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La intensidad y frecuencia de las lluvias ha variado a causa del cambio climático: Foto: tomada de bit.ly/3MDMgYh.

 

Durante los últimos meses las lluvias han generado en el país distintos eventos como las inundaciones que se han registrado en, Apartadó, Carepa, Chigorodó y Murindó, así como deslizamientos ocurridos en La Línea, una de las vías más importantes para el país, o los que tuvieron lugar en el barrio Manrique de Medellín en 2021. Todos son consecuencia de fenómenos naturales y de alteraciones antrópicas. Analistas comentan al respecto.
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Las corrientes son uno de los factores naturales más importantes en la conformación de los territorios, no solo en el sentido ambiental sino también en el geomorfológico. Gran parte de Colombia es de paisajes montañosos, y principalmente las cordilleras están en función de dos variables: levantamiento tectónico y por procesos de erosión y denudación, que es el desgaste de la superficie terrestre a la que, como consecuencia del movimiento del agua, se le reduce la elevación y relieve, como lo explica Humberto Caballero Acosta, profesor ocasional del Departamento de Geociencias y Medio Ambiente de la Facultad de Minas de la UNAL Medellín.

Otro aspecto para tener en cuenta es que, científicamente, hay evidencias de que el cambio climático ha incidido en aumentos o variaciones de las intensidades máximas de las lluvias, según la profesora Blanca Adriana Botero Hernández, de la Facultad Ingenierías de la Universidad de Medellín. Aquellas “que eran muy fuertes, pero que se presentaban cada dos o tres años, ahora ocurren cada dos o tres meses, entonces tenemos que enfrentar esos problemas más seguido”, manifiesta.

Lo que hace el agua es penetrar al suelo y saturarlo. Cuando esto sucede los materiales pierden resistencia y genera presión extra en él, pero en la medida en que se dé a gran nivel se desestabilizan las laderas y ocurren los movimientos en masa, explica el profesor Marco Fidel Gamboa Ramírez, profesor del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad Eafit.

Teniendo esto en cuenta es que considera que no solo es importante reconocer el territorio sino también sus restricciones: “porque es lo que va a dificultar el establecimiento de cierto tipo de actividades”. Sin embargo, el profesor Caballero Acosta llama la atención acerca de que “no somos conscientes de las dinámicas de las corrientes, creemos que los comportamientos de las quebradas son predecibles”.


Vulnerabilidad

Para la profesora Botero Hernández, está claro el conocimiento que existe acerca de los dos periodos durante los cuales aumentan las lluvias en el país y el riesgo de inundaciones que traen consigo. En tal caso, “eso no nos debería tomar por sorpresa”, dice.

En ese sentido, manifiesta que “todavía a Colombia le falta mucho por hacer en términos de prevención y de reducción de la vulnerabilidad”, que según ella es de origen antrópico. Las amenazas, explica, se podrían controlar de alguna manera con sistemas de drenaje sostenible, por ejemplo. Sin embargo, es solo una parte, porque “el riesgo es la conjugación de amenaza, vulnerabilidad y exposición”.

La vulnerabilidad, expone el profesor Caballero Acosta, se genera en la medida en la que los seres humanos ocupan espacios que corresponden a las corrientes, “entonces la naturaleza se convierte en una amenaza en la medida en que las crecientes (que son normales) pueden poner en riesgo la vida y los bienes de las personas”.

Hay otros factores: el clima y la atmósfera también tienen componentes importantes en el comportamiento de las lluvias. ¿Qué ha pasado? Que hemos ocupado varias zonas inundables incluso contra la legislación propia del país”. Los ejemplos que cita son los desastres naturales ocurridos en salgar (Antioquia) en 2015 y en Mocoa (Putumayo), en 2017.

En ambos casos la reparación se hizo, pero en lapsos distintos; la primera se demoró menos que la segunda, de acuerdo con Botero Hernández, para quien la prevención de desastres también debe ir encaminada a evitar daños, incluso, en el tejido social.


Afectaciones urbanas

Las basuras que colmatan las quebradas han sido factores que han propiciado inundaciones, pero por lo menos en Medellín ya se ha generado mayor consciencia ciudadana al respecto, de acuerdo con la docente Botero Hernández, y considera que si bien los pequeños desechos que hay en las calles pueden cambiar las capacidades hidráulicas, lo que aportan principalmente es contaminación.

En las ciudades ese, sin embargo, no es el único inconveniente. Otro problema es la pavimentación, teniendo en cuenta que, cuando el suelo tiene vegetación parte de la lluvia queda retenida y sale gradualmente por evaporación, flujo subsuperficial o subterráneo, pero de forma lenta sin incrementar los caudales, explica la profesora.

Al urbanizar, añade, se impermeabiliza el suelo. Al hacerlo ya no se da la infiltración, sino que el agua va al alcantarillado, a los colectores y, finalmente, a la planta de tratamiento o a un río, cuyo caudal incrementa.

La ingeniería, destaca la docente, realiza los diseños de alcantarillado con base en datos históricos de lluvia, probabilidades de ocurrencia y usando ecuaciones, pero “si ya nos estamos dando cuenta de que la frecuencia y la intensidad de las lluvias están cambiando no podemos seguir diseñando de la misma manera, y hay muy pocas empresas de ingeniería que incorporan eso que llaman no estacionalidad”. Hay, dice, soluciones basadas en la naturaleza como techos verdes que contribuyen a controlar los “picos de escorrentía”.

Para la profesora Hernández Botero está claro que en Colombia faltan acciones de reducción de vulnerabilidad.


Ordenamiento territorial

Los movimientos en masa y las avenidas torrenciales, que se presentan en los territorios de montañas, y las inundaciones que se presentan fundamentalmente en sitios planos, fueron priorizados en el ordenamiento territorial, indica Gamboa Ramírez.

Al respecto comenta que hay una normatividad relativamente nueva, agrega, y aunque desde 1997 la Ley 388 reglamenta el ordenamiento territorial, en 2014 se aprobó una norma más específica que incluye metodología e indicaciones más claras sobre cómo incluir la gestión del riesgo.

No obstante, expone que las capacidades de los municipios, sobre todo los de categorías 5 y 6, son limitadas, y por tanto se les dificulta cumplir con los tres procesos de la gestión del riesgo: conocer, reducirlo y manejar el desastre, siendo este último proceso al que “en Colombia le hemos dedicado nuestros recursos”.

La planificación es clave, de acuerdo con el docente, quien expone que la prevención es, además, una de las medidas más económicas y eficientes. Para que lo sea, expone que es importante que sea participativa e incluya a las comunidades, “porque nada ganamos con que se hagan estudios que la gente no conozca”.

(FIN/KGG)

14 de marzo de 2022