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Los mercados mundiales están evidenciando la carestía de los alimentos. Foto: Marco Valencia – Varguardia / tomada de: bit.ly/3RnhipO.

Recientemente la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), anunció que el objetivo de eliminar el hambre no sería posible. Adicionalmente, el organismo internacional ha llamado la atención sobre los estragos de la guerra entre Rusia y Ucrania, importantes exportadores de cereales, combustibles y fertilizantes. Analistas explican las implicaciones y los retos que surgen.
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Si se analizan las estadísticas de la FAO, en el informe de Perspectivas Agrícolas 2022-2031, elaborado con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), se podría decir que el problema va más allá de la pandemia por covid-19 y de la situación entre Ucrania y Rusia, cuyas implicaciones geo-estratégicas hace que pase a ser un conflicto mundial, nos está llevando a un nuevo orden mundial, según León Darío Vélez Vargas, profesor del Departamento de Ciencias Agronómicas de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNAL Medellín.

Desde 2014, asegura, “tanto en Latinoamérica como en el Caribe y en Colombia, el aumento del hambre en el mundo ha sido constante. Para ese año se registraron 1.645 millones de personas (en esa situación) y eso se sigue incrementando, para 2016 hubo 1.700 millones y así sucesivamente hasta llegar al 2020 con 2.368 millones”. Los incrementos, lamenta, se han dado pese a esfuerzos como el hecho de trazar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) o la meta de Cero Hambre al 2030.

Las razones, entonces, refiere el docente, no deben soportarse solo en el contexto cortoplacista y pone el ejemplo de la crisis mundial de 2007 que elevó los precios de los alimentos, a tal punto que en Estados Unidos durante un semestre se racionalizó la venta de arroz en los supermercados.

“En el momento actual podríamos pensar en el siguiente asunto: hay aumento en las estadísticas, podría decirse, por la dificultad en el acceso a los alimentos por falta de dinero, porque no necesariamente se ha afectado la disponibilidad, incluso durante la pandemia se perdieron cosechas en varias regiones del país dado que no había quien las comprara. Ese es parte de la causal. Otros son el costo de la comida, ya hay ingresos, pero los costos se han disparado de manera alarmante, y el encarecimiento de los insumos como los fertilizantes por el conflicto que se está viviendo en Ucrania”, comenta.


“No es un fantasma”

Germán Darío Valencia Agudelo, profesor del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia, llama la atención acerca de que “el hambre no es un fantasma, es una realidad en el mundo” y que “desde hace muchos años habíamos pensado que era una cosa que se estaba perdiendo, dado el desarrollo tecnológico, la forma en cómo se estaban dando los tratados de libre comercio y demás asuntos. Sin embargo, se ha mostrado que no es así. África o la India dejaron de ser los sitios en los que se registraban hambrunas”.

Coincide con Vélez Vargas en que una de las causas es lo que él denomina como la pobreza monetaria que se da actualmente en el país y en el mundo, pues expone que estamos en un sistema capitalista que se caracteriza por acumulación en “unas cuantas manos”. “Hay países como Colombia, con una alta riqueza, pero con un gran problema: la desigualdad. Quienes tienen recursos pueden comprar, quienes no, no. En el país la población vive con muy poco; cerca del 80% de los hogares, según encuestas, viven con un salario mínimo y se habla de que 21 millones de personas no tienen las tres comidas aseguradas”.

La situación pos-confinamiento por la pandemia, la guerra en Ucrania y el alza de los insumos a los que se refirió antes el profesor de la UNAL Medellín, hace que se exacerbe la inflación “y si sube todos los días, como se ha dado recientemente la más alta en los últimos 18 años (en Colombia), se traduce en que la gente no tenga recursos suficientes, aunque gane lo mismo, para comprar bienes y servicios en el mercado, que aumentan de precio”, asegura. En pocas palabras, resume, en el país se da un fenómeno inflacionario y un crecimiento de la economía que es negativo, en la medida en que está estancada la producción y el empleo.

Para José Aníbal Quintero Hernández, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Institución Universitaria Colegio Mayor de Antioquia, uno de los inconvenientes en países como Colombia es que las condiciones de desarrollo han sido impuestas o que se han intentado copiar. “La producción alimentaria en nuestros países ha estado bajo un pensamiento del neoliberalismo y ese enfoque nos ha llevado a la dependencia, por la cual muchos de los cereales los importamos”.

Para él, el incumplimiento de los ODS relacionados ha dejado al descubierto que el hambre se ha incrementado en lugar de reducirse, por lo que este desafío “viene en crisis”, dice. En ese mismo sentido y haciendo alusión también a la FAO, destaca el hecho de que plantea que los países puedan crear políticas humanitarias en torno al desarrollo y la paz para avanzar en la superación de los conflictos, así como en la creación de propuestas propias, avanzar en la resiliencia climática en relación a los sistemas alimentarios y fomentar cambios en los consumidores, entre otros.

Quintero Hernández considera como una oportunidad la inquietud del presidente electo, Gustavo Petro, por “entrar con un plan de choque contra el hambre y de asistencia alimentaria. Considero que ese punto es clave, así como la restitución de tierras, la formalización de la propiedad, desestimar el latifundio y activar la reforma agraria”. Dos aspectos concretos que le llaman la atención, añade, son la protección de las semillas nativas y el desarrollo de la industria de agroinsumos en el país, la cual dice existió y se diluyó, y en la que las universidades podrían tener un rol preponderante.

Para atender la situación de hambre, por lo menos en Colombia, el profesor Valencia Agudelo propone atender lo pactado en el Acuerdo de Paz en el punto 1 sobre el Desarrollo Rural Integral, que sugiere acciones que considera importantes, como: evitar la concentración de las tierras e incentivar la producción agrícola y trabajar para ello desde el Ministerio de Agricultura y construir un banco de alimentos.

No obstante, plantea que la producción es un asunto que debe ser bien planificado, teniendo en cuenta que hay “triplicación, por ejemplo, en la de vacunos que están pisoteando las tierras más fértiles, porque esas carnes son transables al nivel internacional, pero tenemos que volcarnos hacia el país y eso significa revisar los tratados de libre comercio y fomentar el desarrollo de actividades agrícolas y dar un giro en el modelo económico que tenemos para que se le dé más importancia al autosostenimiento y a la seguridad alimentaria”.

El momento actual es, de acuerdo con el docente Quintero Hernández, el momento justo para trazar políticas públicas departamentales que propendan por la seguridad alimentaria, además para aprovechar la diversidad de pisos térmicos, climas y de biodiversidad. “Hay una riqueza en los sistemas naturales que no hemos podido potenciar”, asegura.

Finalmente, el profesor Vélez Vargas, cuestiona incluso aspectos que acuden más a la forma, pues le resulta llamativo que la FAO se concentre en el hambre y no en la soberanía y seguridad alimentaria, pues según él, cuando se habla en estos últimos términos se empiezan identificar mejor causas y factores.

(FIN/KGG)

18 de julio de 2022