Cuando los residuos terminan en rellenos sanitarios, se sepulta para muchos de ellos la posibilidad de un segundo uso. Aunque la tendencia mundial está cada vez más enfocada en la desaparición de estos lugares, América Latina atraviesa una crisis ambiental por la disposición final de residuos, situación que no es ajena en el contexto local. ¿Cuáles son los factores que influyen en esta problemática?
Diariamente, cerca de 3 400 toneladas de residuos sólidos, entre orgánicos, no aprovechables, reciclables y hasta peligrosos, provenientes de 40 municipios de Antioquia, van a parar al relleno sanitario La Pradera, ubicado en Don Matías, lugar que cumple su vida útil en abril de 2024, pero se extendería por siete años más con la construcción del vaso La Piñuela, obra que no se ejecutó. Esto desencadenó una emergencia ambiental, declarada en febrero del presente año, una carrera contrarreloj para las autoridades quienes adelantan trabajos y estudios técnicos para adecuar otros lugares en el mismo relleno como una solución provisional hasta septiembre.
Esta crisis sanitaria demanda la implementación de políticas e incentivos para establecer y consolidar procesos de recuperación y reúso en el país, mayor investigación en ciencia, tecnología e innovación (CTI) para el aprovechamiento más efectivo y nuevos usos de los residuos y una mayor voluntad y cultura ciudadana en la separación adecuada desde la fuente de origen.
“Un residuo sólido se define como un elemento o sustancia que un generador desecha después de ser usado y se constituye en un elemento potencial para ser transformado y aprovechado, ya sea en la creación de nuevos productos, materias primas u otros procesos industriales”, señala Elizabeth Carvajal Flórez, profesora del Departamento de Geociencias y Medio Ambiente de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín.
Estos responden a diferentes tipologías de acuerdo a su naturaleza. Los orgánicos, como los restos de alimentos, tienen el potencial para convertirse en productos o subproductos que pueden ser usados en la reparación de suelos. También hay residuos aprovechables, tradicionalmente conocidos como reciclables, y son recuperados en el país por recicladores formales e informales y rutas selectivas municipales, explica Elizabeth, doctora en Ingeniería en Recursos Hidráulicos.
Los no aprovechables son los que no tienen posibilidad de segundo uso, como las servilletas o el papel higiénico sucios, su destino deberían ser los rellenos sanitarios o los centros de disposición final. Los residuos peligrosos exigen una disposición especial pues “tienen características que pueden ser perjudiciales para la salud o el medio ambiente, como los químicos. Es un área del conocimiento poco explorada en Colombia, apenas, en la última década se le viene prestando atención”, señala Carvajal Flórez.
Pese a que actualmente hay muchas tendencias frente al manejo de las categorías de clasificación, hablar de un modelo de recolección ideal para todos los países, incluso ciudades o municipios, es complejo, pues debe tenerse en cuenta el contexto en el cual se generan y su relación directa con factores económicos, étnicos y sociales.
Aunque la generación de residuos varía según el poder adquisitivo y los estratos socioeconómicos, en promedio, una persona puede producir al día entre 0,6 y 1,1 kg; en países industrializados se alcanzan hasta los 3 kg por persona. En estratos socioeconómicos bajos se producen más residuos orgánicos, mientras que en los altos se generan más aprovechables y no aprovechables, expone Danny Ibarra Vega, doctor en Ingeniería y magíster en Gestión Ambiental.
“El modelo lineal impera en los países latinoamericanos y consiste en la extracción, producción y desperdicio. Extraemos los materiales, los transformamos, se convierten en productos, luego en residuos y se llevan a disposición final. Sin embargo, las tendencias actuales buscan que este modelo sea circular, donde la mayoría de los residuos tienen la posibilidad de ser transformados, aprovechados, reincorporados a otros procesos, pero esto depende mucho de las dinámicas del entorno, la capacidad institucional, los recicladores, las empresas gestoras de residuos, entre otros. Cada región adaptará el modelo a las necesidades y las limitaciones que tiene”, resalta la profesora de la UNAL.
Agotamiento de los vertederos y el planeta
La disposición final es el último eslabón de la cadena de los residuos sólidos, esta se hace en los rellenos sanitarios en donde, de manera técnica, se almacenan en celdas llamadas vasos. El relleno sanitario La Pradera inició operaciones el 6 de junio de 2003, cuenta con 382 hectáreas de suelo y los vasos Altaír, La Música, La Carrilera y, próximamente, La Piñuela.
“En la administración anterior, lastimosamente, por decisiones que no se tomaron a tiempo y que iban orientadas a otras prioridades, generaron un problema con la estabilidad del vaso Altaír, sitio que tenemos para disposición final en este momento. Esto nos ha llevado a declarar contingencia ambiental de la mano de la autoridad Corantioquia y, a través de seguimientos e instrumentación apoyados por un asesor técnico, estamos revisando cuál es el comportamiento del vaso y llevando a cabo ciertas medidas que buscan mitigar un colapso del mismo”, manifiesta Leonardo Ocampo Valderrama, jefe del Área Disposición Final Empresas Varias de Medellín (Emvarias), encargada de la administración del relleno.
El funcionario sostiene que también se están usando unas áreas denominadas de cambio menor para la disposición final. “Se trabaja en la adecuación de una zona que también pertenece al vaso Altair llamada área adicional. Esa vida útil como la tenemos proyectada con esta estrategia sería hasta el 30 de septiembre siendo muy conservadores. Estamos revisando con la autoridad ambiental las implicaciones en los niveles técnicos, jurídicos y ambientales, para determinar si podemos hacer disposición controlada en un sitio que ya estaba en desmantelamiento y posclausura que es el vaso La Música; inicialmente serían residuos secos provenientes del mismo relleno”, afirma Ocampo Valderrama.
La declaratoria de contingencia ambiental terminará una vez se logre controlar la situación en el vaso Altair. Mientras esto ocurre, se adelanta el acondicionamiento del vaso La Piñuela con el objetivo de ser entregado en el 2024.
Una economía regenerativa y restauradora
Más que un método de recolección o aprovechamiento, la economía circular se concibe como un ciclo que requiere el establecimiento de un pensamiento sistémico y se fundamenta en tres principios: eliminar los residuos y la contaminación, circular productos y materiales en su valor más alto y regenerar la naturaleza, según la Fundación Ellen Macarthur que entrega pautas y lineamientos internacionales sobre este tema.
“Este es un sistema económico que busca promover la innovación y la generación de valor en los procesos productivos para optimizar, mitigar la generación de residuos, aprovechar esos materiales que se están perdiendo y hacer una recirculación de los mismos. Pretende disminuir el consumo de materias primas, agua y energía, incentivando el crecimiento económico de diferentes empresas. Es un cierre de ciclos de diferentes flujos, tanto de materia prima, como de recursos naturales, con el fin de reducir el impacto asociado a la extracción de materia prima virgen”, complementa Ibarra Vega, docente de la Escuela Ambiental de la Universidad de Antioquia.
La Estrategia Nacional de Economía Circular (ENEC, 2019) está adscrita al Ministerio de Medio Ambiente y es una propuesta del Gobierno colombiano para la transformación de los sistemas productivos que busca maximizar el valor agregado de los recursos y materializar la transición hacia una economía circular. La ENEC prioriza 6 flujos de materiales de gran importancia para el país: flujo de materiales industriales y productos de consumo masivo, flujo de materiales de envases y empaques, flujos de biomasa, fuentes y flujos de energía, flujo del agua y flujos de materiales de construcción. Así mismo, establece cinco vehículos para hacer realidad la economía circular: la responsabilidad extendida del productor (REP), los nuevos modelos de negocio, los parques industriales eco-eficientes, las ciudades sostenibles y las cadenas de valor sostenibles.
Ambos profesores coinciden en que la nación debe prestar principal atención, como una oportunidad para dar ese gran salto a una economía circular, al tratamiento de los residuos orgánicos, sin dejar de lado todo lo logrado con los plásticos y otros aprovechables.
En Colombia, cerca del 65% de los residuos que se generan son orgánicos, señala Danny Ibarra. “Hay una creencia popular de que el tema de los residuos orgánicos ya está resuelto, pero hay mucho por hacer para disminuir su disposición final en los rellenos sanitarios y aumentar los porcentajes de aprovechamiento. Ahí es donde entra la economía circular porque es un sistema que integra procesos, técnicas y tecnologías para diversificar con nuevos productos”.
Los orgánicos representan un desafío para el territorio debido a que las biomasas generadas por las producciones agrícolas, como el arroz, la pulpa de café, la caña, la palma, entre otros, tienen el poder calorífico para ser transformadas energéticamente, “se pueden crear subproductos, además traen beneficios sociales, en ese sentido es el potencial más grande que tenemos como país”, manifiesta la ingeniera Elizabeth Carvajal.
En términos generales, además de inversión en CTI y pese a la robusta normativa, se requieren políticas públicas para el apalancamiento de recursos y sinergias que acompañen y respalden los avances ya realizados por empresas, organizaciones y entidades públicas y privadas al respecto. A la lista de tareas para lograr la consolidación de una economía circular en Colombia se integra una visión sistémica, mapeada y detallada de la industria, evaluaciones prospectivas que permitan jugar en entornos de simulación para la toma de decisiones y la evaluación de posibles políticas, propone Ibarra Vega, doctor en Ingeniería.
Somos parte de la solución
Las acciones individuales, como la separación de los residuos al momento de generarlos, sí contribuyen a disminuir la problemática de las basuras que salta de nuestras manos a las calles y agota la capacidad de almacenamiento de los rellenos sanitarios antes de tiempo.
“Llevo 20 años trabajando en este tema y veo en los rellenos muchos elementos que se pueden aprovechar, da tristeza. Llegan allá por falta de compromiso y cultura ciudadana para la separación. La imposibilidad de conseguir nuevos sitios para la disposición final es el dolor de cabeza de los municipios, nadie quiere un relleno sanitario como vecino, además los costos asociados a la operación, los pasivos ambientales y los conflictos que se generan en las comunidades. Estos tienden a desaparecer debido a que allí solo se debe disponer lo que ya no sirve, lo demás se reutilizará”, reflexiona la docente Elizabeth Carvajal.
Por su parte, Emvarias hace un llamado al apoyo de la ciudadanía “para una separación en la fuente adecuada y sacar los residuos los días y en las horas establecidas. Medellín, a veces, se ve sucia y esto es porque no tenemos esa cultura, no apoyamos la gestión de residuos. Con estas acciones contribuiríamos a mejorar las condiciones de la ciudad y a la vida útil del relleno sanitario”, añade Leonardo Ocampo, jefe del Área Disposición Final.
(FIN/JRP)
18 de marzo de 2024