El profesor del Departamento de Geociencias y Medio Ambiente de la Facultad de Minas de la UNAL Medellín se jubiló recientemente. En la academia ha hecho aportes en campos como la hidráulica y la mecánica de fluidos. En las aulas fue riguroso y generoso con el conocimiento. No desea dejar la academia de inmediato, pero sí quiere retomar un interés: cocinar y recuperar recetas familiares como una excusa para propiciar la unión. Amigos y colegas exaltan su labor.
En el Aula Máxima Pedro Nel Gómez del campus Robledo, Mauricio se despidió de su labor como docente universitario, como parte de la estrategia “La última clase” del Instituto de Educación en Ingeniería de la Facultad de Minas para reconocer la trayectoria de profesores que se jubilan.
La conferencia de esa vez fue peculiar: hizo un reconocimiento a sus profesores de la universidad, habló sobre su trasegar académico y docente, contó de su paso por los salones de clase, rememoró los temas que lo inquietaron como estudiante y profesor, recordó los amigos que hizo en la Universidad y destacó el cariño que tiene por Brasil.
Como público tuvo a familiares, amigos, colegas y estudiantes, quienes también relataron algunas anécdotas. Fue notoria su nostalgia. Caminó por el espacio, mantuvo el micrófono en una mano y, con la otra, jugaba espontáneamente con su bigote.
Universitario siempre
Mauricio es ingeniero civil de la Facultad de Minas. Eligió el pregrado por influencia de su tío Rafael Toro, un médico radiólogo y, según lo recuerda, un ingeniero frustrado. Él siempre le habló de la Facultad y no lo percibió como insistencia sino como motivación.
En la UNAL Medellín Mauricio conoció a seis colegas que se convirtieron en sus amigos. Fue el 7 de mayo de 1973 cuando ingresó a la Universidad. En la cotidianidad del campus afianzó el vínculo y con el advenimiento del Whatsapp, se denominaron "Los Cuchiamigos", así nombraron el grupo que crearon en la plataforma. Han estudiado juntos, se han acompañado en el ejercicio de la ingeniería, han visto crecer a sus hijos “y siempre nos hemos apoyado”, cuenta.
Hay un consejo que él le da a los universitarios en los cursos de inducción: “Que aprovechen la vida social que les ofrece la Universidad. Es clave para lo que viene. Allí se forma el grupo de amigos que puede ser para toda la vida”.
La docencia, su eje
Mauricio pasó 50 años en la Universidad, 38 de ellos como docente. Antes de dedicarse formalmente a la docencia, ya la tenía implícita. “Mi papá murió muy joven y yo tenía un préstamo para estudiar en la universidad, pero para el sostenimiento me ayudaba dictando clases particulares de álgebra y cálculo a estudiantes de bachillerato”, recuerda.
Como profesor se interesó en que los estudiantes tuvieran claros los conceptos de los temas que abordaban y, con fundamentos en las ciencias básicas, que pudieran dar solución a los problemas y presentar respuestas numéricas. Le preocupa que ahora se hayan perdido esas fortalezas y los profesionales se concentren en resolver problemas de ingeniería con tecnología, más que a partir del análisis. Eso representa para él “un peligro grande, porque los estudiantes no asimilan el conocimiento, simplemente se vuelven autómatas en ingresar y sacar datos de una máquina”.
Según su amigo y colega Óscar Mesa Sánchez, profesor jubilado del Departamento de Geociencias y Medio Ambiente de la Facultad de Minas de la UNAL Medellín, Mauricio fue uno de los primeros profesores en presentar proyectos de investigación al Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación (Colciencias), ahora Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación.
De él destaca también que tuvo un rol preponderante en el desarrollo del área de Mecánica de Fluidos en la Facultad, una labor de varios docentes que, pese a estar a cientos de kilómetros del mar, se interesaron en crear un grupo de investigación en ciencias del mar. “Mauricio fue la semilla que lideró ese proceso”, afirma.
Mauricio es estudioso y riguroso, sabe que tiene fama de ser estricto como profesor y, ahora que mira en retrospectiva, reflexiona: “Debí haber puesto un poquito más de cariño a las personas, no ser tan escueto, tan drástico y tan ingeniero”.
Esa característica que menciona de sí no le impidió ser querido por sus estudiantes. Uno de quienes más lo estima es Carlos Alberto Palacio Tobón, hoy docente investigador de la Universidad de Antioquia y, aunque Mauricio parezca serio, no lo es del todo, a él también lo caracteriza su sentido del humor con el que rompe, incluso, situaciones incómodas, como destaca el profesor Óscar.
Tampoco es acartonado. Cuando Carlos lo vio por primera vez creyó que era extranjero, porque “tenía una apariencia física muy libre y de pelo largo. La forma como nos trató nos mostró que era una gran persona, muy genial en su conocimiento y notamos su talento”.
Devenir académico
En los años 60 estudió en el Instituto El Poblado, uno de los tres primeros colegios laicos de Medellín, donde tuvo una educación integral, “como preparándonos para ese mundo que se venía que era el de la Universidad”, dice. Su plus fue que desde niño tuvo grandes habilidades para las matemáticas y, en general, para las ciencias básicas.
Su primera investigación fue la tesis de pregrado: el montaje de un modelo para simular una creciente, aplicado a la quebrada La Guayabala, que pasa por debajo de la pista del Aeropuerto Olaya Herrera y la inundaba. Así inició su camino en el estudio de la hidráulica, aunque su sueño inicial fueron las estructuras y la mecánica de sólidos.
Más tarde, después de trasegar profesionalmente en ese campo de la ingeniería, obtuvo una beca en Estados Unidos para hacer sus estudios de maestría, donde se enfocó en un modelo de mareas y corrientes para una bahía en ese país. Para Mauricio, “hay oportunidades que aparecen en la vida. Uno toma la decisión y afortunadamente para mí esa fue la correcta”.
A finales de 1985 ganó una convocatoria docente de la UNAL Medellín. Para ese entonces, el posgrado en Aprovechamiento de Recursos Hidráulicos llevaba dos años de fundación. Su tarea inicial fue dictar cursos como Hidráulica, Mecánica de Fluidos y Simulación Numérica, orientados a procesos del mar. Fue el pionero en la Facultad de Minas en impartir Simulación Hidrodinámica. La investigación fue una vocación que reafirmó cuando cursó su doctorado gracias a la licencia de educación que le otorgó la Universidad.
Gregario y generoso
Mauricio es una persona especial, sincera y recta, dice Óscar. Ambos se conocieron en Integral, una empresa consultora, y después se encontraron en la Sede. Se hicieron amigos al punto de que Óscar hizo a Mauricio su compadre.
Sobre su familia, Mauricio cuenta que es la típica de los años 50: ocho hijos, seis hombres y dos mujeres. Mauricio recuerda que él estaba en sexto de bachillerato y fue su mamá quien se encaminó en la tarea titánica de educarlos a punta de vender empanadas. “Siempre nos dijo que no había plata, pero sí educación”, recuerda. Todos sus hermanos son profesionales. Tal vez por esa consigna de crianza es que Mauricio considera que es, incluso, más importante la educación que la comida: “Una persona hambrienta con educación es capaz de manejar las dificultades, pero una persona hambrienta sin educación se va a extremos”.
Es claro para él que los seres humanos son sociales por naturaleza y, para él específicamente, son fundamentales su familia y sus amigos quienes son su motor. Cuidar los vínculos sociales parece ser una manera de querer de Mauricio, quien vela por los demás, no exclusivamente por sus más cercanos.
Carlos, su exestudiante, habla de la generosidad al recordar que, por iniciativa propia, él, durante su estancia en año sabático, se encargó de la engorrosa labor del papeleo y del trámite de inscripción para buscarle, en el exterior, una beca completa de doctorado que finalmente obtuvo, con lo cual quedó sorprendido y agradecido: “Se dedicó a orientarnos como si fuera un papá. Tengo mucho que agradecerle”, comenta.
Irse con calma para disfrutar el nuevo tiempo
Mauricio dice que en la Facultad de Minas ha pasado casi el 80% de su vida. “He estado aquí casi que desde mocoso hasta ya viejito”, afirma y se ríe. No le es fácil irse y desea una “transición suavecita”. Por lo pronto, se dedicará a las clases de cátedra, a crear e investigar sobre software educativo como proyecto personal, porque cree en la necesidad del relevo generacional y las ideas nuevas como benefactores para las instituciones.
Pasará de habitar salones de clase a frecuentar la naturaleza y la cocina de su casa. Su propósito ahora es salir a caminar y rescatar las recetas de su mamá: algunas tortas de espaguetis, suflés de queso o cernidos de guayaba. Convocará a sus familiares para disfrutarlas y “echar carreta”.
También desea hacer fotografía, dedicar su tiempo a las lecturas pendientes. Le gusta leer de largo, los sábados de 2:00 a 6:00 p.m. Los libros que tiene ahora en espera son novelas históricas, uno sobre Roma y otro acerca de los samuráis de Japón.
(FIN/KGG)
4 de junio de 2024