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El Dagrd recordó que la ciudad está ubicada en una zona de amenaza intermedia para sismos. Foto: Dagrd.

 

Así lo expresó recientemente Omar Darío Cardona Arboleda, profesor del Instituto de Estudios Ambientales de UNAL Manizales, acerca de la reacción ante la realización de simulacros para la preparación en caso de darse sismos de mayor magnitud a los que se han registrado recientemente en el país. En este caso específico, él y otro académico, analizan el impacto de ejercicios como los simulacros y la preponderancia del rol de los ciudadanos en el manejo adecuado de este tipo de situaciones cuando se den.

¿Basta con los simulacros para generar conciencia sobre la prevención y gestión del riesgo para el caso de sismos? Si bien se han hecho iniciativas importantes a nivel institucional, como lo son los simulacros de evacuación, a fin de que se conozca cómo actuar de manera adecuada ante un posible evento sísmico, ese tipo de ejercicios no son suficientes, de acuerdo con Albeiro Rendón Rivera, profesor del Departamento de Geociencia y Medio Ambiente de la Facultad de Minas de la UNAL Medellín.

Lo menciona porque son estrategias que se planean principalmente por entidades públicas, aunque se unen algunas privadas, pero la mayoría de personas más vulnerables a la ocurrencia de desastres naturales están en barrios populares o informales. En ese sentido, considera que el público que recibe las capacitaciones no es exactamente el más expuesto al riesgo.
“En aquellos barrios donde la construcción es informal, donde la gente no ha tenido posibilidad de acceder a un conocimiento más básico sobre este tipo de riesgos, el trabajo no se ha empezado. Ahí está la dificultad”, añade.

Por su parte, el profesor Cardona Arboleda, coincide en la preponderancia de la acción de la ciudadanía. Expone que “el tema fundamental de la respuesta a emergencias no está asociado solo en que las instituciones, entidades o empresas. Son los ciudadanos los que deben estar muy vinculados a lo que es propiamente la respuesta, la alerta, la reacción. De hecho, cuando ocurre un terremoto la mayoría de las personas que logran sobrevivir lo hacen porque la misma comunidad ayuda a sacar escombros, no porque las rescaten equipos de búsqueda ni perros”.
En todo caso, el docente también manifiesta que los simulacros son importantes en la medida en que constituyen una manera de generar conciencia sobre “problemas” que se pueden llegar a presentar, sobre cómo deben reaccionar las personas y por eso se hace énfasis en ellos.

Respuesta a los simulacros

En Medellín, por ejemplo, se realizó uno recientemente para la preparación al gran simulacro que se realizará en octubre. Según el Departamento Administrativo de Gestión del Riesgo de Desastres (Dagrd) fue un ejercicio “exitoso”, “con muy buena recepción” y la participación de 65000 personas, de acuerdo con Laura Duarte, directora de la entidad, y quien además manifestó que, se vincularon empresas e instituciones. Datos de la entidad indican que el año participaron 300000 personas en el simulacro.

Eso para el caso de Medellín en distintos momentos. Sin embargo, la recepción y respuesta es relativa y diferente en los distintos sitios del país, según el profesor Cardona Arboleda. Hay ciudades donde no solo se han hecho simulacros sino en las que se han registrado emergencias, donde hay conciencia y “la gente apoya, resuelve, hay solidaridad, y personas coordinando actividades para que el problema no sea solamente de la institucionalidad”, dice.
“Hay otras donde estas cosas no se hacen, no son importantes ni se han tenido en cuenta, entonces también hemos visto en momentos de desastres el desorden, el problema, la imposibilidad de coordinar a las actividades, la falta de solidaridad, incluso saqueos y cosas de esas. Entonces la respuesta depende de la seriedad con la que se tome el tema”, añade.

Vacíos en la apropiación social del conocimiento

Para el profesor Rendón Rivera, en general hay problemas con la apropiación social del conocimiento con respecto a temas de geociencias, y reconoce que estos son complejos y que hay que buscar la manera de llevar mensajes efectivos para entregar información fundamental, en tanto que se trata de la seguridad de las comunidades.

Con respecto a la desinformación y a los imaginarios errados, pone como ejemplo una expresión que él considera que es común y que tiene que ver con que supuestamente los sismos se asocian a los cambios de clima o que en caso de sismos es ideal ubicarse en un balcón, lo cual en realidad no es recomendable, porque “es lo primero que se cae”.

Esa es, para él, una lección de que “quienes laboramos en gestión del riesgo tenemos que hacer un gran trabajo con el tema de la apropiación social del conocimiento, y nos hemos preocupado mucho es por publicar en revistas de alto ranking; nuestras publicaciones están en inglés. Estamos más interesados por interlocutar con pares académicos, esa información no se entrega a los ciudadanos, que son los que deben estar preparados para cuando se presenten estos fenómenos”.

Con respecto específicamente a los simulacros, el profesor Cardona Arboleda expresa que “se planean para recordar que no se está exento y se genera información pública en la que los medios de comunicación tienen un papel muy importante y útil, pero eso en la realidad es muy distinto, y entonces el simulacro se vuelve casi un acto simbólico”.

¿Qué ruta habría que seguir?

Es claro para el profesor Rendón Rivera que es fundamental incorporar la prevención y gestión del riesgo en los currículos escolares desde la primaria y en asignaturas como ciencias naturales: “En la medida en que los niños van entendiendo que hay fenómenos naturales que les pueden afectar y que son parte de la dinámica del Planeta, podemos comprenderlos para ponernos a salvo”.

La zona colombiana con mayor amenaza sísmica es la andina, el país está atravesado por sistemas de fallas que, explica, en cualquier momento pueden generar sismos y que hay sitios expuestos en los que hace falta un trabajo de apropiación social del conocimiento, como lo es la costa pacífica.

Plantea que, si bien la realización de simulacros en las grandes ciudades es más frecuente y que hay precedentes de eventos de gran magnitud, como fue el caso de Bogotá, donde en 1917 un movimiento telúrico de magnitud de 6,7 ocasionó destrucción en la ciudad y al que el Servicio Geológico Colombiano denomina como el “último gran terremoto” que se dio allí, las acciones de apropiación social del conocimiento sobre este tema siguen estando muy centralizadas.

La acción ciudadana es tema que retoma el docente Cardona Arboleda, al mencionar que, en Colombia, la Ley 1523 de 2012 reformó lo que se venía haciendo en prevención y atención de desastres desde principios de la década del 90 y estableció que “todo ciudadano es una persona que tiene como corresponsabilidad la gestión del riesgo, en particular en la respuesta a emergencias mientras lleguen los grupos de rescate”, y en ese sentido hace un llamado a la sociedad para interiorizar ese mensaje.

No en todas las regiones y ciudades de Colombia se ha avanzado de la misma manera en gestión del riesgo, de ahí que el desafío es distinto: “en esto siempre estamos en deuda, siempre es mucho lo más lo que falta que lo que se ha podido avanzar”, añade. Dice que el tema no se puede olvidar y que al respecto tampoco se puede bajar la guardia.

(FIN/KGG) 

18 de septiembre del 2023