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Se necesitan más científicas. Naciones Unidas ha hecho el llamado a promover la participación de niñas y mujeres en la ciencia, pues la mayoría de los países no han alcanzado la igualdad de género en esta área —menciona en un artículo publicado en su sitio web— y su empoderamiento puede contribuir al desarrollo económico mundial y a avanzar en las metas de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Según la organización, la diversidad en investigación amplía el talento e incentiva nuevas perspectivas y la creatividad, un camino que, según académicas y analistas, se puede forjar desde la promoción de las vocaciones científicas, el juego y el rol de adultos y docentes como mediadores.

 

El 11 de febrero de La Asamblea General de Naciones Unidas declaró el 11 de febrero como Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia. Foto cortesía del programa Niñas y Niños Científicos de la UNAL.

 

Recientemente, una noticia se propagó por el mundo: la ingeniera aeroespacial colombiana Diana Trujillo Pomeranz asumió como directora de vuelo de la NASA, hecho calificado como un hito para la representación latina según algunos medios. Ella será una de las encargadas de supervisar el programa para el regreso a la Luna, lo cual la ha convertido en ejemplo de superación, inspiración y en un referente para las niñas y mujeres interesadas en la ciencia.

Según Naciones Unidas, las mujeres suelen recibir menos ayudas para las investigaciones que los hombres, representan el 33% de los investigadores y solo el 12% de los miembros de academias científicas nacionales son mujeres. Disminuir la disparidad es una tarea en la que trabajan las mismas mujeres, con ímpetu y convicción. Sandra Uribe Soto, profesora de la Escuela de Biociencias de la Facultad de Ciencias de la UNAL Medellín, coordinadora del Grupo de Investigación en Sistemática Molecular y del Museo Entomológico Francisco Luis Gallego, lo tiene claro: “Una apuesta en la búsqueda de eliminar brechas en niñas que tienen menos oportunidades o que consideran que la vida laboral es menos posible, es inculcarles la ciencia como oportunidad de vida, sobre todo en ambientes rurales o con limitaciones económicas en las que se considera que los roles son más del cuidado del hogar y de la familia”.

En ese sentido, para ella es fundamental fomentar el pensamiento crítico, la comunicación efectiva y el trabajo colectivo para promover modelos de aprendizaje más equitativos y diversos, además de incorporar y modelar prácticas “con un sentido de goce, disfrute intelectual, conservación, cuidado y apropiación del entorno”.

De ahí que sea primordial cuestionar los imaginarios tradicionales y pensar qué hacer con respecto a las actividades del cuidado a las que, incluso, en la ciencia, están más ligadas a las mujeres científicas, según Laura Jaramillo, profesional de proyectos de la Universidad de Los Niños, programa de la Universidad Eafit.

Referentes

Que las mujeres quienes hacen ciencia potencien su voz y sean visibilizadas en su esfuerzo por llegar a espacios científicos es vital para motivar y empoderar a las niñas. De acuerdo con Gloria Arroyave Ochoa, coordinadora del programa Niñas y Niños Científicos de la UNAL: “Para enseñarles que, si lo lograron, ellas también podrán hacerlo cuando sean adultas”.

La presencia y la visibilidad son claves, además de apelar a referentes contemporáneos. Así lo considera Maria Gracia Batista, coordinadora del Observatorio Astronómico de la Universidad de Los Andes. Para ella, “en la medida en la que no nos hagamos presentes (como científicas), por ejemplo, en los colegios, en las actividades, en el crecimiento o el contacto con las nuevas generaciones, es muy difícil que piensen en la ciencia como una opción. Es importante que sepan que ser científicas es una posibilidad más, que vean ejemplos femeninos vigentes, porque pasa que uno busca mujeres científicas y aparece Marie Curie y fotos en blanco y negro”.

Lauren Flor Torres, profesora de Astronomía de la Universidad de Antioquia y directora del grupo de divulgación científica Hermes, comparte esa visión y cree que visibilizar a mujeres científicas nacionales es mostrar casos de éxito y contribuir a eliminar imaginarios sobre las posibilidades en el extranjero como las únicas viables.

Y si bien a nivel general considera que la visibilidad de las mujeres en la ciencia ha incrementado paulatinamente, lo cual le resulta un cambio positivo, expone que el trabajo debe ir más allá con la vinculación de niñas y mujeres como líderes de procesos científicos y de estrategias.

¿Cómo conducir el interés por la ciencia?

Para Arroyave Ochoa es importante aprovechar las oportunidades en el sentido que, por ejemplo, los niños están interesados en la ciencia: “el ser humano nace con la curiosidad y, justamente, ese es uno de los dispositivos básicos del aprendizaje, lo que nos invita a experimentar e innovar”.

Los adultos deben propender por la apertura y la sensibilidad para apoyar la imaginación, la exploración y la creación, al igual que en las aulas, donde los docentes deben ser innovadores, pero, ante todo, observadores y propositivos, según la funcionaria, teniendo en cuenta la etapa de desarrollo y aprendizaje de los niños y las posibilidades del juego como eje.

La estrategia favorita de la docente Flor Torres para cultivar la curiosidad es la divulgación de la ciencia, al considerarla como uno de los caminos para promover las vocaciones científicas. Al respecto, destaca lo gratificante de que gran parte de científicos de las nuevas generaciones se interesen en comunicar y compartir sus conocimientos.

Sin embargo, el asunto de cultivar la curiosidad no debe hacerse solo en menores, también es importante poner el foco en adultos, retoma Arroyave Ochoa, al ser quienes guían a los niños, “somos los responsables de permitir o no, de dar oportunidades” en el desarrollo de los infantes, de propiciar los espacios y de familiarizarlos con alternativas a los juegos de los teléfonos celulares.

Adicionalmente, en la guianza, añade, hay otro componente interesante como la enseñanza de la tolerancia a la frustración y al fracaso, que no solo sucede en la vida, también ocurre en la ciencia. En ese proceso de crianza también es esencial promover las vocaciones con constantes motivaciones y estímulos para mantener viva la curiosidad.

En esa búsqueda es necesario detonar preguntas no solamente en los niños, quienes son sujetos activos, sino también en los adultos “e incluso estar bien con el hecho de que no haya respuesta para todo, de experimentar y permitir equivocarnos, de ver en ello una oportunidad de aprendizaje y a partir de allí generar un conocimiento mucho más democrático, y no desde un aspecto de las jerarquías, sino desde los sujetos que componen la sociedad”, afirma Lina Cuartas, coordinadora de metodologías de la Universidad de Los Niños, de la Universidad Eafit.

¿A quién le corresponde fomentar las vocaciones científicas?

El material didáctico y los planes de estudio, de acuerdo con Arroyave Ochoa, deben pensarse para conducir a la creatividad y a la exploración, mientras que, para Jaramillo, los currículos también deben adaptarse a los territorios, enfocarse en los propios contextos y vincular a los docentes como mediadores con poderes transformadores. Así, por citar un ejemplo, habla de la posibilidad de explicar en las ruralidades de clima frío cómo se produce la neblina.

Para Cuartas, por su parte, si bien las universidades tienen un rol muy importante, la responsabilidad es compartida. El desafío, considera, es también resignificar la ciencia porque la hemos “considerado como segmentada, pero finalmente hace parte de un todo que permite el desarrollo integral de los niños en lo que tiene que ver con el lenguaje, la escritura, lo emocional”.

Ampliar el espectro es un asunto pendiente según Batista, coordinadora del Observatorio Astronómico de la Universidad de Los Andes. Para ella, se hace imprescindible la sensibilización “para entender la naturaleza, que es finalmente lo que busca la ciencia. Está el trabajo de dinamizar esa idea de que es aburrida o complicada. Es interdisciplinaria y se pueden hacer muchísimas cosas que tienen que ver con las asignaturas del colegio”.

Llama también la atención acerca de contribuir a generar entusiasmo y a evitar promover ideas y enunciados como “qué rayos voy a hacer yo conociendo el trinomio cuadrado perfecto u otro día que no utilicé el Teorema de Pitágoras”, ejemplifica. Lo que hay que aprovechar para generar interés, considera, son las habilidades y gustos de los niños y jóvenes. En esa medida pueden disfrutar de la ciencia e interesarse en vocaciones científicas, de acuerdo con la académica.

Para la docente Uribe Soto, las escuelas se constituyen como centros de pensamiento donde el cuidado, la confianza, la diversidad y el conocimiento del entorno no se limitan al espacio del aula, sino que se expanden al territorio para interactuar con otros actores. Considera importante, entonces, repensar las prácticas hacia la inter y transdisciplinariedad con metodologías como laboratorios activos y procesos de inmersión, “porque seguimos siendo conservadores”. Lo ideal, comenta, es generar esa innovación a partir de las cualidades, inquietudes y aportes de los infantes. El foco no debe perderse: “Aunque los maestros son como el corazón que pone a latir la educación, los niños son el componente transformador”.

(FIN/KGG)

19 de febrero de 2024