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El Área Metropolitana le solicitó a la Universidad a través de un comunicado evitar promover la alimentación tanto de animales domésticos como silvestres. Foto: cortesía Jorge Mario Vélez

 

Especies como gatos y palomas no son propias de la fauna de los campus urbanos de la UNAL Medellín, por lo que propiciar su permanencia a través de la alimentación puede ser un riesgo no solo para otros animales silvestres locales sino para la salud de la comunidad universitaria. Funcionarios y expertos, explican el porqué de esta tendencia.

El escenario tiene varias aristas que dificultan su pronta resolución, porque se vincula directamente a cómo los miembros de la Universidad se relacionan con estos animales desde el sentimiento, sin ser conscientes del daño ambiental que pueden causar, por lo que la situación abarca no solo lo ecológico sino lo social.

Tanto los gatos como las palomas son especies introducidas a los campus urbanos, y se convierten en una problemática cuando se incrementa considerablemente su población, sin embargo, como lo plantea Jaime Andrés Garizabal Carmona, docente ocasional de las facultades de Ciencias Agrarias y Minas y líder del semillero de Ecología Urbana la situación comienza con la pérdida, degradación y fragmentación de hábitats:

“Lo primero que hay que entender es como están constituidos los espacios de la Universidad, porque el primer conflicto entre biodiversidad y ser humano es la transformación del hábitat. A medida que construimos edificaciones o alteramos zonas verdes, la biodiversidad se transforma también, les cambiamos las condiciones naturales, propiciando posibles conflictos”.


Situación de los gatos en los campus

Actualmente no existe un conteo poblacional de esta especie en el campus El Volador, sin embargo, se monitorea a diario sus comportamientos. “Si bien ellos persé no generan una problemática, esto cambia cuando hay muchos, pues ellos son altos depredadores de la fauna silvestre, y así tengan alimento disponible, su instinto depredador hace que maten a otras especies como pájaros, ardillas, lagartos y crías de iguanas”, asegura Mayra Bedoya, funcionaria de la Unidad de Gestión Ambiental de la Sede.

Adicionalmente a esto, los gatos también son transmisores de enfermedades, tanto los domésticos (que ingresan al campus por cuenta propia o han sido abandonados), como los ferales (nacidos y criados dentro del campus) y pueden presentar un riesgo para las personas pues sus comportamientos son imprevisibles, sus mordeduras y arañazos pueden generar infecciones, además de transmitir sarna y toxoplasmosis. Esto sin contar que la mayoría de estos gatos son positivos para leucemia y sida felino, enfermedades de fácil transmisión entre ellos.

“Por ejemplo en el último inventario que se hizo, este campus cuenta con una población de iguanas muy pequeña, lo que se puede explicar por la alta depredación que sufren por parte de los gatos. Además, el tema de dejar comida en diferentes partes, es que de allí se alimentan no solo gatos, sino palomas, y hasta los zorros que entran eventualmente al campus, siendo un foco de dispersión de enfermedades, pues no hay un control sobre la alimentación ni asepsia en los recipientes donde se les sirve”, explica Mayra Bedoya.

La problemática se agrava pues la Universidad cuenta con servicios de salud dentro del campus, y por cuestiones de sanidad la Secretaría de Salud exige que no haya animales cerca.

La Unidad de Gestión Ambiental en los años 2012 y 2018, con el apoyo de una estudiante auxiliar implementó algunas estrategias para disminuir la población felina. En compañía del Centro de Bienestar Animal La Perla, capturaron los gatos, los esterilizaron y aplicaron las vacunas correspondientes, sin embargo, esta entidad al tener un cupo limitado, devolvió los felinos a la Sede, y en estos casos se trató de convencer a las personas que los cuidaban y alimentaban para que se los adoptaran, pero muchos creían que dentro del campus los gatos viven bien, generando un conflicto de intereses.

“El tema de los gatos es más complejo pues la gente los asocia más a sus propios espacios, es conflictivo emocionalmente pues el ser humano ha creado el gato domesticado para que sea su compañía, y cuando ven uno en la Universidad generan una asociación sentimental con él, sin importar los daños que cause al ecosistema, los defienden, es un tema con una dimensión cultural importante”, afirma el profesor Garizabal Carmona.


¿Y las palomas?

Esta especie tiene una particularidad, y es que sus ambientes naturales son rocosos, y lo más parecido a este hábitat en las ciudades es la infraestructura, por lo que siempre buscan estos espacios para anidar. En la Sede habitan con mayor frecuencia en el Edificio El Ágora, la Biblioteca y el bloque 46.

El excremento de las palomas es bastante corrosivo, lo que afecta las edificaciones y hace que sea poco salubre. Además, en la Sede están acostumbradas a alimentarse de restos de comida proporcionada por la gente, atrayendo ratas y mosquitos, que son también vectores de enfermedades.

Para el control de las palomas la Sede ha implementado acciones como la instalación de mallas, ganchos plásticos sobre superficies planas, para evitar que hagan sus nidos en estos lugares, también con cierta frecuencia se hace un seguimiento de los nidos y se retiran los huevos ya existentes para así evitar un crecimiento poblacional.


Investigación y datos claves

El mismo reto lo vivió el Jardín Botánico de Medellín, lugar en el que la población felina fue tan alta durante los años 2018 y 2019 que disminuyó considerablemente la fauna nativa y puso en riesgo la salud de empleados y visitantes.

“Con la problemática marcada, se determinaron algunas estrategias para hacerle frente, como la captura controlada de la mayoría de gatos, para ser enviados a La Perla para su esterilización y vacunación, lo que disminuyó la población. También tener zonas adecuadas y controladas para su alimentación, lo que reducía la necesidad de los felinos de cazar otras especies. La población ahora está muy controlada, hay muy pocos gatos libres, y se ve como poco a poco las especies silvestres están volviendo a verse dentro del Jardín”, comenta María Clara Mejía, analista ambiental del Jardín Botánico

En la Sede, la escasez de recursos limita las acciones frente al tema, y según el profesor Garizabal, desde la especulación, los conflictos se incrementan pues cada parte interesada en la situación discutirá desde su perspectiva y sentir, utilizando la información que más le convenga:

“La principal urgencia es entender mejor el problema, por lo que necesitamos información concreta, por eso actualmente existe una convocatoria para un voluntariado ambiental en compañía del semillero de Ecología urbana conformado por estudiantes de las facultades de Ciencias Agrarias y Minas, el cual nos brindará herramientas administrativas y legales para hacer viable el proceso tratando de hacer un conteo de gatos, para identificar qué interacción están teniendo con el ecosistema y las personas, y tomar decisiones acertadas al respecto”, cuenta Mayra Bedoya.

Esta problemática es probable que continúe con el tiempo, por lo que la Unidad de Gestión Ambiental recomienda seguir monitoreándola.

Aunque se concienticen los estudiantes y empleados actuales, los que lleguen nuevos pueden seguir repitiendo prácticas de abandono o alimentación, “debe existir un programa a largo plazo, además de poder recolectar información concreta de cuantas especies se afectan por su cacería, y que tipo de enfermedades poseen estos felinos, y así puede que la discusión tenga más profundidad y que no se trate solo de gustos y opiniones”, concluye Jaime Garizabal.

(FIN/DQH)

2 de mayo de 2022