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Uno de los problemas que las fachadas flotantes pueden reducir en viviendas es la contaminación por ruido. Foto: cortesía Nora Catalina Torres Gómez.

 

El ruido del tráfico, el humo que emiten los vehículos y el calor que se concentra en el centro de Medellín pueden tornarse molestos para quienes habitan allí, pero hay una forma de propender por el confort y la habitabilidad. Investigadora de la UNAL Medellín generó una propuesta que parte de analizar los contextos particulares de edificios residenciales y que, por sus características, es sostenible.

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Se trata de un protocolo que aplica tanto para edificaciones nuevas como antiguas. El proceso de diseño consta de varias etapas. En la primera fase deben incluirse aspectos como el análisis del entorno en lo que se refiere a usos del suelo, por ejemplo. Asimismo, otro punto es tener en cuenta las necesidades o problemas de los habitantes y evaluar el estado de la fachada existente, así como las características de los espacios interiores, diseño estructural y materiales constructivos.

Tras establecer los datos producto del procesamiento de la información, de la correlación y el diagnóstico, surgen los resultados. De ahí se debe dar paso al proceso de diseño. Como parte de esta etapa se identifican necesidades o problemas que se puedan resolver con una fachada flotante y dinámica, que es externa como la de Ruta N, que funciona como “una segunda piel del edificio”, según la investigadora. Lo que sigue es definir restricciones de diseño, alternativas de rehabilitación.

El protocolo diseñado por Nora Catalina Torres Gómez sugiere tener en cuenta el propósito, las características adaptativas, funciones del sistema, operaciones de forma (adicionar, sustituir o modificar) y la sostenibilidad. La propuesta plantea un análisis de viabilidad económica y validación.

¿De dónde surgió esta idea? Fue el producto de una inquietud que ella, una diseñadora industrial interesada en los espacios, quien materializó en una investigación académica como parte de la Maestría en Medio Ambiente y Desarrollo de la Facultad de Minas de la UNAL Medellín.

Propósito: contribuir al confort y a la habitabilidad

Nora Catalina recuerda su encanto, particularmente, por lugares e infraestructura del centro de Medellín. La fascinación por esos sitios tuvo que ver con habitarlos a partir de las visitas que hace varios años realizaba a sus amigos, quienes residían en esa zona.

“Eran muy chéveres, amplios, con muchas posibilidades, pero llegó un punto en el que se me hacía imposible estar ahí por la contaminación tan impresionante: trabajar allá era imposible por el ruido; tocaba cerrar las ventanas, pero entonces hacía mucho calor, si las abría se entraba el humo (de los vehículos). Y me preguntaba: ¿cómo la gente puede soportar esto día tras día y noche tras noche?”, cuenta.

Cuando decidió comenzar a estudiar la Maestría, pensó realizar su proyecto de investigación con base en fachadas flotantes y dinámicas, algo que en Colombia no es común, y que pueden ser de varios tipos: con paneles solares o anti ruido, por ejemplo, o con las cuales se pueden mejorar las condiciones de temperatura interior, como en algunos de los casos, para mejorar la habitabilidad “sin necesidad de demoler”, explica.

En la investigación, Nora Catalina propone trabajar con el estándar de confort adaptativo, que es el de ventilación natural, mediante la cual analizó la habitabilidad de viviendas residenciales de edificios ubicados en La Candelaria (Comuna 10), una de las zonas más contaminadas del valle de Aburrá y según estudios que refiere la investigadora, donde se ha registrado isla de calor.

Este sistema, considera, sería de gran utilidad en la medida en que mejoraría la calidad de vida de quienes habitan ese sitio de la ciudad. Si bien partió de la experiencia de cuando visitaba a sus amigos en el centro, en el desarrollo de la investigación lo confirmó de varias maneras, y una de ellas fueron las encuestas que aplicó.

El desarrollo del estudio

Les preguntó sobre distintos aspectos, mediante un formulario, a cinco residentes de tres apartamentos que empleó como casos de estudio, ubicados en pisos altos (3, 16 y 20) en la Avenida Oriental, entre las calles Girardot y Maracaibo, y entre La Playa y Girardot. Las viviendas cumplieron con otras características que son: ventilación natural, no uso de sistemas de aire acondicionado y contiguos a vías de alto tráfico vehicular.

Nora Catalina dice que la vivienda es percibida, en el imaginario general, como un lugar para el descanso, pero como lo imaginó, no fue este el caso. Luego de aplicar una encuesta la mayoría de residentes de los apartamentos analizados afirmó permanecer en las salas y las habitaciones, “donde se registraron muy altas temperaturas para un interior”, dice, y, sobre todo, de 11:00 a.m. a 6:00 p.m. son aún mayores. Asimismo, todos los encuestados aseguraron percibir mucho ruido. De ellos, el 80% lo tolera y el 20% no, de acuerdo con los resultados del estudio.

A las viviendas se les instalaron sensores para obtener datos de temperatura, humedad y ruido ambiental. En el interior de una de las casas, “se alcanzaron hasta los 34°C, pero los datos históricos de temperatura máxima exterior en Medellín son de 28°C para los meses de febrero y marzo, cuando se hizo el estudio”, comenta. El promedio de humedad fue del 73%.

Acerca de las mediciones de ruido la investigadora encontró que se sobrepasó el límite establecido por la Resolución 627 de 2006 que estipula como máximo 65 decibeles en el día y 55 en la noche para zonas residenciales. En La Candelaria, Nora Catalina registró hasta 67,5 en el día y al interior de la casa de uno de los puntos mencionados. “Eso hace que la gente no use las ventanas ni los balcones, (en la mayoría de los casos)”, afirma. Tuvo en cuenta, adicionalmente, datos de la presencia de micropartículas contaminantes en la zona, tanto de PM2.5 como de PM10 y realizó una simulación de la manera en cómo les da el sol (técnicamente denominado soleamiento) a los apartamentos en horas de máxima temperatura.

“Como si fuera una persiana”

Luego del estudio, en cierto modo, la investigadora quedó con la misma sensación de preocupación por quienes habitan en las viviendas analizadas, “porque a pesar de que los residentes se han ido acostumbrando a vivir en esas condiciones, ellos están afectando su salud a corto y a mediano plazo”. Sin embargo, se siente satisfecha con el aporte que puede representar su análisis, el cual, de aplicarse, puede resultar un alivio.

(FIN/KGG)

13 de septiembre de 2021