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Pobladores del corregimiento El Prodigio, en el Oriente antioqueño, desarrollan turismo de naturaleza como iniciativa de paz desde 2019 gracias al acompañamiento, capacitación e inventarios de sitios de interés geológico como cavernas, realizados por integrantes del Grupo de Investigación en Geología Ambiental de la Facultad de Minas de la UNAL Medellín.

Una iglesia, la casa cural, algunas viviendas, un hotel y un taller de motos rodean el parque del corregimiento El Prodigio en el municipio de San Luis. Allí hay una valla que —con imágenes de un paisaje verde, una cascada y una roca— anuncia el tesoro de la comunidad: la ruta geoarqueológica compuesta por dos segmentos de interés geológico, arqueológico y turístico.

En Colombia las regiones más ricas en cavernas son Boyacá y Santander. En el Oriente antioqueño una de las más conocidas es La Gruta de Río Claro, pero en la subregión hay varias. Estas son el resultado de la disolución de rocas carbonatadas, es decir, que están compuestas por minerales de la familia de los carbonatos, en especial de calcio y magnesio; de lo que está compuesta una caliza o un mármol, rocas predominantes en la zona.

En El Prodigio hay algunas cavernas muy lejanas, a las que se llega después de tres horas en campero o en moto, y otras de varios tamaños que quedan a media hora del corregimiento caminando.

Con la ayuda de la comunidad, un grupo de investigadores de la Sede estimó el valor geológico de algunas cavernas en un 10 % de la franja de mármoles que pasa por el Oriente antioqueño y que va desde territorio limítrofe con el departamento de Caldas y se extiende hasta Maceo, en el nordeste de Antioquia.

Según el líder del Grupo de Investigación en Geología Ambiental, Albeiro Rendón Rivera, profesor del Departamento de Geociencias y Medio Ambiente de la Facultad de Minas, se trató de un proyecto preliminar del que resultó la georreferenciación de los sitios y la elaboración de una ficha necesaria para realizar inventario y valoración del patrimonio geológico. A cada sitio se les tomaron los datos básicos: coordenadas, características geológicas, dimensión y estado de conservación.


Huellas del pasado

En los ecosistemas subterráneos de Colombia se pueden encontrar hasta 20 tipos de paisajes, según el Instituto Alexander von Humboldt. En El Prodigio algo de esto se puede ver a lo largo de la ruta que incluye 16 estaciones divididas en dos segmentos.

El recorrido inicia en cerros Pepinos, donde se observa paisaje con diferentes formaciones geológicas al que allí se le llama Karst de Keguel, del cual quedan vestigios de lo que se ha disuelto por acción del agua lluvia, explica Juan Esteban Quintero Marín, ingeniero geólogo participante en el proyecto cuando era estudiante.

Ahí hay sistemas de cavernas con arte rupestre y más adelante, en la caverna conocida como El Búho, se observan grabados sobre la roca. Después los turistas conocen formas de mármoles y terreno ígneo. “Entre ambas estaciones se muestra el cambio del paisaje, pues depende del tipo de rocas que estén debajo de la superficie del suelo; se pasa de colinas altas y paredes empinadas a unas más bajas y redondas”, cuenta.

Los sedimentos que trae el río son otro motivo para detenerse. Un guía indica cómo identificar —según texturas y colores— si se trata de rocas ígneas (producto de la solidificación del magma), sedimentarias (formadas por acumulación de sedimentos) o metamórficas (se generan gracias a la deformación de otras), así como el periodo al que puedan pertenecer. El recorrido finaliza en la Cascada del amor y la Cuneta del diablo, puntos sugeridos por la comunidad por su valor turístico y cultural.

En el segundo segmento se hace senderismo y avistamiento de fauna. Se visitan arroyos que se pierden al entrar a las cavernas y un sistema de mármoles, calizas y un sumidero de agua donde hay círculos que conectan con el mundo subterráneo.

En cavernas como El Búho, El Loro y Caritas se halló arte rupestre, para cuyo estudio se vinculó la Universidad de Antioquia que hizo registro, descripción y análisis asociándolo con asentamientos humanos prehispánicos que se asentaron en la zona más o menos entre el siglo X y el XVI, según la profesora Alba Nelly Gómez García, del Departamento de Antropología de esa Institución.

En las cavernas hay geoformas como estalactitas. Otro atractivo son los grabados en roca, a los que se les denominan petroglifos, así lo supo un habitante del corregimiento: Arnulfo Berrío, quien a finales de enero de 2009 llegó al abrigo rocoso El Búho (una especie de cobertizo) buscando una semilla. Le tomó una foto a las figuras y las llevó al Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia, donde le explicaron el significado del término.


Protección consciente

Antes de que los investigadores de la UNAL Medellín llegaran a El Prodigio, algunos habitantes del corregimiento “tal vez habían visto pero no sabían lo que las cuevas significaban. A las rocas los campesinos las veían como un problema porque no les permitían cercar potreros ni cultivos. Ahora ya entendemos que lo que tenemos allí es un patrimonio geológico y arqueológico”, dice Berrío.

Por esas características la comunidad ha velado por gestionar la protección del sitio, además por la diversidad en flora y fauna. En el libro Enciclopedia de Cuevas editado por William B. White y David C. Culver se expone que en el nordeste de América del sur la biodiversidad subterránea incluye algunos grupos de organismos como los cangrejos de la familia pseudothelphusidae, escorpiones de la familia Chactidae o guácharos como los que se han registrado en La Gruta.

En Colombia son muy escasos los estudios de biodiversidad en cavernas y pese a ser ecosistemas particulares, no son considerados en la protección ambiental, por lo que las potencialidades arqueológicas de la ruta se convierten en una opción para ese propósito.

Las cavernas —estima la literatura— se han formado desde el Pleistoceno, la primera división geológica del periodo Cuaternario. En Colombia, sin embargo, no se tiene certeza de cuán antiguas son, dado que no hay estudios sobre sus edades, manifiesta Natalia Usapud Enriquez, ingeniera geóloga, actual estudiante del Doctorado en Ingeniería – Recursos Hidráulicos de la Facultad de Minas de la UNAL Medellín y docente de la Universidad EIA.

 


Trabajo con la comunidad: la prioridad

En una segunda fase, el proyecto deberá continuar el inventario geológico y las capacitaciones, en lo que la academia, según profesor Rivera Rendón, “tiene un rol importante porque, al conocer bien estos ecosistemas, sabemos qué se debe conservar y qué explotar. No es adecuado decir que todo es para preservar o explotar; hay que buscar un término medio en la medida en que se consolide un inventario”.

Se debe hacer buscando beneficiar tanto a la comunidad como al ecosistema y en El Prodigio lo saben, pues la primera condición que se pusieron los investigadores fue incluir a los pobladores en todas las etapas; por eso el trabajo incluyó diagnóstico participativo, cartografía social, talleres y películas como El viaje al centro de la tierra, más un concurso de pesebres que ilustrara el sistema cárstico de la zona. Se plantearon que el conocimiento técnico no debía interponerse ante el de quienes habitan y conocen muy bien su territorio.

¿Les estamos enseñando realmente? Se preguntaba el profesor, quien reflexiona en torno a que “la formación de ingenieros en este país se da para hablar con estos mismos profesionales. Realmente estamos en pañales en socializar nuestro conocimiento, por eso generalmente no nos entienden. Por ser profesional no se debe estar levitando”.

En esta medida, agrega, proyectos como este son importantes porque “a los estudiantes les llama a la reflexión acerca de que sus conocimientos deben ser bajados a la base de los de la sociedad, que no se trata de llegar a la comunidad a informarles lo que se va a hacer y luego volver al año a mostrarles un resultado”.

El objetivo que desde el inicio se trazó el equipo de investigadores fue generar el diálogo de saberes que, en general, hace falta en la ciencia.


16 de marzo de 2020