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En Medellín una de las estrategias para cuidar los bosques es el pago por servicios ambientales Hídricos. Foto:Alcaldía de Medellín.


La ciudad adquirió tres reservas naturales en Santa Elena, San Antonio de Prado y San Sebastián de Palmitas, con lo que pasó de tener 2781 a 2847 hectáreas de áreas protegidas. Tras este anuncio de la Alcaldía de Medellín, académicos comentan sobre lo que esto significa en materia de provisión de servicios ecosistémicos, por ejemplo, y los desafíos que vienen tanto para las instituciones como para habitantes de zonas aledañas.

Desde el punto de vista de la ecología las declaratorias de nuevas áreas protegidas es positivo, dado que son garantía de territorios para las diferentes especies y avanzar en la conservación y en la provisión de servicios ecosistémicos “que eventualmente también recibimos”, comenta el biólogo Carlos Eduardo Ortiz Yusty, magíster en Bosques y Conservación Ambiental, y doctor en Ecología de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNAL Medellín.

Adicionalmente, destaca que, desde la óptica institucional, estas decisiones también son importantes porque muestran el compromiso en mantener la estrategia de conservación a través de sus distintos instrumentos o dependencias. Se trata, según él, “de una buena noticia” y, en general, “de un avance”.

Por su parte, Juan Luis Parra Vergara, docente del Instituto de Biología de la Universidad de Antioquia, opina que “el área metropolitana es un área que tiene una presión enorme de urbanización que no va a disminuir en el futuro próximo. Entonces, cualquier intento por proteger las pocas áreas que tienen fuentes de agua o vegetación remanente, que a su vez cobijan una fauna asociada, es bienvenido”.

Las decisiones de las declaratorias también las celebra Juan David Sánchez Londoño, biólogo, magíster en Ciencias y actual profesional de la Fundación Biodiversa Colombia, para quien también es un plus el hecho de que las protecciones se hagan en zonas periurbanas y en las laderas del valle de Aburrá, donde no es tan común que se hagan protecciones ambientales.

A través de un comunicado de la Alcaldía de Medellín, John Jeiler Correa, coordinador técnico de las reservas de San Antonio de Prado y Santa Elena, dijo que “con su protección se busca conservar las fuentes hídricas que abastecen los acueductos”.

Sánchez Londoño retoma y considera que, sin embargo, hay preguntas que se deben hacer, y una de ellas es, por ejemplo, a qué responden esas áreas protegidas. Usualmente, comenta, atañen a funcionalidades a nivel de región en tanto que los servicios ambientales que favorecen la vida en la ciudad, provienen de los bosques establecidos fuera de ella. En ese sentido, considera importante la restauración de los bosques.


Cambio climático

Ortiz Yusty expone que estas áreas pueden constituirse como refugio para diferentes especies, lo cual es una opción de valor, en tanto que buscan espacios con condiciones confortables y lo más conservadas posibles, dados sus requerimientos y la necesidad de adaptarse al cambio climático.ental para la acción climática orientada al control de la deforestación de bosques andinos y recuperación de la Amazonía, sobre lo cual países como Estados Unidos o Reino Unido han manifestado su intención de apoyar.

En el valle de Aburrá, dice por su parte el biólogo Sánchez Londoño, es evidente el aumento de temperatura y el incremento en la frecuencia de las lluvias más intensas e inundaciones, como efectos del cambio climático: “Las nuevas áreas protegidas, de acuerdo con su ubicación, podrían favorecer esa adaptación (al fenómeno)” y a la regulación de las cuencas hídricas. No obstante, llama la atención acerca de que las áreas protegidas declaradas llegan más o menos a 2200 ha, “lo que es una escala todavía pequeña”.


Desafíos

Entre los retos más importantes a nivel institucional, según Ortiz Yusty, es mantener la figura de declaratorias con los recursos respectivos para las áreas protegidas, porque no se trata “solo de delimitar un área y decir: aquí no se puede construir, sino hacer monitoreo y seguimiento a actividades encaminadas a asegurar el objetivo del área protegida”.

Otro desafío fundamental para él es la gestión social de la estrategia para que las personas que viven cerca de esas zonas se involucren en la conservación y no entren “en conflicto” con las áreas protegidas. Ambos, menciona, son retos a mediano y a largo plazo.

Un asunto más para tener en cuenta, de acuerdo con Sánchez Londoño, es propender por la conectividad ecológica y de bosques, la cual, dice, en casos como el de zonas como el Alto de Palmas, donde se unía el valle de Aburrá y el valle de San Nicolás, se han venido interrumpiendo a raíz de la construcción inmobiliaria y la urbanización. En ese sentido considera que resultaría interesante conocer cuáles han sido los criterios para seleccionar la ubicación de estas nuevas áreas protegidas.

Parra Vergara va más allá de los aspectos ecológicos, al considerar que las declaratorias de la red de reservas pueden ser también una fuente de trabajo para las comunidades locales, que a su vez pueden diseminar el mensaje de la importancia de la conservación y proteger estas áreas de otras presiones como la extracción de suelo o plantas.

De acuerdo con Correa, el coordinador técnico de las reservas de San Antonio de Prado y Santa Elena, es necesaria la vigilancia de las áreas “para evitar talas, extracción de fauna y flora y cacería de especies de fauna. Estos son espacios abiertos y se pueden visitar atendiendo las recomendaciones”. 

Según la Alcaldía de Medellín, la ciudad pasó de tener 13 a 16 reservas naturales, de las cuales hay cuatro en Altavista (El Barcino, Aguas Frías, Ana Díaz y Manzanillo), tres en San Antonio de Prado (Limona- Manguala, La Verde y Astilleros), cuatro en San Sebastián de Palmitas (La Frisola, La China y dos predios en la Volcana Miserenga), tres en Santa Elena (San Pedro, Santa Elena y La Castro) y dos en San Cristóbal (Moral y Baldías).

 

(FIN/KGG)

2 de octubre de 2023