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La Comisión de la Verdad ha realizado encuentros con diferentes actores del conflicto en distintas zonas del país. Foto: tomada de bit.ly/3HO2Nab

La entidad estatal entrega hoy su informe final. Es un mecanismo temporal, que surgió en 2017, para propender por el esclarecimiento de las causas del conflicto armado interno, contribuir al reconocimiento de lo sucedido y a definir bases para la no repetición a través de procesos participativos plurales. De acuerdo con analistas, la disolución como entidad no implica el olvido, sino que ciudadanos y academia deben divulgar el trabajo que esta realizó y que ha sido de gran aporte para el país.

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La Comisión de la Verdad surgió en 2017 y ahora, para finalizar su labor, entrega un informe profundo, extenso, riguroso, según Max Yuri Gil Ramírez, coordinador para Antioquia y el Eje Cafetero de la Comisión de la Verdad, con el cual la entidad busca contestar las preguntas sobre asuntos estructurales como: por qué ha habido conflicto armado en Colombia, por qué se ha prolongado en el tiempo, cuáles han sido los principales impactos en los territorios y en poblaciones como las étnicas, las mujeres o los niños, y da recomendaciones “para que el conflicto armado termine y no se repita”.

Con la entrega del informe, sin embargo, no se termina la labor, de acuerdo con Gil Ramírez, en la medida en que, “la verdad, como dice Francisco De Roux, ya ha estado ocurriendo durante un tiempo. Cuando empezamos el trabajo dijimos que había una necesidad y era posible posicionar ese valor para la transición hacia una democracia más profunda, sólida, que reconozca lo que nos ha ocurrido en el pasado y, a partir de ahí, se cambie”.

Para él, es fundamental comprender que el tiempo no es igual para todas las instituciones de justicia transicional. En el caso de las comisiones de la verdad, la mayoría de las que han existido en el mundo tienen la característica de ser cortas, incluso algunas realizan sus labores durante tres meses. Eso tiene un sentido: entregar pronto insumos al país que contribuyan a acelerar y consolidar la transición. La Comisión de la Verdad colombiana, añade, “pasa a ser una de las más largas”.

Labor

La Comisión de la Verdad surgió para ser el “oído” de la sociedad civil, del proceso de paz y la reconciliación, según Juan Antonio Zornoza Bonilla, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas (FCHE) de la UNAL Medellín, para quien la entidad ha representado una pieza fundamental.

La Comisión, afirma, se ha constituido como la presencia y como una institución en manos de la sociedad civil y de miembros destacados, del periodismo, la sociología o la medicina, de líderes sociales y comunitarios, y organizaciones sociales vinculadas con el tema de la memoria: “obviamente aporta muchísimo a que se compensen asimetrías provocadas por la política del gobierno que procuró, durante cuatro años, hacer trizas el proceso de paz”.

Desde su nacimiento, la Comisión se ha enfrentado “a personas que no la quieren, que diga lo que diga, lo deslegitiman. Hay un sector de la población que no está conectado a la reconciliación y puede haber oposición, pero quizás el reto mayor al que se ha enfrentado es pasar desapercibida, porque el trabajo que están haciendo sí que es valioso”, dice, por su parte, Gabriel Ruiz Romero, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Medellín y coordinador de la Maestría en Conflicto y Paz de la misma institución.

Gracias a la Comisión de la Verdad, añade Gil Ramírez, la gente comenzó a hablar sobre lo que había vivido y a visibilizar sus historias e incluso se logró que varios sectores de la sociedad civil también expresaran sus inquietudes y comentarios en torno al conflicto: “Fue muy valioso el posicionamiento de la palabra y de la construcción de sociedad en torno a la verdad”.

Legado

A propósito de la reciente elección del próximo presidente del país, Ramírez Gil manifiesta que, con respecto al informe, este es un insumo que el nuevo gobierno puede tomar para la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo, teniendo en cuenta que hay “unas claves muy importantes”.

Para el profesor Zornoza Bonilla es muy valioso que la Comisión se erija como baluarte y como responsable de recoger los testimonios de las víctimas, pero también de los actores implicados en el conflicto. En ese sentido, considera que el relato final que se va a entregar cobra la mayor importancia, en la medida en que compensa toda la inacción y las trabas al esclarecimiento de la verdad.

El esclarecimiento de la verdad, cree Leyder Perdomo Ramírez, profesor de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia, ha sido una tarea conjunta y en la que la Comisión aportará al resignificar la discusión sobre los hechos de violencia relacionados con el conflicto armado. Lo menciona porque cree que la entidad “marca unos puntos suspensivos y no punto final, que continúa el camino que iniciaron organizaciones de la sociedad civil desde los años 80, a través de informes de derechos humanos en Colombia develando lo que pasaba en la guerra interna”.

El rol de la Comisión, añade, será el de pasar del “tono de la denuncia” a la comprensión compleja e integral de lo que ha sido la violencia.

El rol de la sociedad

Para Ruiz Romero, cuando la sociedad reclama verdad, lo hace sugiriendo que “no sea muy compleja, que sea de blancos o negros, que digan quién es el malo y el bueno, pero el trabajo de la Comisión es interesante porque incluye el componente analítico de la realidad aunque no se despliega de manera amplia pero alcanza a tocar ciertos estamentos, y complejiza el asunto, y en ese sentido debemos entender que es de zonas grises y que debemos entender nuestro propio rol en la guerra”.

En esa misma vía, Ramírez Gil menciona que, algo que va a ser clave y sensible para la discusión, es que la investigación de la Comisión de la Verdad pone en evidencia que un conflicto armado lo libran en el campo de batalla los grupos armados, pero que también sectores de la sociedad avalaron, financiaron, se lucraron, legitimaron el accionar de los grupos armados. No es un conflicto en el que solo ellos participaron.

Un reto importante será tratar de que esos sectores se abran hacia la comprensión, la escucha, el diálogo y la discusión democrática, de acuerdo con el docente Perdomo Ramírez. La sociedad, asegura, tienen la responsabilidad de ser sensible, “las personas debemos reflexionar sobre nuestro lugar en la conflictividad, en la medida en que la mayoría de las personas dieron algún tipo de aval o respaldo a los actores armados, a la persecución de sectores sociales marginados, a prácticas como el exterminio social (que suelen llamar limpieza social), prácticas muy arraigadas en las subjetividades de los colombianos, que a veces son imperceptibles y son combustible para la violencia y sus actores”.

Gil Ramírez invita a la reflexión, pero también, precisamente, a que la sociedad conozca el trabajo de la Comisión, a que haga uso del informe, que lo discuta, lo desarrolle, lo confronte. “Lo que estamos ofreciendo es un insumo de discusión pública”, dice.

El profesor Zornoza Bonilla, por su parte, menciona que el legado de la Comisión de la Verdad, continúa, “es casi lo único que queda, junto con los resultados que arroje la JEP (Justicia Especial para la Paz), del proceso de paz durante los últimos años”. En ese sentido, cree que “es un deber, de nosotros como ciudadanos y miembros de la comunidad universitaria, divulgar o por lo menos abrir los canales para que la gente conozca el trabajo. Que no importa que termine con el informe final, sino que sigue existiendo la necesidad de las víctimas de dar su testimonio”.

(FIN/KGG)

28 de junio de 2022