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El mejoramiento de la separación en la fuente, compra de nuevos recipientes, diseño e implementación de campañas de educación y sensibilización son algunos de los resultados de la caracterización.

 

Identificar y cuantificar los tipos y cantidades de residuos sólidos que produce la Sede es una acción que mejora su disposición final, disminuyendo gastos e impactando favorablemente al medio ambiente.

El proceso de caracterización de residuos sólidos que se realizó con gran éxito en el Campus Robledo a comienzos de este año, hace parte de la estrategia de Campus Sostenible y es el piloto para llevarlo a cabo en el Campus El Volador.

Esta iniciativa a cargo de la Oficina de Gestión Ambiental y la docente del departamento de Geociencias y Medio Ambiente, Elizabeth Carvajal, ya ha servido para tomar decisiones importantes en materia de disposición de desechos.

¿Cómo se hizo esta caracterización?

Como parte de la Práctica Académica Especial (PAE), la docente Elizabeth Carvajal en compañía de sus estudiantes de los cursos de Residuos Sólidos y Gestión Ambiental, se aventuraron a realizar este proceso que consistió en:

  1. Establecer un periodo de tiempo. En el caso del Campus Robledo fue de una semana, de lunes a lunes.
  2. El personal de aseo realizó sus rutas habituales de recolección y marcó las bolsas indicando el bloque del cual provenían.
  3. Reunir las bolsas en un espacio, abrirlas por bloque y empezar a clasificarlas por tipología de residuos (ordinarios e inertes, orgánicos y aprovechables).
  4. Separar los residuos aprovechables por bloque y en las siguientes categorías: cartón, archivo, tetrapack, plegadiza, vidrio, vasos de papel, platos desechables, recipientes transparentes, pet, pasta, bolsas plásticas, aluminio y chatarra.
  5. Pesar todos los materiales cada día, permitiendo conocer las cantidades reales de estos residuos. 


Para realizar este ejercicio la Facultad de Minas debió estar operando en condiciones normales, evitando factores externos que pudiesen cambiar la generación de los residuos.

“Este proceso ha sido un trabajo colaborativo entre la administración y la academia, buscando el bienestar de la comunidad a través de productos donde los estudiantes puedan iniciar su proceso formativo y la Universidad pueda tener datos reales para tomar medidas frente a sus sistemas de recolección”, asegura Elizabeth Carvajal.

Los estudiantes que participaron en la caracterización tienen ahora un sentido de pertenencia diferente por la Universidad, pues con sus propias manos hicieron el proceso.

“Entender el papel que tiene la Facultad en la problemática de disposición de residuos sólidos fue muy enriquecedor profesionalmente, sin embargo, me sorprendió bastante que a la comunidad universitaria todavía le falta esa conciencia ambiental para la correcta gestión de residuos.

Encontramos mucho plástico de un solo uso y una inadecuada separación de residuos en los contenedores”, asegura Juan José Toro, estudiante de Ingeniería Ambiental y participante del proceso. 

La caracterización arrojó que el Campus Robledo ha tenido una disminución considerable en la generación de residuos, pues en el 2016 eran 280 kg diarios, mientras que en el 2020 se redujo a 163 kg. Esto puede relacionarse a la disminución de patrones de consumo y a que la digitalización de los procesos reduce el uso de papel. 

De los 163 kilos de residuos al día, el 33% son materiales aprovechables, el 40,1% es material orgánico, y el 26% son ordinarios e inertes. Estas cifras, aunque alentadoras, podrían mejorar con la participación y conciencia de quienes habitan la Universidad.

“Desde la Oficina de Gestión Ambiental se vienen realizando diferentes sensibilizaciones a la comunidad universitaria en pro de estos temas como la campaña de canecas tristes, el diálogo con los estudiantes y administrativos, admitidos en las jornadas de inducción, el acompañamiento en los laboratorios para hacer un manejo adecuado de vertimientos, y la presencia en actividades organizadas por Bienestar Universitario como los Jueves de la Salud”, asegura Laura Johana Giraldo, profesional especializada de la Oficina de Gestión Ambiental de la Sede.

Una vez separados los residuos aprovechables, son entregados a una cooperativa encargada de vender estos materiales a empresas que usan estos recursos en sus procesos. El dinero recaudado con esta gestión es usado a su vez, en parte del pago de nómina de los empleados encargados de la recolección.

¿Qué pasa con los residuos orgánicos e inertes?

Los residuos orgánicos, provenientes en su mayoría de las zonas de preparación de comidas, son dispuestos de una manera especial para su aprovechamiento. En el Campus el Volador, detrás del sector Las Casitas, se encuentra la zona de compostaje donde estos residuos son mezclados con materiales absorbentes como aserrín u hojarasca para luego ser enterrados y procesados por diferentes bacterias.

Este proceso de descomposición dura entre 45 y 60 días y deja como resultado final un compost rico en nutrientes y minerales, que posteriormente es usado para la fertilización de las zonas verdes de los diferentes campus. Este método según Laura Giraldo tiene tres beneficios: “el ambiental, el de la tasa retributiva y la reducción en fertilizante”.

Con el buen manejo de los residuos aprovechables y orgánicos, los restantes, o sea los inertes, son los únicos que van al relleno sanitario disminuyendo costos, pues el cobro de la tasa de aseo a la Universidad está en función de la cantidad de residuos que la empresa recolectora disponga.

“Una vez caracterizados los residuos sólidos de la Universidad venimos trabajando en el diseño de un plan maestro que articula todas las ideas, esta estrategia nos llevará hacia un aprovechamiento de todo tipo de residuos, además de la promoción de muy buenas prácticas ambientales”, dice Santiago Arango, líder de la estrategia Campus Sostenible.

Por la coyuntura actual que vive la Universidad y la poca presencialidad en las instalaciones, la caracterización del Campus El Volador se espera realizar a principios de 2021, sin embargo, con el piloto en la Facultad de Minas el panorama es mucho más claro.

“Yo entré a la Universidad hace 15 años, y si comparamos cómo se manejaban los residuos antes y ahora, hemos avanzado mucho. El tema de manejo ambiental necesita periodicidad, inversión económica, pero si hacemos sinergia desde lo académico y lo administrativo vamos a ver resultados muy alentadores”, concluye Elizabeth Carvajal.

(FIN/DQH)

21 de julio de 2020