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En 2011 se incrementó el turismo en la Comuna 13. Foto: tomada de bit.ly/3NIEg95.

Habitantes de la Comuna 13 de Medellín han comenzado a expresar su incomodidad ante el exacerbado turismo en el barrio Las Independencias, donde según le contaron algunos pobladores a un diario de la ciudad, han sentido que, con sus cámaras, los visitantes están vulnerando su intimidad. Viene Semana Santa, una de las temporadas turísticas, y es pertinente reflexionar sobre las repercusiones del turismo y cómo desarrollarlo de forma responsable. Especialistas en el tema lo explican.
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Teniendo en cuenta cómo se planifica el territorio en Colombia y que el ordenamiento territorial se desprende de procesos de democratización, la planificación del turismo también debería ser participativa y posibilitar la articulación de actores que tendrán incidencia en los distintos procesos y que pueden verse beneficiados o afectados, de acuerdo con la antropóloga, magíster en Estudios Urbano Regionales y candidata a doctora en Ciencias Humanas y Sociales, Suly María Quinchía Roldán, profesora de la Escuela de Planeación Urbano Regional de la Facultad de Arquitectura de la UNAL Medellín.

El turismo, comenta, es una actividad económica que, para el caso de las ciudades, está relacionada con una transformación de urbes industriales a la oferta de servicios, una agenda que cambia sobre todo desde las administraciones locales y en las que la internacionalización y la competitividad se convierten en asuntos centrales.

El turismo moderno, como se concibe actualmente, nace del capitalismo y de la Revolución Industrial, explica Luiz Alexandre Lellis Mees, del Departamento de Turismo y Patrimonio de la Universidad Federal del Estado de Río de Janeiro (Brasil), y ha ganado importancia a partir de la primera década del siglo XXI, según el coordinador académico de la Maestría en Planificación y Gestión del Turismo de la Universidad Externado de Colombia, Leonardo Garavito González.

Este último académico expone que el comportamiento ha sido positivo tanto en incremento del número de visitantes al país como de generación de divisas e incluso llegó a convertirse en uno de sus principales renglones, superando al café, y que si bien esa tendencia se afectó con la llegada de la pandemia por covid-19 cuando el turismo se detuvo a nivel mundial, es un sector muy flexible que, con la llegada de las vacunas, ha logrado recuperarse.

En el impulso del turismo, asegura, hay otros aspectos que han contribuido, como el Acuerdo de Paz, que ha dado garantía para visitar lugares con atractivos naturales y culturales a los que antes, por razones de seguridad, no era posible acceder.


La no planificación, un problema

Hay efectos colaterales como el hecho de que el incremento espontáneo del turismo puede ser problemático, por lo que se requiere de procesos de planificación y gestión que incluyan esfuerzos de los distintos actores de la sociedad para prevenir los efectos negativos, según el profesor Garavito González.

Uno de los conceptos más recientes, agrega, es el de gobernanza turística: “La idea es que detrás de los procesos de adaptación haya consulta social y comunitaria sobre qué es lo que se quiere, qué tipo de turista se quiere recibir e incluso qué se quiere mostrar y que no para conservar los patrimonios valiosos de las diversas comunidades”.

En Medellín específicamente, por ejemplo, la cotidianidad de los barrios está cambiando y esas transformaciones no están partiendo de la reflexión, sino que es un fenómeno que va llegando, generando oportunidad económica y “van pasando un montón de cosas que implican hacer un alto y pensar: ¿qué implicaciones tiene esto y qué debemos hacer para protegernos de los riesgos?”, según la psicóloga María Alejandra Escobar Suárez, estudiante de Maestría en Intervención Social de la Universidad de Antioquia e integrante del Grupo de Investigación Medio Ambiente y Sociedad de la misma institución.

La planeación no horizontal, que es impuesta por las autoridades o desde el centro del país para las regiones periféricas sin tener en cuenta la voz y los intereses de las poblaciones y los actores locales, también es un asunto problemático, retoma el profesor Garavito González.


Caer en el riesgo de “exotizar” y de las impresiones impuestas

La profesora Quinchía Roldán indica que la adecuación de espacio físico y de infraestructura pueden ser atractivos, pero también lo es el componente humano y cultural, la identidad y rasgos diferenciadores de los territorios, con lo que llega el riesgo de que estos “se instrumentalicen como productos de consumo”.

Llama la atención sobre intervenciones urbanas que desde el marketing de ciudad son promocionadas en espacios internacionales como parte de la generación de atracción turística. Se habló de Medellín, ejemplifica, como un laboratorio urbano o como una ciudad innovadora, entre otros.

“Por supuesto que eso alentaba a todo el mundo a ver esos territorios de los que desde el discurso se mostraban como empobrecidos y violentos, pero que a través de las intervenciones urbanas eso se transforma. Se daba cierta ‘pacificación’ de los territorios, en los que, de cierta manera, se exotiza al habitante, quien casi que se vuelve espectáculo”, dice. También, que fue el caso del viaducto de media ladera y las escaleras eléctricas en el barrio Las Independencias de la Comuna 13 o de la Biblioteca España, ubicada en Santo Domingo Savio.

Lo que muestran este tipo de situaciones, agrega, es que el turismo es un efecto no planificado de las intervenciones urbanas y que es una actividad que cada vez se vuelca más al “afán de vivir y consumir experiencias”.

Y esa urgencia y no planificación puede dar cabida a otros peligros, y de ello un referente señala investigadora Escobar Suárez es el turismo de favela en Brasil, que, enseña desde sus experiencias los riesgos como la explotación sexual y comercial de niños y adolescentes, el encarecimiento de los costos de vida o la transformación de las dinámicas de participación de los sectores populares.


¿Se puede hacer algo?

El profesor Garavito González expone que actualmente se está dando un cambio de paradigma, en el sentido en que el turismo tradicional se ha asociado al masivo, “una gran ola” que comenzó hacia la década del 70, muy asociada al sol y la playa. Lo que comienza a pasar con la oferta de alternativas como el ecoturismo es que las comunidades están dejando de buscar estandarización y homogeneizaciones para preguntarse por sus valores locales que ofrecen particularidades”. Entonces, el destino no se adapta al turista, sino al revés.

En ese sentido, cree que hay que evitar lo que denomina el “monocultivo turístico, porque este debe ser parte de una diversidad de prácticas, de tal forma que haya fortaleza para la comunidad”.

El turismo comunitario es, precisamente, ejemplo de una buena práctica de acuerdo con el profesor Lelis Mees por tener una base sostenible y responsable, y en él deben involucrarse las políticas públicas, empresas y grupos locales.

No obstante, advierte que en él también se dan contradicciones: “Es muy bonito como discurso, pero en la práctica los territorios que incluso hacen planeación son difícil que logren un éxito total porque hay muchas influencias externas incluso del capital”.

Los investigadores, considera, tienen el reto de buscar, desarrollar y proponer maneras más sostenibles, comunitarias y responsables de prácticas turísticas en los territorios, tanto en escalas regionales como locales, pero especialmente en sitios económicamente vulnerables a fin de que el tejido social sea homogéneo y haya consciencia.

La investigación, además, debe ir en la vía de conocer mejor lo que está pasando, con respecto a la interacción que se genera entre los turistas y los habitantes y la pérdida de sus espacios íntimos, opina por su parte la profesora Quinchía Roldán.

De otra parte, resalta la importancia de planificar el turismo. En ese sentido considera que es necesario pensar en estrategias de sensibilización de los visitantes, quienes deben asumir responsabilidades como hacer una observación respetuosa y atenta a las dinámicas de los territorios, y no deshumanizar a quienes los habitan.

La investigadora Escobar Suárez menciona, por su parte, que los distintos actores deben asumir desafíos. Cree que tanto el gobierno nacional como los regionales y locales están en deuda de realizar estudios sobre la capacidad de carga de los territorios para regular y no dejar “a la deriva las posibles consecuencias”. Asimismo, generar datos sobre el turismo comunitario urbano y popular, del cual casi no hay información; lo que existe dice es, sobre todo, de contextos rurales: “Ahora le ponemos el nombre de comunitario a prácticas que realmente son masivas”.

Sugiere que los habitantes, por su parte, deben defender su territorio y proteger el patrimonio para no caer en riesgos que, “desde la antropología cuestionan la autenticidad ante un visitante que demanda conocerlo”. A su vez, dice que los turistas deben asumir acciones mínimas como pedir consentimiento para tomar fotografías a las personas o poner límites en el acercamiento a los niños. Se trata, en general, de asumir una visita responsable y consciente.

(FIN/KGG)

4 d abril de 2022