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Verónica Alcocer es la actual primera dama de Colombia. Foto: tomada de bit.ly/3BvN2CY.

Tradicionalmente las mujeres cónyuges de mandatarios nacionales, regionales y locales han desempeñado funciones filantrópicas, y en ese sentido, desde los feminismos la figura ha sido cuestionada. ¿Es un cargo que encasille las capacidades de las mujeres? Analistas generan la reflexión.

La figura de primera dama no es un cargo formalmente constituido en la función pública, jurisdicción que regula los cargos públicos en las administraciones de todos los niveles en Colombia, ni está contemplado constitucionalmente, explica la politóloga de la UNAL Medellín, Tiffany Andrea Botero Rivera.

Las primeras damas no tienen presupuesto asignado ni son ordenadoras del gasto, sino que tienen un rol en la ejecución de funciones relacionadas “con los roles de género con los que se han encasillado a las mujeres, como las actividades de cuidado, por lo general, de niños y niñas; personas mayores o temas alusivos a las mujeres como embarazos adolescentes”.

En 1934 se habría usado por primera vez en Colombia la expresión “primera dama”, atribuida para referirse a María Michelsen, esposa del entonces presidente del país, Alfonso López Pumarejo, según un artículo de Zenaida Osorio publicado en el número 80 de la Revista Credencial Historia, en 1996, y que está disponible en el sitio web de la Red Cultural del Banco de la República.

Con ella surgió una figura tradicional y mediática, teniendo en cuenta que esta viene de la experiencia presidencial de Estados Unidos, de acuerdo con Botero Rivera, para quien esta imagen no ha roto el paradigma de los roles de cuidado entre los cargos de poder, ya que por lo general no ha estado ocupada de liderazgos estratégicos, y ha sido tomada también “como la cara amable de un gobierno. Mientras los presidentes en muchas ocasiones están tomando decisiones difíciles para un país, se solivia la tensión política con la representación de las primeras damas en eventos de caridad o de protocolo”.

Colombia, menciona, no ha sido la excepción. Sin embargo, para la politóloga de la UNAL Medellín, en la ciudad se marcó un precedente importante en 2020, cuando Diana Osorio, esposa del alcalde Daniel Quintero Calle, decidió “no replicar la figura de la primera dama, por lo menos no desde lo nominal y en algunos asuntos desde lo técnico. De alguna manera esto ha tenido eco en algunos municipios”, cuenta.

Botero Rivera destaca, por ejemplo, el hecho de que la gestora social haya impulsado la creación de la primera Secretaría de la No Violencia del país. Cree, también, que a nivel local fue un avance. No obstante, en términos generales considera que la iniciativa de la transformación del rol de primera dama acude más a lo nominal, teniendo en cuenta que entre los temas de agenda está la disminución de las cifras de embarazo adolescente. Según indica la Alcaldía de la ciudad en su sitio web, otras funciones son impulsar el diálogo, tramitar conflictos y llevar el arte y la cultura a barrios y corregimientos.

Las mujeres que han sido primeras damas se han dedicado a la filantropía y a las causas sociales, dice Nora Margarita Vargas Zuluaga, profesora de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Medellín. Ella celebra el cambio de la figura de primera dama a gestora social, pero incluso considera que sería acertado que actuaran como actores políticos. “Si son un equipo y tienen posturas específicas como personas podrían mostrarlo como cualquier ciudadano”.

Generar rupturas le resulta curioso a Botero Rivera, quien retoma haciendo referencia, sobre todo a gobiernos actuales, “porque para el público y para los medios de comunicación la figura de la primera dama es válida para labores de cuidado, pero no cuando toma voz y voto en decisiones de ciudad. No debería ser por el reclamo de ser mujer y que debería estar a la sombra (de su esposo), pero tiene sentido desde el punto de vista constitucional ya que el electorado vota por el programa de gobierno de un candidato”.

Si se trata de la vocación de servicio, para Raquel Ceballos Molano, decana de la Facultad de Derecho y Ciencia Política de la Universidad del Valle, la actividad debería ser voluntaria, no implicar una etiqueta y, en ese sentido, no es necesario dar alguna denominación para realizar las acciones, pues resalta que en la estructura del Estado este no un apéndice.


Continuar la existencia de la figura de primera dama, ¿sí o no?

Recientemente se conoció que la exprimera dama María Juliana Ruiz se vinculó a la organización One Young World como coordinadora de la Red mundial de primeras damas y primeras parejas por la juventud. Su función, mientras su esposo Iván Duque Márquez fungió como presidente, fue cuestionada por el representante a la Cámara David Racero, luego de la polémica que generó el supuesto libro autobiográfico que ella le habría solicitado al Archivo General de la Nación.

“¿Y si aprovechamos el mal ejemplo que ha dado María Juliana Ruíz con el uso de los recursos públicos, para impulsar una discusión en torno a la figura de la primera dama en Colombia?”, tuiteó. Adicionalmente: “Ni una mujer por el hecho de ser la compañera de vida de un presidente o de un alcalde debe renunciar a su vida profesional para asumir un rol que —por demás— no existe constitucionalmente; ni el país debería destinar recursos públicos para atender sus gastos”.

En el caso de Medellín, manifiesta Botero Rivera, “la gente cree que son temas secundarios enfocarse por ejemplo en Buen Comienzo o los embarazos adolescentes, pero de hecho ya hay carteras en el gobierno que se encargan de ellos”.

Hay quienes han dado un paso al costado, tienen una concepción distinta y eligen no ser llamadas como primeras damas, como Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, quien considera el cargo como clasista.

Con ella está de acuerdo Ceballos Molano, quien considera que la figura, es clasista incluso desde su nominación, pues si “hay una primera, puede haber una segunda y una tercera, y eso no es lo acertado ni siquiera desde la perspectiva de género, dado que somos un país que ha reconocido otras formas de convivencia en las relaciones y uniones”. El rol, entonces, le resulta que corresponde a “periodos decimonónicos”.

Otro caso de rehúso al cargo o a la denominación es el de Irina Karamanos, cónyuge del mandatario nacional de Chile, Gabriel Boric, quien según un artículo publicado en enero de 2022 por el periódico La Tercera, de ese país, mencionó que: “merece ser repensado, porque estamos en tiempos distintos. Han cambiado muchísimas cosas y creo que así también hay que repensar el poder y las relaciones que emergen de él”.

Para Botero Rivera, el cargo no es de utilidad pues los temas que tiene este despacho no quedan desatendidos si desapareciera pues ya se encuentran en las demás dependencias. Lo que hace, según ella, es contribuir “desde lo mediático y al ciudadano crítico le debe interesar es que se esté llevando a cabo los indicadores de un plan de desarrollo y allí la responsabilidad directa la tienen las secretarias. No tiene sentido que el rol continúe”.

Por su parte, Ceballos Molano considera que la figura de la primera dama atiende a una connotación de patriarcado, y es que “es bastante ofensiva para las mujeres de hoy, porque sigue potenciando esa herencia del machismo”. No le parece adecuado para “el siglo XXI, ni para un estado republicano. Si lo que somos es un pacto social que hicimos en 1991 con la diversidad e igualdad. Es incongruente con la sociedad que tenemos”, enfatiza.

(FIN/KGG)

12 de septiembre de 2022