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Según la tesis, Kim Kardashian es un modo de representación de un cuerpo producido que la modelo hace pasar por común. Fotos: cortesía Eduardo Correa Rivera.

 

Un estudio, desde el área de la Estética, le da una mirada académica a la cultura estetizada y a las prácticas visuales no incluidas en el arte institucional como la moda y el diseño que llevan a reflexiones sobre el consumo, las marcas o el cuerpo como representación.
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Eduardo Correa Rivera, artista plástico y magíster en Estética de la UNAL Medellín, se reconoce como un “obsesionado total de la cultura pop, la basura de la televisión e internet y todas las cosas no importantes”.

Fue precisamente esa inquietud por aquello considerado como superficial la que lo condujo a explorar académicamente aspectos como la moda o el diseño, muy a pesar, incluso, de que en un inicio su director de tesis le propusiera trabajar otro tema.

No fue raro para él. De alguna manera lo esperaba. “Cuando le llegó con una selfie de Kim Kardashian, voluptuosa, en el espejo, a él le iba a dar un infarto. Me dijo que pocas veces dirigió una tesis que detestara tanto como le agradaba leer”, recuerda.

Con ciertas diferencias y con la premisa de apoyar a los estudiantes en lo que les gusta e interesa, el profesor Manuel Bernardo Rojas López, del Departamento de Estudios Filosóficos y Culturales, acompañó el camino investigativo de Eduardo, quien planteó reflexiones en torno a varios aspectos, procedimientos y formas de arte que obedecen a una producción cultural más no institucional (de academia, críticos o galerías).

El cuerpo como terreno de representación y consumo

Los regímenes o las formas de pensamiento anteriores al siglo XX separaban las esferas de lo contemplativo de las de consumo. Eran mundos aparte, según Eduardo, pero el tiempo contemporáneo se ha encargado de unir sus formas.

Lo anterior lo explica: “la mercancía está endulzada con un elemento estético. No compramos algo por la función que tenga sino por una suerte de valores agregados que pueden ser lo visual, el prestigio o la moda. El arte se desempeña de la misma manera. Eso no es malo ni bueno, simplemente ocurre”.

El cuerpo, dice el investigador, también hace parte de eso, pues puede ser considerado como un producto que se transa, en el sentido en que lo que hacemos está relacionado con vendernos como individuos a través de la ropa que usamos, por ejemplo. Eso, expone, está en el borde del consumismo puro, y es el arte el escenario de cómo nos mostramos.

Uno de los conceptos que aborda la tesis es el valor de exposición. Tiene que ver, precisamente, con la manera en cómo proyectamos el cuerpo con imágenes. “Toda nuestra vida está atravesada por pantallas, cámaras fotográficas o de vigilancia, es decir que no es ni siquiera voluntario, por lo tanto, todo lo que hacemos con nuestra vida es como si fueran actos de cine; todo el tiempo estamos siendo transmitidos a través de pantallas. Eso plantea un problema interesante: de si es la realidad u otra cosa”, añade.

En cuanto al planteamiento, lo que se percibe, según él, es que las imágenes son capaces de tener un ‘cuerpo propio’ desligado al nuestro. Son la representación de cómo es posible producir siendo una efigie. El ejemplo más claro que da es el de Kim Kardashian: “no es actriz, ni modelo, es influencer y eso lo que significa es posar, ser una imagen, entonces no importa la señora real que tendrá o no estrías, es cómo logra vivir nada más que por aparecer”.

A partir de la imagen que ella proyecta analiza, en otro apartado, la desnudez desde que apareció en la pintura en el siglo XV o la obra La maja desnuda de Francisco de Goya, del siglo VXIII, sobre la cual los primeros espectadores se refirieron como una Venus.

“Kim Kardashian se reclama la Venus de nuestro tiempo”, se lee en la tesis, que muestra que el contenedor de su perfume, lanzado en 2018, imita los torsos grecorromanos dedicados a la diosa. Sin embargo, reproduce la imagen del suyo, no el de los modelos clásicos.

Es, como añade el texto, “un gesto que remueve casi cínicamente las añejadas y herméticas estructuras de la cultura aristocrática, a las que evidentemente no pertenece ni busca pertenecer la influencer. Su apropiación es una estocada al recelo tardío de la institución museo: Kim ha ahuecado a la diosa y la ha llenado de perfume barato”.

El estudio que hizo Eduardo muestra que no solo las artes tienen el monopolio de la representación, sino que otras formas han elaborado lo que él llama nuevos lugares de enunciación, lo que quiere decir que también pueden ser las encargadas de imponer modelos de belleza.

Marcas y moda

En los últimos años y asociada al internet la moda ha tomado fuerza, sobre todo, en relación con la música pop o el reguetón. Aunque institucionalmente el arte sigue existiendo, la cultura aprendió de él y lo ha expandido.

Aparece entonces el concepto de marca, aun cuando esta también esté representada en personas. En ella, el acto de creación gira en torno a la producción comercial en el escenario de consumo. Una marca de zapatos que se alía con un artista para lanzar un modelo de tenis es un caso útil para ilustrar esta noción.

En el de marca, cree el profesor Rojas López, es un concepto interesante, “porque lleva a pensar en una sociedad de consumidores que optan por objetos, pero no por calidad”.

De lo que puede ocurrir con la moda hay un caso especial que destaca en la tesis: el de la camiseta amarilla estampada con el logotipo de la compañía de transportes DHL que presentó en París el colectivo francés de diseño de moda Vetements en su colección primavera-verano de 2016.

La prenda, se lee en la tesis, “se convirtió en un fenómeno de ventas, de discusiones online, y reprodujo por enésima vez el debate en torno a la relación entre moda, mercado y cultura popular, y la manera en que las imágenes se relacionan y se enlazan entre sí”. También, que “aporta elementos para analizar la reorganización de la función-autor en relación con la cultura, planteada por las formas de uso y consumo”.

Asociado a la moda hay, además, otro concepto: deconstrucción. El profesor Rojas López, explica que se trata de un término utilizado en un principio por el filósofo Jacques Derrida, pero el cual luego se traslada a la arquitectura y ahora, claro, a la moda.

“Lo que ese sector entiende por deconstrucción es poner en descontrol el diseño de la ropa. Sacos con mangas distorsionadas, por ejemplo. Fue interesante aproximarse a la manera en cómo teóricos de la moda han utilizado un término filosófico muy a la ligera, si bien es cierto, sin embargo, con efectos”, agrega.

Sin avales de la institucionalidad del arte

Lo que ocurre en la televisión, en Instagram, en la moda o en la música sucede sin legitimaciones, según Eduardo. No hay un curador que seleccione, un gran crítico o una institución que otorgue un aval. “Es un mundo más contaminado; eso fue lo que me interesó analizar”, dice.

El fenómeno de los memes, el hecho de hacer pantallazos, intervenir, las imágenes y volverlas a publicar es un procedimiento que ocurrió primero en los museos y que realizaban los artistas visuales, según Eduardo, quien explica que “la cultura plural hace uso de esos procedimientos y los incorpora en la vida cotidiana. Con el solo hecho de editar un video de un paseo para compartirlo, estoy haciendo una operación artística sin estar en un museo ni considerarme artista”.

Al respecto hay fenómenos interesantes, sobre todo, asociados a la música, como los remakes o las nuevas versiones de canciones, que quizás no son muy analizados desde la academia y esa es precisamente la particularidad de la tesis de Eduardo, para quien “está la creencia de que esas cosas son mundanas y banales”.

Para él los llamados asuntos cultos ocurren en una torre de marfil, pero no tienen mucho que ver con la gente de a pie. Es por eso que su interés “ha sido pensar, desde la academia, todo ese mundo superficial”. Dice: “Siempre tuve claro que quería saber hasta dónde, teóricamente, me podían hablar estas cosas banales”.

En los años 80, luego de que Jean-François Lyotard escribiera el libro La condición postmoderna, apareció el boom de analizarla, lo que implicó reflexiones y frivolidad de varios pensadores, según el profesor Rojas López. Para él, este tipo de estudios “va marcando una especie de tradición, pero Eduardo vuelve a estos temas y se vale de bibliografía muy interesante para hacer una serie de reflexiones”. Lo hace diferenciando el arte de lo artístico, centrando su atención en lo último.

Lejos de los teóricos, si la tesis de Eduardo se pudiera concatenar en una canción esta sería La China, de Anuel AA, Daddy Yankee, J Balvin, Karol G., y Ozuna. No le gusta y dice que “a lo mejor ellos no son conscientes de lo que están haciendo, pero resumen el espíritu de esta época y muchas de las cosas que escribí”.

“Es un remake de otra canción, roba pedazos de otras, mete un poco de gente (marcas y autores), además tiene un nombre que no tiene nada que ver con el país. Cuando pienso en China lo hago también en copias, en fábricas, y así es como se produce la cultura”, manifiesta.

Para él es claro que cuesta mucho aventurarse en terrenos aparentemente superficiales y asumir el mundo digital como objeto de estudio. Le resulta un poco desolador y desconcertante que después de tantos años siga siendo un tema marginal pese a que el internet interviene en todos los actos cotidianos y académicos. Por eso será él quien seguirá hurgando en temas así para investigar.

(FIN/DQH)

5 de octubre de 2020