Ros, Rosy, Rosa, Rosmery, Mary, Mery…, así la llaman con cariño sus estudiantes, profesores, empleados administrativos y compañeros, durante los 30 años que lleva al servicio de la UNAL Medellín. Rosmary Estrada es una mujer cabeza de hogar, madre de cuatro hijas, a quien una tragedia familiar la llevó a encontrar en la Universidad su primer empleo y un segundo hogar que pronto dejará para disfrutar de su jubilación.
“Yo entré acá sin nada. Le digo que sin nada porque cuando murió mi esposo me tocó irme de arrimada, me llevé las niñas esa misma noche, no volví a mi casa en el barrio París y dejé todo abandonado. Tuve que prestar ropa con los vecinos para mis hijas mientras yo les iba consiguiendo; es tanto, que yo acá venía con el uniforme y me iba con el uniforme porque no tenía ropa. Pero paso a paso fui escalando, estoy muy agradecida con la Universidad y con toda la comunidad universitaria y espero que esto dure por mucho tiempo, que así como a mí me apoyaron mucho, apoyen a otras”.
Aunque parte de la historia por la que inició este gran viaje en la Universidad Nacional de Colombia, “es muy triste” y afirma “no querer recordarla”, en cada frase que pronuncia doña Rosmary Estrada para hablar sobre cómo llegó al sitio que por 30 años ha sido su espacio de trabajo, se cuelan palabras de agradecimiento y amor por este lugar y su gente.
Desde el 18 de enero de 1993, hace parte de la Sección de Aseo de la Institución y durante los últimos ocho años, embellece el bloque 21 con su juiciosa labor y una sonrisa cálida que dedica a propios y visitantes.
“A mí me tocó como quien dice remangarme a trabajar en lo que fuera y dando gracias a Dios que la Universidad me dio la oportunidad. Entré acá a raíz de esa pérdida, él murió el 27 de noviembre de 1992 y yo llegué a la Universidad el 18 de enero del 93. Quedé solita con tres niñas: una de dos, otra de cinco y otra de siete años. Fue muy difícil para mí porque yo no había trabajado. Cuando él faltó venía casi diario a buscar trabajo, hasta que me ayudaron y resultó”, relata “Mary” quien agrega que laboró por contrato durante un año y posteriormente participó en las convocatorias para la vinculación laboral con la Institución.
Aunque estaba muy pequeña en esa época, Nataly Gallego Estrada, una de sus hijas mayores, recuerda lo que vivieron en ese tiempo. “Yo me acuerdo que ella fue muchos días a pedir trabajo y pues a la final si le resultó el trabajito, gracias a Dios. Porque allá conocían a mi papá y como lo querían tanto, quisieron ayudar. Recuerdo que mi papá siempre nos llevaba a la Universidad a saludar a sus amigos. Entonces, creo que por eso a mi mamá le dieron la oportunidad del empleo”.
Con los años, esa historia de dolor empezó a ser escrita por las oportunidades y cambios positivos para ella, sus pequeñas hijas y sus nietos.
“La Universidad me cambió mucho la vida porque gracias a ella conseguí la casita y ya no tuve que estar de arrimada, la fui pagando con mucho esfuerzo, pero la pagué. A mis Niñas las puede entrar a la Escuelita, luego pasaron al colegio y son todas unas profesionales. Mi cuarta hija está estudiando en la Universidad de Antioquia. Mis dos nietas mayores también fueron a la Escuelita, maravillosa, es tanto que la extrañan y la recuerdan todavía, mi nieta mayor tiene 20 años y la segunda tiene 17, ellas fueron las que aprovecharon porque luego ya no recibían nietos. Yo le doy todos los días gracias a Dios por esta oportunidad, porque la Universidad es como la segunda casa de uno, mire que uno de acá sale no más a dormir y al otro día madruga para acá, es delicioso, me fascina estar aquí”.
Doña “Rosy” no solo ha visto generación tras generación en la UNAL Medellín. También, ha sido testigo de la transformación física del campus El Volador durante los últimos 30 años. “La Universidad ha cambiado mucho, antes era como una manga prácticamente. A mí me tocó trabajar en el bloque 15, el viejito que luego tumbaron para hacer el 16, fue un proceso muy bonito. Esto ha crecido mucho, han hecho nuevos bloques como la Biblioteca, el 25 y el 50A”.
Entre esas transformaciones, “Ros” recuerda con nostalgia los “profes del bloque 14” que le cambiaron la vida. “Ellos ya no están acá, los que me apoyaron mucho ya salieron, decían: ‘a esta señora podemos ayudarla dándole un trabajo’. Yo no tengo más, sino agradecerle infinitamente a la Universidad, a todos los miembros de la comunidad universitaria, tanto estudiantes como profesores, compañeros y jefes, todos me dieron la mano cuando más lo necesité".
Una profe del servicio y la resiliencia
“Rosa” dice que lo que más le gusta de la UNAL es el ambiente, los estudiantes porque “son muy queridos” y la naturaleza que rodea el campus. “Vea esa fauna tan hermosa”, expresa mientras apunta con el dedo a una guacamaya bandera que vuela para resguardarse de la lluvia entre los árboles detrás del bloque 21.
“Yo me siento feliz, feliz, feliz y agradecida. Las hijas mías también, ellas están muy orgullosas de decir que yo trabajo en la Universidad Nacional y yo también me siento orgullosa. A mí me preguntan, ‘usted qué hace allá, ¿es profesora o qué?’ y yo respondo que soy profesora, pero de la escoba y la trapera, y me siento feliz en el cargo que desempeño. Aunque a veces es una labor muy difícil, cuando a uno le gustan las cosas, no importa el oficio. A mí me encanta hacerlo, yo madrugo y me dedico a trabajar desde que llego hasta que me voy. Yo soy feliz, feliz, feliz, es tanto que a veces me voy más tarde, así digan ‘váyase a las 12:00 m’, me quedo”.
Algunos compañeros de trabajo describen a Rosmary Estrada como una persona cálida, perseverante, activa y una trabajadora incansable que siempre ofrece una sonrisa. Una mujer cuya historia de dolor y superación ha inspirado durante años a los demás a seguir adelante.
A principios del próximo año, “Mery” cumple con el tiempo requerido para iniciar los trámites de su merecido retiro y descanso, sin embargo, debido al amor que profesa a su trabajo, esta situación le genera sentimientos encontrados.
“¿Qué es lo que más voy a extrañar? Lo que más voy a extrañar es la estadía aquí, todo es muy bonito, mire el ambiente. Yo tengo muchos amigos acá, de todas las edades, voy a extrañar a mis estudiantes, a mis profesores, a mis compañeros que los aprecio por igual a todos. Voy a extrañar mucho el espacio… todo lo voy a extrañar”.
Recalca que su lugar favorito “es toda la Universidad porque salgo, veo las flores, veo el campo”. Confiesa, además, que también le hará falta grabar con su celular la naturaleza que adorna el campus mientras camina, videos que ocasionalmente publica en sus estados de WhatsApp.
Nataly Gallego, su hija, comenta que, a pesar de sus dolencias en una rodilla y una cirugía que tiene pendiente de la vista, Rosmary quiere seguir sirviendo a la Universidad.
“Ella no quiere retirarse. Nosotras le decimos que ya no necesita trabajar y que ya trabajó mucho, pero ella contesta que le gusta estar allá en la Universidad, que le gusta estar trabajando. Siempre ha sido muy trabajadora, siempre está ocupada, sentirse útil, le preocupa mucho no tener que hacer, es muy activa, es muy comprometida con su trabajo. Creería que es muy comprometida con todo, con todo lo que hay a su alrededor, con nosotras, con su casa, con su trabajo, con sus nietos. A mi mamá yo siempre le he dado las gracias porque ella nos dió más, mucho más de lo que necesitábamos”, agrega Nataly, quien actualmente trabaja para el Banco de Bogotá en el área de crédito hipotecario.
Mientras se acerca el día de su jubilación, doña “Rosy” seguirá dejando limpios los espacios del bloque 21 con su juiciosa labor, su cálida sonrisa y esos “tan bella” o “tan bello” que se le escapan cada vez que alguno de sus amigos le hace un cumplido.
Rosmary Estrada tiene planes para el futuro. Quiere unirse a un grupo de la tercera edad para viajar durante su jubilación, además, seguirá cuidando a sus nietos menores durante los fines de semana. Espera y está convencida que en algún momento sus nietos más pequeños serán parte de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín como estudiantes y recibirán ese mismo abrazo cálido que hace 30 años acogió a su familia en los momentos más difíciles.
“Hoy queremos sumarnos a este reconocimiento y homenajear la mejor labor que has realizado: la de ser madre. Agradecer todo tu amor, apoyo, guía y lucha, gracias madre por siempre estar para nosotros, porque has sido luz en la oscuridad, apoyo en los tiempos de incertidumbre y amor en las tristezas. Gracias por la vida tan llena de felicidad que nos diste y das, no tenemos cómo retribuir tantos días y noches de sacrificio, desvelo y angustia. Por eso, solo nos queda decirte gracias y recordarte que siempre vamos a estar para ti, porque eres nuestro todo, nuestra guerrera incansable, llena de bondad y alegría. Agradecemos a Dios por tu vida y salud", tus hijas.
(FIN/JRDP)
30 de septiembre de 2024