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Calle 30 previo a su transformación. Foto: cortesía Laura Amaya Gallo.

 

Entre las áreas verdes y la habitabilidad hay una estrecha relación. El follaje y las flores son elementos que mejoran el ornato, generan atractivo, atraen población y crean dinámicas comerciales, sociales y culturales que le dan “vida” a los espacios, según una investigación de la Facultad de Arquitectura de la UNAL Medellín.

Fue un cambio abrupto en el paisaje antes protagonizado por árboles. De vivir en una finca consolidada como reserva forestal pasó a habitar una ciudad en la que apenas se visibilizaban algunos porque pasaban desapercibidos para los habitantes. La arquitecta Laura Amaya Gallo tuvo siempre la inquietud de cómo el espacio verde contribuye en el bienestar de los ciudadanos y de qué manera los afecta la pérdida de vegetación en las urbes. Esas preguntas las transformó en el eje de su tesis de Maestría en Hábitat.

Al arribar a la ciudad para estudiar el pregrado, Laura llegó a vivir a Belén, el mismo barrio en el que desarrolló la investigación de maestría. Según ella, esta zona se urbanizó hace relativamente poco, hacia los años 70, cuando entonces sí era muy verde. Dice que en algún momento se llegó a convertir en un sitio de paseo a las quebradas: “es muy impactante ver ese cambio de la 80, la 30 y la 33, que han perdido mucho de lo que eran hace tan pocas décadas y han transformado completamente el paisaje preponderante verde, casi rural que tenía el sector”.

Principalmente el cambio más actual y notorio ha sido la transformación que tuvo la calle 30 con la construcción del Metroplús. Antes la conformación de este espacio y el verde que poseía posibilitaron mejores oportunidades para la vida del sector, presentaba comercio y servicios que permitían una vivencia más pausada, y acorde a las dinámicas propias del lugar. “No cambió el tamaño de la nueva vía, sino que se transformó el espacio público, principalmente porque no le brinda al peatón un acompañamiento con arborización, entonces las personas ahora hacen uso de él muy rápidamente, porque no hay sombras ni nada que ayude a que sea más habitable”.

¿Qué hace que un espacio sea habitable? Lo es cuando responde a sus propias necesidades con las condiciones que Laura definió en su tesis, que son principalmente la adaptación y la apropiación, las cuales les facilitan a los peatones sentir y pensar las áreas como propias.

A su vez estas categorías deben proveer características y variables que pueden ser construidas por ejemplo, por sombra o mobiliario, para que los usuarios puedan ejecutar las actividades a las que se dispongan. Allí el verde desempeña un rol fundamental, ya que puede brindar esos servicios de manera propia o generados por criterios de diseño urbano.

Una característica importante es la accesibilidad, que se refiere a las formas disponibles para llegar y para hacer uso de los diversos elementos del lugar. Este aspecto, ligado “a planeación y diseño, más que a los elementos propios de los espacios verdes, puede ser una herramienta para aportar a un nuevo equilibrio social al permitir el acceso a la naturaleza a diferentes grupos sociales”, concluye la tesis. Esto, “únicamente si se realiza en diferentes escenarios de la ciudad, sin privilegiar fines económicos ni a un grupo de población específico, como sucede actualmente”, se lee en el documento.

Como parte de la accesibilidad hay aspectos que se deben tener en cuenta. Uno de ellos es la legibilidad, un concepto que, ejemplificado, se refiere a la claridad en el establecimiento de los caminos y las rutas. En diseño arquitectónico ligado al verde un ejemplo son los setos, que funcionan para guiar flujos de circulación en el espacio público, contribuyendo a la habitabilidad del mismo.

En la calle 30 hay árboles y a Laura siempre le han llamado la atención. Al crecer en una finca le era cotidiano conocer las diversas especies de vegetación y referirse a ellas por sus nombres. Lo creía algo obvio, pero cuando llegó a Medellín notó que esto no es común entre las personas, porque afirma que “debido a la configuración urbana de la ciudad, los árboles no suelen visibilizarse, por lo tanto no presentan una importancia tan fuerte en el imaginario de bienestar y en la vida de los habitantes”. Ella sí los notó en esa vía de Belén, y también se hizo consciente de una ausencia que aborda en la tesis como recomendación: el hecho de que los jardines de plantas bajas también son importantes para la habitabilidad, y no únicamente la arborización como se plantea a menudo.

La inexistencia de características y servicios adecuados precisamente para la habitabilidad, cuenta Laura, “conlleva a que se deterioren las relaciones sociales, porque los transeúntes no se detienen a charlar, a comprar en una tienda o a tomar algo en el espacio público, sino que solamente quieren llegar a su destino”.

Después de la transformación de la calle 30, la 30A, su calle vecina, fue la que ocupó la función de disfrute como espacio público, pues conserva árboles de más de 15 metros de altura acompañados de jardines caracterizados por proveer gran sombra y color al paisaje, los cuales aportan servicios a la habitabilidad del sector, según la investigadora.

Laura habló sobre eso con personas del barrio, quienes sacaron a relucir la nostalgia. “Antes la calle bonita era la 30”, le dijeron algunos entrevistados durante el proceso de elaboración de la tesis, porque la investigadora usó instrumentos de corte etnográfico “para indagar de una mejor manera en la percepción, apropiación y experiencias de los habitantes, y adentrarse más en el estudio de la habitabilidad”, agrega.

A ella le resonó lo que le mencionaron los vecinos de la calle 30, por eso dice que lo que refirieron es importante, “porque de no haber existido la 30A tal vez se hubiesen deteriorado más las dinámicas espaciales y sociales de todo el sector”.

Si bien el paisajismo se ha desarrollado en gran medida en Medellín, Laura cree que la investigación fue una reivindicación de los espacios verdes en las vías, dado que normalmente estos son privados de importancia debido a su tamaño y se terminan asociando únicamente con parques. También considera que se deben fortalecer las áreas verdes en las quebradas de la ciudad.

Los espacios verdes, se señala en la tesis, deben responder a los requerimientos de los habitantes de la zona. De ahí la necesidad de un estudio profundo del contexto del sitio intervenido, puesto que, además, estas áreas favorecen los encuentros y respaldan los vínculos vecinales e intergeneracionales.

El interés por la habitabilidad en las urbes es importante, pero mucho más plantear los proyectos desde la coherencia para el desarrollo de los espacios verdes, porque según Laura, estas iniciativas “se están implementando mucho desde los discursos, pero a veces los procesos se vuelven complejos, rápidos y poco interdisciplinarios, lo que hace que las intenciones se queden en papeles y no se lleven a la realidad”.

“El verde ha guiado mi vida desde que nací”, expresa Laura en su tesis, una investigación que reafirma que la habitabilidad es una suerte de conjunto para el disfrute del espacio público que no debe estar regido exclusivamente por del gris del pavimento.

8 de febrero de 2021