Después de una actividad minera o una tala masiva de árboles, ¿un país es más rico o más pobre? Los beneficios económicos por el uso y extracción de los recursos naturales son fáciles de medir, sin embargo, los costos por la explotación de la naturaleza son altos, difíciles de cuantificar, y en la mayoría de los casos, ignorados.
Aunque no todo tiene un precio en el mercado como la vida o el medio ambiente, debido a la degradación de los ecosistemas por la explotación y las actividades humanas, organizaciones internacionales, naciones y economistas han planteado la idea y avanzado en la intención de atribuirle un valor económico a los bienes y servicios que provienen de la naturaleza. Lo anterior, no con un fin mercantilista, sino con el propósito de gestionar y proteger estos recursos.
Esta atribución de valor económico a la naturaleza también se conoce como capital natural. El geólogo, economista y profesor de tiempo completo de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la UNAL Medellín, Camilo Ignacio Coronado Ramírez, explica que el capital hace referencia a todo aquello que sirve o puede emplearse junto con el trabajo para producir bienes, servicios o mercancías. “Un bien es una categoría amplia que define activos que proporcionan bienestar a las personas. Pero, no todos los bienes son bienes de mercado, por ejemplo, el aire, no pagamos por él, pero nos genera bienestar”.
Coronado, magíster en Ciencias Económicas con especialidad en Economía de la energía y recursos naturales, agrega que, “desde la economía ambiental y ecológica hay una perspectiva que se llama la ética de la Tierra, que indica que las especies y la naturaleza ‘valen’ no porque le sirva al hombre, sino porque tienen un valor intrínseco. Aunque yo no los vaya a disfrutar, el solo saber que existen me genera bienestar. Yo los llamo activos ambientales”.
¿Cuáles son los productos y servicios ecosistémicos?
El capital natural se define en función de los servicios ecosistémicos que la naturaleza presta. “Además de su valor intrínseco, tiene un valor en términos de servicios que le presta a la humanidad, siendo el más básico el oxígeno, hasta cuestiones más específicas como los minerales que se extraen de la naturaleza o la madera que se saca de un bosque”, indica Santiago Correa, economista de la ONG chilena FIMA.
De acuerdo con el Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia, todos los ecosistemas suministran servicios económicamente valiosos para las personas. “Ejemplo de ello son la producción de alimentos y plantas medicinales, la regulación del clima, la provisión de suelos fértiles, la regulación hídrica, la protección contra los desastres naturales, la recreación, el paisaje, entre otros”, señala la cartera en su Guía de aplicación de la Valoración Económica Ambiental.
Correa, investigador en temas de naturaleza y economía, expresa, además, que existen muchos ejemplos sobre la categorización de los bienes y servicios ecosistémicos, sin embargo, estos se enmarcan o se clasifican en cuatro grupos:
“Los servicios de provisión directa o abastecimiento, son esos beneficios materiales directos que tomamos de la naturaleza para nuestro consumo como el agua o la madera. Los servicios de regulación abarcan, por ejemplo, un bosque que previene las inundaciones al absorber agua, o lo que hace un árbol cuando captura, almacena carbono y los reemplaza con oxígeno. Los servicios culturales, hacen referencia a lugares considerados como sagrados para algún pueblo o comunidad, o el valor que se le puede asignar al ver un paisaje, visitar estos lugares y el efecto que causa en las personas. Por último, los servicios de soporte, son más complejos de explicar y entender, pues dan cuenta de variables relacionables entre elementos de la naturaleza que permiten que se conserven algunos ecosistemas, como los ciclos de nutrientes, la polinización, entre otros”.
No es ponerle precio, es darle valor
Para el caso de Colombia, los recursos naturales son considerados bienes comunes y públicos. En ese sentido, cada vez que se tala un árbol, por ejemplo, se obtiene madera o algún beneficio económico, pero, en detrimento de ese capital natural con el que cuenta el país. El Ministerio de Medio Ambiente detalla que, el valor que representan dichos bienes para los privados no corresponde con el que representa para la sociedad. Al ser de libre acceso, en algunos casos, dichos bienes no poseen un mercado ni un precio que regule su intercambio.
“Estos están disponibles para todo el que quiera aprovecharlos y hacer uso de ellos; sin embargo, al no existir posibilidad de exclusión, el mercado no garantiza su adecuada provisión, siendo necesaria la intervención estatal. Para los recursos naturales, la ausencia de regulación puede generar grandes costos a la sociedad, asociados a su sobreexplotación, agotamiento y degradación”.
Por su parte, el Subsecretario General de Desarrollo Económico y Economista Jefe de las Naciones Unidas, Elliott Harris, enfatiza que la naturaleza se ha tratado como si fuera gratuita e ilimitada y que, esto no es un intento por ponerle precio, ni comercializar con árboles, peces o agua limpia.
“Podremos cuantificarla. Si la cuantificamos, podremos gestionarla. Si gestionamos su valor, evitaremos su destrucción. Siempre hemos medido el progreso económico en términos de los bienes y servicios que producimos y consumimos. Hablamos del producto interior bruto o PIB. Nunca hemos hecho algo similar con la naturaleza. Si seguimos permitiendo que la economía lo domine todo, estaremos tomando la vía rápida hacia el desastre. Podemos cambiar las cosas; no es fácil, pero sí posible. Estar informados es la mejor manera de tomar las decisiones correctas”, indicó en una entrevista dada a la ONU en 2021.
El funcionario de la ONU, agregó que, es fundamental no permitir que el debate que rodea a la protección de la biodiversidad o a la acción climática se someta al statu quo o por intereses personales. “Aquellos que fingen que la pérdida de la biodiversidad no es un problema, no están contando las cosas tal y como son. Tenemos que sacar la evidencia a la luz. Tenemos que mostrarles a las personas lo que está pasando realmente. Y tenemos que proporcionarles la perspectiva de que podemos arreglarlo porque disponemos de las herramientas necesarias y, ahora también, de la información para utilizarlas de la mejor manera”.
Según la ONU, cuantificar la naturaleza ayuda a identificar quiénes se benefician y cómo de los servicios que esta proporciona, quiénes sufrirán y de qué manera si estos servicios dejan de estar disponibles. También permite ser conscientes de los esfuerzos para la protección y preservación de la misma.
Para Santiago Correa, no estar midiendo estos servicios no solo implica que no sean considerados en las decisiones, “el debate no es que le estamos poniendo un precio, sino que actualmente le estamos poniendo un precio equivalente a cero. Con respecto a la concentración de la riqueza, la posibilidad de asignarle un valor a la naturaleza puede tener al menos el efecto de ponerle valor económico a los intereses de las personas que no son escuchadas en la toma de decisiones. Esto pone un poco a la par de estas decisiones a las personas del común, puede subvertir algunas relaciones de poder y desconcentrar el poder económico”.
El peor momento, pero el más indicado
MinAmbiente advierte que la degradación acelerada de los ecosistemas amenaza el bienestar de la población colombiana. “Sus efectos se incrementan cuando, en los procesos de toma de decisiones, se desconocen las pérdidas económicas que este deterioro representa. La regulación estatal requiere contar con herramientas que permitan valorar el impacto sobre el bienestar social. De no ser así, la regulación podría conducir a la inadecuada provisión de los servicios ecosistémicos, afectando la calidad de vida de las personas”.
Pese a la importancia de esta atribución de valor, el debate continúa, “¿cómo valorar aquellos activos o bienes que no se producen, sino que se extraen?, ¿u otros que se usan y se gastan pero no los producimos, como el suelo?, ¿cómo saber cuál es el valor de los recursos naturales que obtenemos de la tierra, ejemplo, agricultura y ganadería?, cuestiona el profesor de la UNAL Medellín, Camilo Coronado.
Existen diversas herramientas para darle valor a los servicios ecosistémicos. En Colombia, la Valoración Económica Ambiental busca facilitar y mejorar la gestión ambiental, cuantificando los beneficios y costos (entre ellos los sociales), asociados a los servicios ecosistémicos y el capital natural. La Guía para la aplicación de la Valoración Económica Ambiental orienta sobre el uso y aplicación de metodologías de valoración disponibles, para promover la generación de información como un criterio técnico y de apoyo para toma de decisiones en el manejo y la conservación del patrimonio natural de la Nación.
“Estamos en un momento problemático donde todavía seguimos con un discurso del desarrollo en términos materiales, acercarnos a los estándares de vida del norte global y eso opera en detrimento de la conservación de los ecosistemas y las situaciones particulares de cada país. Seguimos en la lógica de destruir ecosistemas para aportar a una solución global y quedarnos con los costos locales, el futuro está en replantear la idea de desarrollo y desacoplarse de los estándares sostenidos por otros países, debemos pensar en desarrollo propio, más que limitar o alcanzar los estándares ajenos”, concluye el investigador de economía y naturaleza, Santiago Correa.
(FIN/JRDP)
20 de junio de 2023