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31,3 millones de personas en Latinoamérica y el Caribe no pudieron acceder a una dieta saludable en 2020 Foto: Miguel Schincariol – FAO / tomado de bit.ly/3lLXCjQ.

En 2020 22,5% de las personas en América Latina y el Caribe no tuvieron los medios suficientes para acceder a una dieta saludable (subalimentación), según el informe Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional 2022 de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, (FAO, por sus siglas en inglés). Analistas disertan sobre las causas de la situación y los desafíos, ambos estructurales y no inmediatos.

Son 131,3 millones de personas afectadas por la situación; ocho millones más que en 2019. El Informe expone que el promedio diario de una dieta saludable en el Caribe alcanzó los 4,23 dólares, seguido de América del sur con 3,61 y de Mesoamérica con 3,47. Las razones están asociadas al aumento de precios internacionales, la guerra entre Ucrania y Rusia y al alza inflacionaria.

Es importante tener en cuenta que los datos de subalimentación probables (basadas en escenarios para simular diferentes combinaciones de políticas de apoyo a la alimentación) anuales que hace la FAO, son coordinadas entre países, es decir, que todos apliquen las mismas medidas, de acuerdo con Alexander Bastidas Marulanda, docente del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas (FCHE) de la UNAL Medellín.


Contexto: inflación, oferta y demanda

Los aumentos inflacionarios son unos de los motivos que identifica la FAO como raíz de la situación. En Colombia, específicamente, se ha jalonado en productos como los tubérculos. En la medida en que los ingresos del país no sean los más altos en las sociedades de mercado, “terminamos mostrando la dificultad de alcanzar una meta de alimentación saludable”, afirma el profesor Adolfo Hernández Rodríguez, también del Departamento de Economía de la FCHE.

Eso, menciona, está asociado a otro asunto: “Detrás de las situaciones y de condiciones profundas de lo que es oferta y demanda de alimentos se repite el problema de cómo han subido ciertos productos”. No obstante, otro aspecto importante es cómo la capacidad de consumo que, como lo comenta el profesor, depende de una serie de circunstancias a veces no tan evidentes, como la cultura y otros que tienen que ver, por ejemplo, con la generación de ingresos y con la capacidad productiva agrícola y la de compra.

El docente Bastidas Marulanda plantea que es probable que el alza en los precios continúe en 2023. No obstante, considera que la subalimentación no se da exclusivamente por este aspecto, sino por un asunto cultural con respecto a la elección de los alimentos para consumo y, si bien la FAO es consistente en identificar líneas de cultivo, para aportar a la dieta saludable, como frutas, hortalizas y legumbres, son productos altamente perecederos y requieren de sistemas logísticos de distribución que permitan conservar sus propiedades nutritivas, lo que condiciona la localización de estas actividades agrícolas, resultando preferible su cercanía a las ciudades. Ahora bien, plantea que la seguridad alimentaria tampoco se va a resolver solo con incentivar la agricultura porque la ingesta de alimentos saludables también depende de la conciencia de las personas en cuanto al consumo de una dieta variada para contribuir a su salud.


Aspectos alimentarios y nutricionales

Lorena Mancilla López, profesora de la Escuela de Nutrición y Dietética de la Universidad de Antioquia, explica que hay diferentes conceptos además de subalimentación, y uno de ellos es el de la doble carga y triple carga de malnutrición, que significa que, en una nación, de manera simultánea, puede haber déficit nutricional y acceso a los alimentos. Por ejemplo, se puede dar exceso de peso en población de cinco años en adelante y se incrementa en mayores de 18 años: “Hay niños y adolescentes con exceso de peso, pero a la vez con anemia. Hay que trabajar en ambos frentes”, indica.

La carestía de los alimentos se traduce en que, “poblaciones de más bajos recursos económicos o en condiciones socioeconómicas más vulnerables la alimentación tiende a ser monótona y acuden a alimentos de más bajo costo que rindan y les produzcan saciedad, que básicamente son harinas (como arroz, cereales tubérculos, trigo y sus derivados, papa y plátano), dada la dificultad para acceder a fuentes de minerales, vitaminas y proteína animal. Es así como se comienzan a dar desórdenes o afectaciones en la salud y en la nutrición”, explica.

Las dietas con esas características, de acuerdo con la profesora de la Universidad de Antioquia, son altamente calóricas, pero con muy bajo aporte de nutrientes. Las frutas, añade, si bien cumplen con suficientes nutrientes y pocas calorías, culturalmente no son lo suficientemente aceptadas, y además también son costosas, sobre todo en las zonas urbanas.


Opciones ante el panorama venidero

La carestía de los alimentos no es una situación nueva, ha sido cíclica, porque la FAO la ha venido reportando desde el 2012, según la profesora Mancilla López, quien destaca que la pandemia no la originó, sino que la recrudeció.

Para ella, aunque históricamente Colombia ha adoptado varias políticas alimentarias y nutricionales, estas no resuelven los problemas: “Se entregan paquetes alimentarios, y hay que hacerlo mientras haya población vulnerable, pasando hambre o en situaciones como una pandemia, pero eso se volvió permanente. O sea, se mitiga, pero no se resuelve”. Adicionalmente, menciona que hay acciones focalizadas en la infancia. No obstante, se debe incluir otros segmentos de la población.

Para hacerle frente al asunto de la inaccesibilidad a una dieta saludable, menciona que se debe acudir a estrategias como la redistribución de la riqueza de la tierra, teniendo en cuenta que es una de las premisas del Acuerdo de Paz. Eso, sugiere, debe estar acompañado de políticas públicas que apoyen a los pequeños productores de alimentos, de rescatar las plazas públicas de mercado y reforzar la pedagogía acerca de la alimentación porque se trata de cambiar el paradigma.

Por su parte, Robert Ng, docente investigador de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad de Medellín, considera que se podría pensar que se están tomando medidas o decisiones entre comillas inteligentes, como la que se estableció en la Reforma Tributaria de los impuestos saludables, “pero hay que considerar el efecto en los más vulnerables. Aunque hay otras posibilidades de sustituir productos con altos contenidos de sodio, de azúcar o grasas saturadas, son difíciles de conseguir a buenos precios”.

En ese sentido, plantea que el panorama tampoco es alentador, teniendo en cuenta que no solamente se está experimentando la inflación por causas internas y externas, sino que en 2023 también se deberá asumir un impacto mucho mayor por el incremento en precios.

Para el profesor Hernández Rodríguez, al pensar en sustituir alimentos se hace necesario conocer la biodiversidad de las regiones, los recursos con los que cuentan y las vocaciones de los terrenos. Ese desconocimiento, plantea, es una de las limitaciones, pero también la dependencia de las importaciones. Estos, expone, constituyen “un problema histórico y de organización social”. Las soluciones son estructurales: “necesitamos cada vez de estados más inteligentes que sepan hacer prospectiva, promuevan el uso adecuado de los recursos naturales y no solamente que sean buenos administradores”.

A nivel más general, Mario Lubetkin, subdirector y representante regional de la FAO para América Latina y el Caribe , comenta en un artículo publicado en el sitio web de esa agencia de Naciones Unidas, que “para contribuir a la asequibilidad de dietas saludables se requiere crear incentivos para la diversificación de la producción de alimentos nutritivos dirigidos principalmente a la agricultura familiar y productores y productoras de pequeña escala, medidas para la transparencia de los precios de estos alimentos en los mercados y el comercio, transferencias en efectivo y otras acciones como la mejora de los menús escolares”.

Los analistas Ng y Hernández Rodríguez coinciden en que las soluciones no solo deben plantearse sino trabajarse, y que no son inmediatas sino paulatinas y estructurales.

(FIN/KGG)

20 de febrero de 2023