La investigación de las retóricas del consumo de drogas presentes en la narrativa de tres novelas colombianas contemporáneas, realizada por un estudiante de maestría de la UNAL Medellín, desentraña representaciones e imaginarios predominantes sobre el uso de sustancias psicoactivas en el país, presentando por primera vez en Colombia un estudio sobre este tema que abre un nuevo capítulo para la comprensión de la semio-narcótica y la literatura drogada y su papel en la identidad cultural.
Escritos de estupefacientes, farmacografías literarias, texto drogado, género literario del viaje interior y literatura drogada, son algunas expresiones usadas alrededor del mundo para referirse a los relatos escritos en torno a las experiencias de consumo de sustancias psicoactivas. En la tesis Poéticas del viaje interior y retóricas de la droga en la narrativa colombiana contemporánea, el estudiante de la maestría en Estética de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín, David Herrera Castrillón, recoge y analiza la identidad cultural del país relacionada con el uso de marihuana, hachís, hongos psilocibios, peyote, LSD, cocaína, morfina, heroína, benzodiacepina, entre otras drogas a las que se hace referencia en algunas obras literarias colombianas.
Con esta investigación, el autor pretendía conocer esa cultura de las drogas en Colombia desde la perspectiva del consumo, a partir de la segunda mitad del siglo XX y hasta la época, mediante la lectura y el estudio de tres novelas publicadas por distintos autores colombianos: Las llaves falsas: diario de un toxicómano (1959) de José Vélez Sáenz, ¡Que viva la música! (1977) de Andrés Caicedo y Semáforos rotos (2017) de Santiago Infante.
La semio-narcótica tiene la misión de proponer una crítica de las ideologías (o formas de ver el mundo) a partir del análisis de los discursos sobre las experiencias de consumo de drogas, teniendo en cuenta el intercambio de signos en la comunicación de los sujetos drogados en diversas culturas.
“En vez de desarrollar una mirada químico-toxicológica o jurídico-legislativa, este trabajo expone una semio-estética sobre las experiencias de consumo, que analiza los marcos culturales determinantes tanto de la aceptación como del rechazo de las drogas en la sociedad colombiana y contribuye a indagar cuáles han sido las principales representaciones y los imaginarios predominantes a escala nacional, abriendo caminos para seguir explorando la literatura drogada en Colombia, una nación que, poco a poco, se ha transformado en una sociedad narco-gráfica”, detalla la tesis.
Drogas: termómetro cultural
Su amor desde niño por la lectura, especialmente por los cuentos y la poesía, le abrió las puertas al mundo de la literatura a David Herrera, quien durante su adolescencia experimentó con sustancias psicoactivas como la marihuana. En su paso por el colegio, en la Institución Educativa Tricentenario del Distrito de Medellín, tuvo acercamientos a autores como Porfirio Barba Jacob, con “el poema ‘La dama de los cabellos ardientes’ que habla precisamente del hachís y la marihuana, allí encontré ejemplos de cómo desde la literatura se aborda la experiencia del consumo de sustancias sicoactivas y me llamó mucho la atención. Digamos que fue un tema al que me acerqué de manera espontánea y libre, sin fines académicos, de hecho, hice mi pregrado en Historia y la tesis no tiene nada que ver con esto. En la Maestría aproveché los años que llevaba interesado y tuve la oportunidad de ahondar en él; tenía varias pistas de varias novelas, particularmente de la literatura colombiana”.
Para el estudiante de la Maestría en Estética esto es importante, teniendo en cuenta que el consumo de drogas es un tema muy debatido, polémico y que ha estado en discusión en la sociedad como un asunto crucial (tanto el cultivo como la circulación), sumado al contexto y las características de la década de los 90 en Medellín, debido a las bandas criminales y el narcotráfico.
“Esto tuvo un impacto a nivel social y cultural no solamente para las producciones cinematográficas y musicales alrededor del narcotráfico, sino también para las producciones literarias. Estudios han llamado narco-estética a toda esa cultura alrededor del narcotráfico. En este mundo hay figuras o personajes que son claves, por ejemplo, el capo, el sicario, etcétera, ligado al tema de la violencia. Pero a la misma vez, en la historia de las drogas en general se da un correlato en paralelo, que son las experiencias de consumo de sustancias psicoactivas, narrado o contado desde el punto de vista de los mismos consumidores”, expone David Herrera Castrillón.
Tras un recuento panorámico de cómo ha sido esa historia de la literatura drogada en Colombia, David encontró que, según estudiosos de la narcoliteratura, en el país no había un estudio sistemático que se concentre de manera profunda en abordar los escritos de estupefacientes.
“Empiezo a investigar sobre estas novelas y a la misma vez sobre cómo distintos filósofos, historiadores y teóricos desde la crítica literaria se habían acercado a este tema; en Europa, Estados Unidos y América Latina, estudiosos acuñaron distintos conceptos. Para el caso de Colombia, este tipo de literatura existe desde finales del siglo XIX y aún está vigente. Nos permite observar cómo la droga termina convirtiéndose en una especie de termómetro cultural que muestra cómo la sociedad se ha relacionado a lo largo del tiempo con las sustancias sicoactivas, tanto en experiencias negativas como positivas. Leer y escribir también funciona en términos de comportamiento social, si vemos esto desde las experiencias de consumo como un asunto de la búsqueda del placer, a lo mejor vamos a cambiar también el chip que tenemos”.
Veneno y remedio
En esa búsqueda por entender cuál es el discurso que se promueve en estas novelas alrededor de las drogas, el estudiante de la Maestría en Estética de la UNAL Medellín encontró que, generalmente, este tiene dos caminos: hablar de las experiencias desde el lado de la droga como veneno y como remedio.
“Como veneno, son aquellas que narran experiencias de consumo problemático, como lo llamamos en algún momento la toxicomanía o adicción, conectadas a temas como la muerte, el suicidio, la sobredosis, la enfermedad, que es una tendencia muy fuerte en la literatura colombiana. Por ejemplo, en el caso de la literatura sobre la marihuana, es como una especie de subgénero dentro de la literatura drogada en el país, encontramos la retórica de la marihuana como una hierba maldita”, señala el historiador David Herrera.
En contraste, también se encuentra la retórica de las sustancias sicoactivas como un remedio. Para el investigador, esta no es dominante en nuestro contexto, sin embargo, hay algunos ejemplos, como el caso de la literatura marihuanera y la novela El ataúd más hermoso del mundo que ejemplifica a través de un personaje femenino el consumo medicinal de marihuana.
“A partir de esto, empiezo a hacer esos contrastes y a tratar de sopesar cuáles son los discursos alrededor de esas retóricas de la droga. Estas novelas que se pueden, digamos, clasificar y analizar en el marco de la literatura drogada, sin decir que esa sea la única interpretación posible de estas, pero sin duda, cuando uno las lee, abordan de tal manera el tema de las experiencias de consumo que es pertinente hacer este tipo de reflexiones en el contexto colombiano y de cómo nos reflejan estas experiencias de consumo no solo a nivel social, económico, de trasfondo político, ideológico y, sobre todo, pues lo más importante, también a nivel cultural, por ejemplo, en el caso de la literatura”, explica Herrera Castrillón.
También, podría considerarse que esta literatura contiene un patrimonio lingüístico, pues es muy rica en términos y expresiones que dan cuenta de cómo se ha transformado el vocabulario en Colombia, para hacer referencia a las distancias psicoactivas desde finales del siglo XIX hasta la fecha.
“Se siguen publicando novelas, pues muy interesantes y muy variopintas, muy distintas, donde hay narrativas de todo tipo, no solamente esa parte negativa que a veces cae en el moralismo, sino que también las que nos permiten tener una mirada más amplia, más laxa sobre este tema tan actual, pero a la misma vez tan polémico”, recalca el candidato a magíster en Estética.
Desde una mirada académica, esta investigación le permitió, añade, participar de distintos espacios como seminarios y congresos, tanto virtuales como presenciales en Argentina, Venezuela y Colombia, para socializar y conocer más sobre este tema, como el evento “Latinoamérica por una política sensata de drogas”.
Para el investigador David Herrera, además, esta clase de estudios contribuyen a entender el contexto del país y podría ser útil para futuros estudios que permitan comprender un poco más la relación de las personas con las sustancias psicoactivas, “como un elemento indispensable en nuestra vida, desde el café, el alcohol, el cigarrillo y muchísimas drogas que están legalizadas y otras que no siempre han sido ilegales”.
Esta literatura drogada también es clave, desde su estructura, para conocer y entender también esa narrativa desde la música y la conexión entre las juventudes, la música y las sustancias psicoactivas. “Están surgiendo nuevas drogas, como la experimentación con los hongos, dimensionar estas novelas desde su contexto podría darnos una mirada más amplia sobre lo que ocurre actualmente”, culmina David.
(FIN/JRDP)
22 de julio de 2024