En Colombia, solo se aprovecha cerca del 19 % de la tierra apta para cultivos y plantaciones forestales. Es decir, que de las 114 millones de hectáreas que abarcan el territorio nacional, 40 millones podrían emplearse para la agricultura, sin embargo, solo se usan 7.6 millones para esos fines, de acuerdo con el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural.
En el territorio nacional se producen alrededor de 220 clases de alimentos como granos, frutas, hortalizas, tubérculos, entre otros. Y aunque las condiciones geográficas y climáticas están dadas para hacer del agro una actividad económica sustentable y rentable a largo plazo, el contexto colombiano parece ir en contravía de su vocación agrícola, y en este caso, en un camino distinto al de la agricultura familiar, campesina o comunitaria.
Pese a esta situación, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, considera que “el país tiene un potencial para garantizar temas de seguridad alimentaria y nutricional desde la producción, así como para participar en el sistema alimentario mundial, sin embargo, ese gran potencial se ve afectado por temas de infraestructura que no solo se refieren a la capacidad productiva sino también de colectividad, que disminuyen la competitividad con la que se puede participar del mercado”, señala el coordinador Nacional Territorial de la FAO en Colombia, Juan Fernando Zuluaga Orrego.
“Hay que diferenciar la agricultura de producción y la agricultura en la ruralidad. Una cosa son las actividades por las cuales estas grandes empresas reciben estímulos a nivel nacional e internacional, y otra situación es la agricultura en el territorio, de la gente que habita allí. El actual modelo va relacionado con la productividad y rentabilidad sin considerar aspectos sociales, ambientales y culturales”, señala el profesor asociado de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNAL Medellín, León Darío Vélez Vargas.
Para Vélez, ingeniero agrónomo y doctor en fisiología de cultivos, históricamente el país ha atravesado problemas para el desarrollo de sus actividades en el campo. “Siempre ha habido crisis, desde antes de los años 60, pero se agudizó después de los años 90, donde las políticas de fomento y crediticias iban encaminadas a la agricultura de exportación, inclusive para los pequeños agricultores y campesinos existía la pretensión de que transitaran hacia una agricultura de exportación donde quedaban sometidos a la variación de los precios internacionales y del dólar”.
Una plaga de problemas
A lo anterior, se han sumado otros factores que dificultan el trabajo en la tierra como los precios del transporte; la falta de cadenas de distribución o monopolio de las mismas; el mal estado o falta de vías; el conflicto armado; el turismo; las obras de infraestructura; los usos inadecuados del suelo; el monopolio de tierras; los cambios generacionales, y la falta de apoyo de entidades gubernamentales nacionales, departamentales y locales. Temas que han hecho parte de los reclamos de este gremio ante los diferentes gobiernos nacionales.
“Son muchas las afectaciones, pero una de las que considero un factor determinante es el tema de las vías de acceso. Para el caso del municipio de Anorí, siempre ha sido un inconveniente, la misma comunidad ha abierto trochas, pero desafortunadamente se convierten en caminos de herradura. Este es uno de los principales problemas, hace que los costos de producción sean muy altos y que la gente piense en otras actividades agrícolas como la ganadería o la minería”, expresa Orlando de Jesús Granda, quien se ha desempeñado como líder de diferentes asociaciones agricultoras como de paneleros y caficultores.
El agricultor del Nordeste antioqueño, agrega que otra situación que afecta es la producción de cultivos ilícitos, especialmente de hoja de coca. “Esto hace que el campesino cambie de una vocación agrícola por una ilícita. Se han traído muchos programas desde los distintos gobiernos nacionales y organizaciones internacionales, pero los recursos han sido muy mal administrados además del incumplimiento a los campesinos”.
A esta lista, Orlando Granda suma la minería artesanal e informal pues esto ocasiona una explotación indebida de las tierras, así como los altos costos de los insumos agrícolas, las afectaciones en algunos microclimas y ecosistemas por obras de infraestructura y, por último, el traslado y comercialización, que se vuelven otro cuello de botella en Antioquia, sobre todo en los municipios alejados.
Según el líder municipal, “los modelos y sistemas de producción son antiguos y poco rentables, no son suficientes para adaptar tecnología y mejorar las condiciones del agricultor y el pequeño productor. Es difícil tener una producción agrícola competitiva, rentable y sustentable en esas condiciones tan complejas. Tenemos todos los pisos térmicos, potencialidades con vocación agrícola bien interesantes, pero el campesino se desmotiva cuando se busca innovar por las situaciones que se presentan”.
Este escenario en Antioquia no es ajeno para otras regiones del país. “Solo entre el 4 % y el 6 % de la agricultura familiar llega de manera asociada a los mercados de abasto, eso limita mucho su eficiencia en la participación de los mercados; esa baja asociatividad para la negociación, para la agregación de volúmenes, para la generación de valor en los bienes alimentarios, los deja muy vulnerables en toda la cadena del abastecimiento alimentario”, agrega Juan Fernando Zuluaga de la FAO. Según el funcionario, se debe recuperar la autonomía para no ser tan dependientes del mercado global. Al año ingresan al país alrededor de 12 millones de toneladas de granos; entre el 70 % y el 80 % de los suministros para la producción llegan de Canadá, Marruecos, Rusia, Ucrania, etc.
Un cultivo de soluciones
El primer paso es entender que la ruralidad no son solo sistemas productivos y campesinos cultivando, sino que son familias que necesitan condiciones dignas para vivir. “Hay que generar esa corresponsabilidad de lo urbano frente a lo rural, y hay que motivar un cambio para incentivar el consumo de alimentos que correspondan a dietas saludables, sino también que nos preguntemos sobre la forma cómo compramos, cómo estamos contribuyendo al desarrollo rural a partir de la compra de productos frescos”, advierte Zuluaga Orrego.
“Antes nos pedían rentabilidad y productividad, ahora, si bien el modelo económico nos dice lo mismo, la sociedad está pidiendo otras cosas, alimentos sanos, inocuos, sin agroquímicos, una agricultura que no deforeste, contamine y no contribuya con el cambio climático; pero cuando uno a va a la gran producción eso no se tiene, mientras que con los productores locales es posible”, destaca el profesor de la UNAL Medellín León Darío Vélez.
En los territorios nacen las problemáticas y con ellas las ideas, es el caso de los productores de panela de Anorí. “Nos hemos dado cuenta que somos muy buenos para producir, pero muy malos para transformar, no hay industrialización de nuestros productos, apenas estamos despertando en el tema del café con las tiendas Juan Valdez a nivel mundial, pasamos 90 años cultivando y vendiendo café sin hacer nada más. En Anorí el único producto que se industrializa es la panela, no vendemos la caña o el guarapo, sino la caña transformada, pero no tenemos otra industria donde pudiéramos estar vendiendo refrescos y esos otros productos alternativos”, explica Orlando Granda.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, hace énfasis en la gran oportunidad que hay para Colombia en materia de hortalizas, frutas y tubérculos, especialmente en la papa, involucrando nuevas variedades que el mercado internacional está requiriendo para temas de gastronomía. La transformación de zonas de producción que están ocupadas por ganadería extensiva para recuperar, mejorar y aumentar sistemas de producción de maíz y arroz; y cultivos para aprovechar la transformación de la yuca como harina usada para la alimentación de animales. Además, se identificó que en 17 departamentos del país es fundamental darle prioridad a la producción de panela, cuya demanda en polvo como endulzante natural viene aumentando en el ámbito internacional.
Entre otras acciones, se debe continuar con la fidelización de mercados inclusivos y propios sobre café y cacao a través de identidad y marcas regionales, y explorar otros modelos que permitan que el territorio tenga conexión con el mercado internacional a través de una identidad propia. De acuerdo a lo anterior, es fundamental propiciar una interacción entre generaciones, lo que se conoce como relevo generacional, para desarrollar lógicas similares a las que podría ofrecer una ciudad en términos de oportunidades para los jóvenes, y que se queden en el campo.
Por medio de la reingeniería de los sistemas de abastecimiento alimentario y la agrologística compartida, se pretende reducir el tiempo y los costos del transporte de los alimentos y por ende reducir los intermediarios. La agrologística compartida, busca que organizaciones sociales relacionadas con el agro, presten el servicio de contabilidad, asesoría, financiero y también de facturación electrónica, a los campesinos, y finalmente, crear un sistema que les reduzca los costos de la transacción, por ejemplo, el del flete y el transporte.
En ese sentido, la estrategia Milagro de Manos Antioqueñas de la FAO en alianza con distintas entidades, valora con un sello a supermercados, minimercados, tiendas y legumbrerías de distintos municipios, que constata que sus productos son comprados a pequeños productores, especialmente de veredas aledañas a estos municipios. Esto certifica que participan de todo el proceso de encadenamiento sustentable y de comercio justo con los campesinos. “Lo cual motiva al consumidor final a buscar aquellos comercios que están trabajando de esta manera y así empezamos a propiciar un encuentro más directo con el productor y el consumidor sin tener que pasar por intermediarios”, resalta Juan Fernando Zuluaga.
De otro lado, los entrevistados coinciden que las actuales reformas y cambios que se lideran desde del Gobierno Nacional son pieza clave para que, a partir de decretos y normas, materializar la extensión rural pensada desde la asistencia y la investigación para el desarrollo del país, lo anterior con enfoques muy sectoriales y territoriales. Sin embargo, es un punto álgido de la agenda, pues para la entrega de tierras y subsidios o recursos, hay que tener en cuenta otros factores como las vías, el transporte, la cadena de suministro, el sostenimiento a largo plazo del cultivo, entre otros.
(FIN/JRDP)
27 de marzo de 2023