le hacía mágica y era nueva para él, la dendrocronología —la ciencia que estudia los anillos de crecimiento anual de los árboles para reconstruir variables climáticas y ambientales—.

Alguna vez un estudiante de maestría le contó de su trabajo con anillos de crecimiento de árboles en La Guajira. Conocer aspectos ambientales a través de cortes de madera le pareció fascinante. Comenzó a leer del tema en artículos científicos sugeridos por el reconocido docente Ignacio Del Valle, quien al siguiente semestre fue su profesor del curso de Silvicultura de bosques naturales y así Jorge Andrés se inició en la dendrocronología.

Su primera investigación fue sobre el cativo (Prioria copaifera), especie de árbol en las llanuras inundables del río Atrato. Analizó los anillos, construyó modelos de crecimiento y estableció elementos de manejo, una necesidad en ese entonces para el aprovechamiento de la madera de estos árboles, lo cual no se hacía de forma sostenible y repercutió en que se diezmara la población: “Quedaban poco menos de 60.000 hectáreas cuando antes era una masa enorme de bosque”, recuerda.

Jorge se hizo consciente de la dendrocronología como una “mina de oro” por ser una disciplina con una fuente inagotable de posibilidades de información, y más en Colombia donde esa área del conocimiento aún no estaba consolidada, pero tenía un potencial en la generación de datos de interés científico al ser este el país con mayor diversidad en especies de árboles después de Brasil.

La investigación más reciente como parte de su formación académica fue la realizada durante su doctorado en Ecología. A grandes rasgos, estudió 81 especies arbóreas siempre húmedas tropicales sin déficit hídrico u ocurrencia de inundaciones periódicas. Analizó aspectos anatómicos, causas de la generación de anillos de crecimiento y la sensibilidad a variables climáticas.

La pesquisa la realizó en Bajo Calima (Valle del Cauca) ubicado en la región conocida como el Chocó biogeográfico, la más lluviosa de América. En primera medida, identificó la formación de anillos de crecimiento en varias de las especies, un hallazgo importante si se tiene en cuenta que hasta hace poco se asumía que los árboles en sitios del Trópico no los desarrollaban, a diferencia de aquellos en ambientes estacionales secos.

Hubo también resultados positivos y negativos entre el crecimiento, la disponibilidad de la luz según la especie, además de la descripción de aspectos anatómicos y de la frecuencia en la formación de esos anillos que funcionan como los capítulos de libros al mostrar detalles de los acontecimientos climáticos registrados a lo largo de las vidas, incluso centenarias de los árboles.

La tesis fue reconocida recientemente con una mención de honor del Premio Nacional Alejandro Ángel Escobar, considerado como la distinción más importante en ciencias en Colombia. Quien lo impulsó a participar fue precisamente el profesor Del Valle, su director de tesis, el postulante del trabajo y de quien también fue la iniciativa de realizar el estudio.

El trabajo ha sido conjunto, así como la emoción por el logro, porque para Jorge Andrés la investigación nunca es individual. Cuando el docente se enteró, dice, expresó su alegría y la voz se le quebró. Como pupilo considera el reconocimiento como un premio al profesor, a su conocimiento, a su amplia trayectoria y al momento cúspide de la carrera investigativa que realizó en la UNAL Medellín.

El investigador valora el apoyo que aún recibe, porque el profesor Del Valle, ya jubilado, mantiene el brío, incluso para viajar al campo, visitar y caminar por el bosque para estar al tanto de las investigaciones en desarrollo, un plan que aún hacen juntos, cuando ya no los une la academia.

Además de su talento, Jorge Andrés es un investigador dedicado, aún cuando termina la financiación de los proyectos, él continúa con el monitoreo por sus propios medios, una señal del compromiso y de la generosidad, como destaca de él Andrés Caro, uno de sus colegas y amigos: “Ese complemento es un reflejo de lo que es él y lo que aporta. En las charlas cotidianas te va entregando el conocimiento que tiene. También va generando preguntas, es como un evangelizador científico (risas)”.

A nivel personal muestra interés en los vínculos y en las relaciones sociales, está pendiente de las personas a su alrededor a quienes ayuda a potenciar sus habilidades. Andrés recuerda una ocasión cuando estaba en el corregimiento Valle de Toledo. Era enero “cuando nadie tiene tiempo ni dinero”, dice, y era su cumpleaños. Jorge, en medio del monte, le entregó una torta pequeña con una vela de cirio.

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A veces la ciencia requiere de una sana tozudez para persistir y gracias a eso Jorge Andrés es Ingeniero Forestal. Tiene una anécdota: “Yo estudié en un pueblo y en un colegio público con muchas dificultades y falencias, y cuando llegué a enfrentarme al mundo en la UNAL, me estrellé. En los primeros cursos de cálculo y geometría no me fue tan bien como esperaba. Mi mayor temor era superar esas materias y así fue. Lo intenté y estudié con ayuda de amigos que estaban en las mismas”. En este proceso también fue fundamental otro hombre; su tío médico y matemático, quien le explicó las temáticas más complejas que necesitaba entender.

Él es una persona que enseña a preservar, según su esposa Catalina Hoyos. “Con moral, con moral”, le dice a ella cuando desea desfallecer en algún proyecto. Es una muestra de la generosidad que lo caracteriza y que es lo que destaca Andrés de él.

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Hasta los árboles más ‘ilegibles’ son mucho más intensos que cualquier novela inimaginable, ya que esta no podrá ofrecer jamás una verdadera multiplicidad a la hora de elegir un sendero por el que caminar, sino tan solo un único camino en concreto.

El árbol - John Fowles.


A Jorge Andrés le gustan las historias. Las busca y las lee en los libros y en los árboles. Ambas cosas son para él un goce y en ambas encuentra un sentido más allá del evidente, porque es un convencido de la importancia de comprender algo para disfrutarlo.

Cree que a los árboles hay que observarlos con admiración y con una perspectiva más amplia que la de su utilidad para el embellecimiento de las calles y las ciudades. De la literatura prefiere los libros de Historia y de divulgación científica, no es un buen lector de novelas ni de las obras clásicas, siente que los jóvenes no se interesan en ellas por su densidad y ser obligatorias en la promoción de lectura de los colegios, donde, para él, radica el error, considera que la lectura se debe disfrutar desde la libre elección.

Así como los árboles tienen alta capacidad adaptativa a diferentes rangos de temperatura, precipitación o tipos de suelos, por ejemplo, Jorge Andrés se acopla fácilmente a los cambios y a las personalidades, como destaca su esposa, Catalina Hoyos, quien cuenta que él “es una compañía increíble que crea lazos y convive muy bien con muchas personas quienes incluso tienen un carácter difícil”.

Es dado al respeto, al cariño y a la tranquilidad, lo que da y recibe de seres humanos y de animales. No se siente solo cuando está acompañado de perros, ellos le generan una sensación de bienestar. “Él es de una conexión total con la naturaleza, porque en el campo es una cosa hermosa y siempre hace amigos caninos adonde llega, es como si tuviera un imán para atraerlos, es de una energía muy bonita”, agrega.

Jorge Andrés es de semblante afable, mueve las manos cuando habla y es de las personas a las que se les cierran un poco los párpados cuando sonríen. Él, un estudioso de las condiciones ambientales del pasado a través de los árboles, disfruta del presente con su familia y sus mascotas en el hogar. También construye futuro desde las aulas universitarias y, como profesor, reconoce que su labor “es tratar de inspirar a los estudiantes”.

Todas esas maneras de vivir la vida son anclas y, a la vez, ejercicios y búsquedas de la libertad, como la sensación de observar las ramas de los árboles moverse por el viento o como, él lo hace, la de contemplar la naturaleza mientras se va arriba de una bicicleta.

 

(FIN/KGG) 

30 de octubre del 2023