Para tal fin se debe tener en cuenta el confort en sus niveles térmico, acústico, psicológico, de salubridad y de conectividad, los cuales garantizan ventajas para las viviendas y el entorno urbano. Los determinantes se generaron con base en casos de estudio de casas de estratos 1, 2 y 3 de Medellín e intervenidas por el Instituto Social de Vivienda y Hábitat de Medellín (Isvimed).
Con el proceso de industrialización en el valle de Aburrá durante el siglo XIX, comenzaron las migraciones a Medellín y a fortalecerse el desarrollo urbano. Actualmente, la ciudad tiene 249 barrios organizados en seis zonas, siendo la noroccidental donde se concentra la mayoría de la población y, junto con la comuna 8 de la zona centro oriental y la 13 de la zona centro occidental, donde hay mayor presencia de asentamientos precarios, como se lee en la tesis de Maestría en Hábitat de la Facultad de Arquitectura de la Sede, realizada por Verónica Lopera Aguirre.
Según datos de la Alcaldía de Medellín, a estos sitios corresponden los más bajos índices de calidad de vida y los más altos en delincuencia, debido al alto grado de inequidad social. Son las comunas 1 y 3 las de más alto porcentaje en necesidades básicas insatisfechas, seguidas por las comunas 6 y 8. Así mismo, el índice de calidad de vida que se emplea para medir las condiciones socioeconómicas de la población “difiere de hasta 20 puntos entre estrato 1 y estrato 6, haciendo evidente la desigualdad de la ciudad”, se lee en el documento.
Lopera Aguirre se interesó en establecer factores de rehabilitación sostenible para el hábitat residencial, determinantes en el incremento de la calidad de vida de los habitantes de viviendas informales, y lo hizo a partir de los casos en Medellín (Antioquia) de 95 viviendas de estratos 1, 2 y 3. Su estudio se basó en la revisión de procesos de mejoramiento de vivienda llevados a cabo por el Isvimed, así como en la revisión normativa de las leyes 9 de 1989 y 338 de 1997, los decretos 546 de 2006 y 2190 de 2009 y la Política Pública de Construcción de Sostenibilidad del Valle de Aburrá.
Así, la investigadora, quien es arquitecta y magíster en Hábitat de la UNAL Medellín, indagó específicamente sobre la habitabilidad de viviendas informales en Medellín y la calidad de vida de sus ocupantes, y buscó la relación entre varias esferas de análisis: confort térmico, confort visual, entorno, conectividad, percepción y relacionamiento social.
El primer aspecto, el confort térmico, debería estar pensado desde el diseño bioclimático y las “materialidades” utilizadas en las edificaciones, según la investigadora, obedeciendo a las condiciones climáticas y ambientales del lugar, mientras que el confort visual tiene que ver con las características lumínicas necesarias para la actividad interior, con las cuales se debe propender por la distribución homogénea, un nivel mínimo de contraste y, en el caso del espacio exterior, a un patrón adecuado de dirección de sombras, por ejemplo, para que ingrese mejor la luz, mas no sol y calor.
El confort acústico también hace parte de los determinantes de la calidad de vida que se analizaron, en tanto representa uno de los principales problemas de contaminación ambiental y puede repercutir en pérdida de audición o interrupción del sueño. También, evaluó el agrado de la información percibida del ambiente, lo que es denominado como el confort psicológico, entre otros aspectos que fueron abordados.
La vivienda, como principal indicador de desarrollo, constituye más del 24% de las áreas urbanizadas de las ciudades colombianas, cita la tesis, así como el del desarrollo urbano que, con actividades como la construcción de edificaciones e infraestructura, generan impactos ambientales. En ese sentido, los criterios de sostenibilidad proponen soluciones a los problemas que existen, pero también representan oportunidades y retos.
El análisis desde esos puntos de vista fue importante, teniendo en cuenta el contexto del crecimiento urbano informal determinado.
Hallazgos
“A nivel de normativa, hay interés y viabilidad para incluir el enfoque de la sostenibilidad, pero se queda muy corto en intervención, porque el dinero determina qué tanto se puede hacer”, explica una de las conclusiones del estudio. Otra es que, a nivel urbano, con respecto a la conectividad con la ciudad, que es uno de los principales determinantes de habitabilidad, “es complicado, porque muchas veces Isvimed mejora las condiciones de las viviendas, pero no los barrios. Hay cosas aún por mejorar”.
También, en temas más generales, la investigadora hace referencia a la Política Pública de Construcción Sostenible a partir de la cual señala que tras el análisis realizado, “la sumatoria de viviendas sostenibles no da como resultado un hábitat sostenible, porque el enfoque operativo de intervención en vivienda o solo en mejoramiento del hábitat no se puede hacer desconectando al entorno urbano”, añade.
Puntualmente, a nivel de físico y espacial, la investigadora halló que se requiere de espacio suficiente para la cantidad de personas que habitan las viviendas, así como construcciones con materiales de mayor duración y que atiendan a las necesidades de confort térmico, lumínico y acústico, además de garantizar servicios públicos en buen estado. Otros hallazgos estuvieron relacionados con los niveles psicológico y espiritual, en los que expone la necesidad de los habitantes de estar resguardados sin ser expuestos a la sensación ser expulsados en cualquier momento, además de tener privacidad y sentido de pertenencia por sus hogares. En cuanto al entorno y la conectividad, concluyó que es importante la cercanía o el acceso al transporte público, al espacio público y a los espacios verdes en buen estado.
En general, según la investigadora Lopera Aguirre, los estudios de caso mostraron un buen entorno. Sin embargo, “lo más complicado fue el tema del acceso a la vivienda y los centros de salud”, dice. Ella hizo un comparativo de las acciones de mejora que planteaba el Isvimed y las recomendaciones orientadas a la habitabilidad y a la intervención bioclimática. Allí estipula que el confort térmico, acústico, psicológico, de salubridad y de conectividad son los ejes que deben estar presentes; no obstante, su análisis mostró que cerca del 75% de los casos estudiados no cumplen con estas condiciones.
Hay otros asuntos complementarios e importantes como el cambio de tecnología e iluminación, la instalación de claraboyas, luces o ventanas, el drenaje, el alcantarillado y el fortalecimiento de los lugares de esparcimiento con vegetación que están asociados con mejorar las viviendas y los barrios a nivel urbano.
“Son cosas que ayudan un poco a acompañar las intervenciones en los barrios para que las revisiones sean más eficientes. Entonces, hay seis elementos que siempre se tienen que tener en cuenta para estudios de un asentamiento informal, o tres si el confort es entendido como uno solo. También se incluiría la salubridad y la conectividad para cumplir con criterios de habitabilidad y sostenibilidad”, explica.
Para Lopera Aguirre lo más satisfactorio es poder contribuir con propuestas de solución desde su profesión para personas que no tienen cómo acudir a un profesional de esa área del conocimiento.
(FIN/KGG)
29 de julio de 2024