El investigador Carlos Mario Cano Ramírez, doctor en Ciencias Humanas y Sociales de la UNAL Medellín, hizo un estudio basado en las denominadas prendas de control para mostrar cómo, en la ciudad, la industria de la moda las ha transformado en lo que, según la tesis, permite que emerja una “estética prosaica como condición de posibilidad de una subjetividad de lo femenino, donde lo sexy y el discurso del narcotráfico definen la idea de cuerpo que circula como valor de cambio”.
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Carlos Mario Cano cree que las ciencias sociales y humanas han olvidado el cuerpo, toda vez que cuando hay un acercamiento al tema, se piensa solamente desde lo simbólico. Él quiso romper ese esquema y exploró, de manera académica, la idea de que el diseño no crea espacios ni objetos, sino corporalidades.
El diseño, dice, “le exige al cuerpo una pose, un movimiento, una fuerza”. Eso lo aprendió ejerciendo como profesor en la Escuela de Arquitectura y Diseño de la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB), y lo convirtió en la premisa de su tesis Dispositivos vestimentarios como condición de posibilidad de los usos del cuerpo.
Como estudioso, lo tuvo claro teóricamente, pero lo que pasa según él, es que tiene una “obsesión con necesitar las pruebas''. Fue una de las cosas que más le resaltaron los jurados, “que me dijeron: ¿usted por qué habla de evidencia, parece un fetiche? Y es que yo me formé como clínico”, cuenta. Carlos Mario es psicólogo y no quiso que su tesis se basara exclusivamente en fuentes documentales, de ahí que buscó otro sustento.
La evidencia que él tanto defendió se reflejó en las prendas de control, más conocidas como fajas reductoras y post-operatorias, las cuales se configuran en el estudio como dispositivo, un concepto planteado por Michael Focault, como algo que dispone al cuerpo, y que permite que “cuando aparece una corporalidad surge también una subjetividad, que se define a partir de los objetos que se usan”, expone.
Los dispositivos pueden ser de distintos tipos, entre ellos vestimentarios, como lo son en este caso las fajas, cuyo diseño corresponde a la creación de una corporalidad, según el investigador, quien hizo el análisis desde tres dimensiones que intervienen cuando se habla de objetos: lo funcional-operativo, lo tecno-productivo y lo estético-comunicativo. Como parte del análisis se contactó con dos empresas colombianas, una de ellas es Fájate, que exporta estos productos a 52 países. También hizo un estudio de prendas, en el que entrevistó a médicos cirujanos y diseñadores.
El concepto de dispositivo, si bien es importante, no es el único. La tesis también acude a uno de carácter más personal, que es el estilo de vida, el cual él explica usando lapiceros de colores que separa y agrupa sobre una mesa. El análisis, además, se basa en un estudio de caso que muestra que el diseño de vestuario y la moda presentan la identidad “como un constructo al que se puede pertenecer, bajo la condición de aceptar el proceso transformacional que la industria promueve”, como se lee en el documento.
Las fajas no solo moldean el cuerpo, sino que gestionan una optimización socio-cultural del cuerpo “que le dan lugar dentro de un régimen de verdad dado” que no implica que los sujetos estén alienados, sino que hay una lógica de resistencia en unos casos, y en otros, algo de cinismo, cuenta Carlos Mario en el texto de la tesis.
Los años 80 como origen de la llamada narcoestética
En los años 80 la serie de televisión Dinastía le “abrió la puerta” a la narcoestética, según el investigador. El programa fue un referente importante en la medida en que “antes de la grilla existió la loba, que era la mujer del narco, que tomaba este programa como referente estético hasta la llegada de Guardianes de la Bahía, el cual dio un giro en los ideales de belleza de nuestro contexto, porque apareció la mujer mona, tetona, nalgona, y también un prototipo de mujer que captura ese canon, que es Natalia París y que difundieron contenidos colombianos como Sin tetas no hay paraíso, Pasión de Gavilanes o Las muñecas de la mafia”, explica.
Luego apareció la Sexy Diva Nativa, y al respecto hay un fenómeno interesante: el hecho de que “Inexmoda tomó esa estética de la cultura popular, y la transformó en un signo para la clase alta, inventando el término”, expone. El concepto surgió luego de que ese instituto colombiano que genera investigación y comercializa moda, realizara un estudio en el 2009, con el cual caracterizó prototipos de cuerpos valorados mediante la metodología Street Vision, que consiste en definir perfiles de moda en el espacio público, según el documento de la tesis.
La manifestación de esas estéticas se acentuó en ciudades como Medellín y Cali, que han sido epicentros de narcotráfico y al respecto hay un asunto inicial de clases sociales, pero se expandió a otros lugares debido a las series televisivas, por lo que “la grilla y la Sexy Diva Nativa comenzaron a aparecer” en Costa Rica, España y México, donde se les conoce como buchonas, un término que surge de la marca de whisky Buchanans, y en Argentina, donde se les llama trolaso gatas, como señala Carlos Mario.
Otro aspecto que ha contribuido a la masificación es el hecho de que Medellín sea considerada como la capital del reggaetón, un género musical que toma esa “estética prosaica de la cultura popular y la ha expandido”, dice. Las fajas, al ser vendidas en otros países, dan cuenta de que “Colombia exporta ideales de belleza y corporalidades”.
Arquitectura versus las grillas
El primer interés de acercamiento de Carlos Mario para plantear el tema de la tesis doctoral fue la arquitectura del Hospital Mental de Antioquia y el diseño de sus espacios según los requerimientos de Nel Rodríguez, que buscada que esa edificación se convirtiera en una extensión del tratamiento médico de los pacientes. Por ejemplo: sitios que fueron pensados para que personas con depresión pudieran recibir el sol a determinada hora del día o a que quienes padecen psicosis estuvieran en espacios con ambiente “etéreo”.
Sin embargo, tuvo otro tema en mente, el cual surgió de investigaciones académicas que ha realizado o dirigido sobre “la estética de lo que se conoce despectivamente en Medellín como las grillas”, afirma. Quiso indagar cómo “la mal llamada narcoestética perfiló corporalidades, sobre todo en las mujeres”.
Cuando expuso los dos temas notó que todos: su asesor de tesis, sus compañeros, aquellos involucrados en el examen doctoral, sentían una fascinación por las ‘grillas’. Y aunque él personalmente se inclinaba más por la primera idea, tomó la corporalidad de estas mujeres como su objeto de investigación.
Un juego “bien jugado”
Carlos Mario reconoce su formación como “ecléctica”. Es psicólogo clínico, magíster en Ciencias Políticas y doctor en Ciencias Humanas y Sociales, se desempeña actualmente como profesor en la Facultad de Diseño de Vestuario de la UPB y de la Facultad de Comunicaciones en la Universidad de Antioquia.
Llegó al diseño en 2005 gracias a una amiga, docente de diseño industrial que le pidió reemplazarlo para dictar un curso, luego de que él trabajara en sitios como Hogares Claret, el Hospital Mental de Antioquia y el Departamento de Psiquiatría del Hospital San Vicente de Paúl. Ha procurado tener una mirada distinta, pues dice que “desde las ciencias sociales tenemos una visión muy banal de él. Creemos que es un asunto enteramente decorativo y eso no es cierto”.
Más allá de servir como insumo académico, la tesis lo dejó “enamorado de las grillas”. Cuenta: “Muchas personas piensan: no, ahí hay un asunto de pasividad, las mujeres están siendo utilizadas, objetualizadas, y no. Detrás de eso hay un cinismo en ellas, y poder”.
Luego de sustentar la tesis Carlos Mario comprendió que se trataba de “mujeres que sabían muy bien cuáles eran los códigos sociales y culturales que había que jugar. Y los han jugado divinamente, muy bien. No es solo ser objeto de deseo del otro sino de su dominación”.
(FIN/KGG)
15 de junio de 2021