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Maquillaje, estilo de vida fashionista, rutinas de ejercicios en gimnasios y cuidado facial, entre otras prácticas, parecieran reemplazar los juegos habituales de los niños y las niñas quienes replican las tendencias de los adultos en redes sociales. ¿Cuáles son las implicaciones para su adecuado desarrollo?, ¿cuál es la reflexión que debe hacer la sociedad?, ¿debemos hacerle frente a la situación?

 

En redes sociales hay niñas que realizan videotutoriales de maquillaje. Foto tomada de Chicmagazine.com.mx

 

Alguna vez, Manuel Puig Durán Gómez escuchó a su hijo de 10 años decir que le gustaría usar una máquina de un gimnasio para “ponerse” musculoso como un adulto a quien identifica. Como padre eso lo cuestionó: “Hay un ruido porque si eso no se vigila, ni se acompaña, ni se comenta, y si el niño no termina viendo ese resultado y no lo logra, ¿qué va a pasar?”.

De los estereotipos no escapan los niños ni las niñas. Parte de esa responsabilidad, acorde con los analistas, está en las tendencias y los algoritmos de lo que las redes sociales les muestra en las pantallas de los dispositivos. Esta situación preocupa a algunos padres de familia, educadores, sicólogos, entre otros agentes de la sociedad, e incentiva varias reflexiones: la primera es que actualmente no se puede separar la relación entre la niñez y el concepto social, de acuerdo con el docente John Muñoz Echavarría, sociólogo, licenciado en Educación, magíster en Estudios Urbano Regionales y docente de la Escuela de Construcción de la UNAL Medellín.

Hablar de ser niño o niña es conversar sobre las particularidades que inciden en la sociedad a la cual corresponde la época, dice, “y no podemos desconocer que esta es una de consumo, centrada en el aceleramiento del tiempo y el aniquilamiento del espacio. En esta medida, cuando nosotros identificamos al niño, uno empieza a caracterizarlo dentro de esas particularidades entre las que hay un elemento muy importante que es el concepto del espectáculo, y la niñez no escapa de ello”.

Ideales irreales

Los conceptos de belleza y los estereotipos han mutado con el paso de los años y las generaciones, y varían en Oriente y en Occidente. Son las tendencias estéticas las que han determinado la forma de los cuerpos tanto de hombres como de mujeres. Así lo expone la psicóloga y magíster en Epidemiología, Alejandra Segura Cardona, docente de la Facultad de Psicología de la Universidad CES.

La profesional explica que, en la medida en la que los niños y las niñas crecen y se desarrollan generan el autoconcepto corporal y adquieren más conciencia de la forma de sus cuerpos, sobre todo, cuando va cambiando en la adolescencia. En ese momento entran en la etapa de la identificación social, un mecanismo para relacionarse con los demás, y es ahí cuando se permean por los estereotipos. No obstante, menciona que el concepto de belleza que esté imperando también depende del contexto en el que se mueven.

A Gómez Durán lo alertó el hecho de que su hijo, de 10 años, quisiera desarrollar músculos. Sobre ese tema reflexiona Óscar Eduardo Sánchez Muñoz, docente de Educación Física de la Facultad de Educación de la Universidad del Quindío, quien comenta que, si de ejercicio se trata, lo ideal sí es practicar actividad física desde la infancia, pero según la edad y la etapa de desarrollo del niño o de la niña. El profesional señala que lo más recomendable para los niños y las niñas es el juego y los procesos deportivos que favorezcan hábitos y habilidades a nivel motriz.

En general, el movimiento le garantiza al ser humano mejores condiciones cognitivas y de salud física. Para los niños y las niñas considera importante que tengan la posibilidad de participar en procesos deportivos “con una mirada formativa orientada a la educación física, a la recreación y a la formación ciudadana e integral, no a la vanidad”, afirma.

Influencia de las redes sociales

“Get ready with me” (prepárate conmigo) y “Sephora Kids” son algunas de las tendencias que invitan a las niñas a maquillarse y a consumir productos de belleza, lo que ha generado alarma en el mundo, porque el alcance de las redes sociales es cuestionable, como lo considera Muñoz Echavarría. Para él, los niños, al ser atrapados en lo que define como una estructura global, cambian sus formas de ser y de actuar.

Es claro que los contextos familiares, de enseñanza y de la vida cotidiana configuran el pensamiento de los niños, comenta la psicóloga Segura Cardona. Explica que los niños y las niñas al identificarse con algunas personas en redes sociales pueden sentir el deseo de imitar comportamientos. De ahí que aparezcan en esas mismas plataformas, por ejemplo, niñas maquillándose.

El asunto va más allá de la apariencia: “Las redes sociales han popularizado una serie de ideales de conceptos de belleza. Eso ha hecho que nuestros niños y adolescentes hayan empezado a ver sus cuerpos y a tener ideales corporales no solamente con el hecho de pensar en la belleza, sino también de sentir que deben pertenecer y pueden ser aceptados por otros”, afirma la psicóloga.

El riesgo de que los niños y las niñas tengan acceso a contenido que los lleve a adquirir ideales de belleza como los que exponen adultos en redes sociales es que se genere una serie de creencias o ideas cognitivas que cambien el comportamiento del niño o la niña, pero que por ser muy fuertes sean difíciles de desmontar.

Adicionalmente, las redes sociales han impuesto imaginarios equivocados, como transmitir la percepción de que los niños y las niñas pueden tener capacidades físicas similares a las de un adulto. “Es una moda que se da a partir de un desconocimiento acerca de cómo se desarrolla el ser humano”, retoma el docente Sánchez Muñoz.

“Desde el punto de vista fisiológico, por más que algún niño o niña quisiera trabajar la fuerza en un gimnasio, hay disposiciones metabólicas y energéticas que no lo permitirían ni que facilitarían una evolución (en su musculatura). No es común ni recomendable”, añade.

Infancia consumidora

La sociedad actual más que ser de consumo es de consumidores, de acuerdo con Miguel Ángel Ruiz García, filósofo, magíster y doctor en Filosofía, y profesor del Departamento de Estudios Filosóficos y Culturales de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la UNAL Medellín.

Él plantea que los niños y las niñas se fueron convirtiendo en “consumidores privilegiados. Nunca habían sido objeto de tanta atención por parte de la economía. Poco antes del inicio del presente siglo eran tierra inexplorada para el mercado, hasta que se dio cuenta de que se podía capitalizar”. Comenzaron entonces a aparecer tendencias que promuevan prácticas y conductas de estilos de vida consumista que incluso los padres de familia incentivan y avalan.

Indica que: “La escuela ya no es realmente la que educa la identidad. Es lamentable decirlo. Quienes están suministrando los criterios y patrones son las redes sociales y el consumo. No sería tan criticable si de todo eso no surgiera tanto sufrimiento y malestar, porque cada vez hay niños, niñas y adolescentes más insatisfechos, descontentos, desorientados y cada vez adictos, ya no a consumir, sino a su propio yo. Estamos viendo una cultura narcisista patrocinada por los padres”. Incluso, menciona, que son ellos quienes les acompañan a generar contenidos para redes sociales.

La urgencia de fomentar los valores

Un sistema de valores es fundamental y para definirlos en la niñez son necesarias las recuperaciones, por ejemplo, en aspectos como la construcción ética del otro, formar sujetos autónomos que tengan claro el respeto a la diferencia de las demás personas. Construir miradas que permitan la lealtad y la solidaridad, fundamentales en una sociedad. Ese es el llamado que hace el profesor Muñoz Echavarría.

Enfatiza que “eso es una cuestión de protesta práctica y definitoria que da la posibilidad de construir el pensar por sí mismo y de tomar sus referentes. Cada día hay que fortificar más, en las diferentes etapas de la vida, la posibilidad de concretar elementos importantes para la niñez, que parten de la forma como la sociedad los desarrolla desde la primera infancia”.

Por su parte, para el profesor Ruiz García hay cosas por conciliar. Unas son los derechos que se han conquistado para su protección, sobre lo cual no se puede retroceder, en cambio sí aplicar y avanzar. Lo otro es la relación entre las instituciones y las familias, que juntas deberían plantear ejercicios de cooperación para que, en medio de una sociedad de consumidores, se propenda por educar para desarrollar la solidaridad y la compasión.

También está convencido de que sobre el tema se debe generar reflexión, pero sin dejar de lado las raíces de los problemas ni el contexto cultural en los que se dan.

Velar por un entorno seguro: controlar no es sinónimo de coartar

El gran problema con las redes sociales es la forma en cómo emergen los contenidos y cómo impactan a los niños, como es el caso de los retos, por ejemplo, el de Momo, que incita a niños a realizar tareas peligrosas y violentas, de acuerdo con el profesor Muñoz Echavarría. Para él, es claro que debe haber un acompañamiento familiar y social desde la solidaridad e, incluso, las mismas plataformas tienen la responsabilidad de velar por el control.

Otro de los elementos para atacar de forma estructural debe ser el espectro violento que se promulga desde los medios de comunicación, sobre todo masivos, que adicionalmente promueven estereotipos, lo cual para el académico debe ser analizado desde un punto de vista crítico y desde la teoría de los cuidados.

Para el caso de los cuidadores de los niños y las niñas, “el punto no es restringir, pero sí se trata de tener muy en cuenta cuál es el contenido que revisan nuestros niños y cómo es la interpretación que ellos hacen”, llama la atención la psicóloga Segura Cardona.

Adicionalmente, para ella, un ejercicio interesante es que los docentes en los colegios y las familias en los hogares se reúnan con los niños a construir sus propias definiciones de belleza, que los orienten no solo a la corporalidad o a lo estético, sino también a los valores y las virtudes, “porque eso también hace parte de la belleza de cada uno. Así también se crean entornos de confianza”.

(FIN/KGG)

22 de abril de 2024